Entrevistas

Padre Sosa: como ciudadanos, debemos empujar la política en la dirección del bien común

El Prepósito General de la Compañía de Jesús habla a los medios de comunicación del Vaticano en vísperas del 400º aniversario de la canonización de su fundador San Ignacio de Loyola y de otro gran hermano, Francisco Javier - que fueron canonizados junto a Teresa de Ávila, Felipe Neri e Isidro Labrador - y se detiene en el drama de la guerra que ensangrienta Europa del Este

 

Tenia que ser la ceremonia de canonización de Isidoro Labrador, la que estaba fijada para el 12 de marzo de 1622. Pero lo que realmente ocurrió fue otra cosa…

Como poco antes, en enero, habían concluido las causas de otros cuatro beatos, la entonces Congregación de Ritos decidió dar vida a un evento «múltiple», el primero en la historia de la Iglesia. Así, junto a Isidro, Gregorio XV canonizó a cuatro figuras monumentales: la carmelita Teresa de Ávila, el fundador de la Compañía de Jesús Ignacio de Loyola, el hermano jesuita Francisco Javier y el fundador del Oratorio Felipe Neri. Un acontecimiento que 400 años después, es el Papa jesuita Francisco a celebrar con la Misa que presidirá este sábado 12 de marzo en la iglesia romana del Gesú a las 17 horas, sobre el que ha declarado el General de los jesuitas, el padre Arturo Sosa:

Padre Sosa, la celebración de este 12 de marzo cae en un momento histórico particular. No podemos ignorar los días oscuros de la pandemia, de la guerra que hiere a la humanidad, como el conflicto de Ucrania. ¿Qué opina de este conflicto y cuáles son las vías para construir la paz?

En primer lugar, me gustaría decir que son cinco santos, figuras verdaderamente inspiradoras para todos nosotros. Es una coincidencia que todos hayan sido canonizados el mismo día. Creo que el Santo Padre también ha repetido varias veces que el primer camino es la oración. Nuestra fe insiste tanto en el hecho de que Dios es quien actúa en la historia, que debemos tratar de estar ahí, en contacto con el Señor que está presente y que acompaña los acontecimientos humanos en todos sus momentos. Luego, por supuesto, está la presencia activa de la solidaridad, que puede expresarse de muchas maneras. Hay mucha gente de la Iglesia católica y de otros lugares que están ahí para echar una mano. Lo que hacen por la acogida en los países europeos, aquí en Italia, en otros países… Una presencia solidaria que implica también estar bien informados, intentar comprender, no cerrar los ojos, los oídos, nada. Sólo hay que estar allí con el corazón, en sintonía con la gente. Y luego está la política. Una de las cosas que me parece más importante hoy en día es reforzar el sentido de la ciudadanía planetaria. Es decir, no es un problema de los ucranianos, no es un problema de los rusos, no es un problema de la Unión Europea. Es nuestro problema, como ciudadanos de este mundo: como ciudadanos, debemos empujar la política en la dirección del bien común. Por supuesto, una guerra así va contra la ciudadanía, contra el bienestar de las personas, contra el bienestar de la naturaleza también. Así que hacer política es muy importante desde un punto de vista personal, como ciudadano, y también para apoyar esto. Por ejemplo, el sentimiento de la opinión pública es muy importante en este momento. Y en la esfera política está el aspecto de la negociación, de la diplomacia… Pero todo esto no tendrá éxito si no se cuenta con un fuerte apoyo de los ciudadanos en el mundo y en Europa.

El Papa Francisco, hablando de San Ignacio, dijo que el discernimiento es una brújula para poder emprender un camino que tiene muchas curvas. ¿Qué es lo que necesita el hombre de hoy?

Precisamente necesita aprender este discernimiento. Cuando oigo la palabra «discernimiento», siempre pienso en los personajes que conocemos de la Biblia. En primer lugar, Abraham. Digamos que Abraham era ya una persona madura, que había llevado una vida exitosa, a quien el Señor le pidió que dejara todo atrás, incluso su familia, y se pusiera en camino. Como cualquiera de nosotros habría hecho, preguntó: «¿Adónde voy?». Y la respuesta: «Te lo diré». Lo que se necesita ahora es no tratar de tomar el control en nuestras propias manos, sino dejar el control en manos de Dios. Es el tema de cómo percibimos el aspecto del poder en este momento. El poder se puede entender como: yo soy el que manda y por eso hago lo que quiero, sin pensar en el bien de los demás, en el bien común. Así que tenemos que entender que no tenemos el control, sino que debemos dejar el control de la historia a Dios y aprender a ver cómo lo hace Dios, qué señales nos da para seguir el camino: «Yo te diré por dónde ir». El discernimiento es esto: aprender a leer los signos de la historia que pueden mostrarnos hacia dónde quiere llevarnos Dios como humanidad. Como humanidad, como hombres y mujeres, necesitamos esta sensibilidad, comprender esto y aprender a leer los signos de los tiempos.

Y en este sentido podemos leer también el Año Ignaciano o el 400 aniversario de las canonizaciones del que hablábamos al principio, es decir, son celebraciones que no se limitan a mirar al pasado…

Por supuesto. Decimos que lo vivimos como memoria, memoria también en el sentido bíblico. Recuerdan cómo, tras la huida de Egipto, la Ley dice: debéis repetirlo, debéis dar a conocer a las nuevas generaciones lo sucedido, cómo actuó Dios en nuestras vidas, en nuestro pueblo… Estas cinco grandes personas tuvieron una experiencia muy profunda de encontrar a Dios incluso en los acontecimientos difíciles. Y los cinco santos que celebramos en esta ocasión son personas que también experimentaron grandes cambios. Cuando el mundo descubrió «otra mitad» -y que, por tanto, era mucho más compleja que la que habían conocido hasta ese momento-, descubrieron que allí había sed de Dios, que necesitaban el Evangelio… Son personas que salieron de sí mismas, de su tiempo; se adentraron en la vida religiosa: Teresa o Ignacio, diferentes y más profundos; Francisco, sin conocer otras culturas se adentró en esos mundos… Esta es la memoria que nos impulsa a hacer la voluntad de Dios. No es la misma actitud que tenían los reyes, por ejemplo, que querían tener las riquezas del mundo de su tiempo. Era diferente, era el deseo de encontrar personas, de encontrar culturas, con noticias que compartir con ellas: la noticia del Señor que nos hace hermanos, que nos impulsa a hacer un mundo más justo.

El 13 de marzo, dentro de dos días, es también el aniversario del noveno año de pontificado del Papa Francisco y el inicio del décimo. ¿Cuál es su pensamiento para el Papa?

La primera, que nos siga mostrando ese camino de discernimiento que desde el inicio de su pontificado siempre ha repetido a toda la Iglesia: «Debemos ir por el camino que nos pide el Señor». Entonces, pienso en este «ir a la misión», en el sentido de la Iglesia que es la misión. Francisco, cuando habla de la Iglesia sinodal, habla de la Iglesia en misión, del pueblo de Dios en marcha, del pueblo de Dios que sigue al Señor en su misión. La única manera de unir a tanta variedad de personas, de culturas, es la misión del Señor, la redención del género humano. Y ésta, la Iglesia misionera, es precisamente la Iglesia sinodal. Aquella en la que todos tienen algo que hacer, que decir, que mostrar, siguiendo la misión del Señor.-

Vatican News

 

 

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