Doctrina Bréhznev: los mandamientos contrarios a Lenin con los que Putin quiere someter el mundo
Doctrina Bréhznev: los mandamientos contrarios a Lenin con los que Putin quiere someter el mundo
En 1967, ABC calificó a Leonid Brézhnev de líder obsesionado con «fomentar el culto a su persona». Una década después, otro periodista de este mismo periódico le definió «casi como el rey de la URSS, sino el rey». Entrado en carnes, pelo canoso peinado hacia atrás en dirección al pescuezo… Tenía la imagen de un alto oficial de la Unión Soviética; y así era, pues había llegado a general del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces se convirtió en un hombre de esos que llaman del partido; un seguidor aferrado a Nikita Jrushchov. Pero, lo que son las cosas, colaboró en el golpe de Estado que le derrocó y pasó 22 años como secretario general del PCUS.
Brézhnev fue, en definitiva, un tipo de contrastes. Por un lado se convirtió en un firme defensor de la ‘coexistencia pacífica‘ con los países capitalistas; en la práctica, y tal y como explicaba ABC, buscaba «evitar ante todo una confrontación nuclear». Por otro, fue el arquitecto de la doctrina de la soberanía limitada con los estados de la Unión Soviética, a la que se refirió por vez primera durante la intervención militar del Pacto de Varsovia en Europa a finales de los años sesenta. Una estrategia compleja, pero que se podría resumir en una premisa tan sencilla como evitar por las armas el acercamiento de los miembros de la URSS y sus estados satélite hacia el bloque liderado por los Estados Unidos.
Según afirma a ABC José M. Faraldo, experto en la historia de Rusia y autor de obras como la reciente ‘Contra Hitler y Stalin’ (Alianza), Vladimir Putin sigue hoy a rajatabla los mandamientos de la llamada ‘Doctrina Brézhnev‘. Aunque con reservas, ya que han pasado más de tres décadas desde que se disolvió la Unión Soviética. Ucrania es el vivo ejemplo de sus pretensiones internacionales. Aunque abandonó el entramado comunista tras la caída del Muro de Berlín en 1991, el mero flirteo del país que dirige Volodímir Zelenski con la OTAN y la Unión Europea en 2010 puso en alerta al llamado zar del siglo XXI. Y de aquellos polvos, los lodos que hoy pisan los carros de combate T-72 en plena guerra.
Discurso controvertido
El germen de esta doctrina se plantó con la llegada de la Primavera de Praga en 1968. Eran años en los que el runrún de la falta de libertades comenzaba a resonar en los países de la órbita soviética. Días en los que regiones como Checoslovaquia no aguantaban ni un segundo más las constantes crisis económicas que se replicaban una y otra vez y que venían con el sello de la URSS bajo el brazo. Con ese telón de fondo, y tras el ascenso a la poltrona del partido comunista local de Alexander Dubcek –partidario de seguir un «socialismo humano»–, el país inició el camino hacia una serie de reformas de corte democrático y capitalista. Un cóctel letal para una Madre Rusia nada partidaria de abrirse al mundo.
Los tanques del Pacto de Varsovia entraron en la capital, Praga, en agosto de 1968 para evitar la debacle. De nada sirvieron las protestas de la ciudadanía y las manifestaciones contra el Ejército Rojo. La suerte estaba echada; Dubcek capituló y fue obligado a firmar el Protocolo de Moscú, su defunción política. Y, apenas tres meses después, el 12 de noviembre, Brézhnev pronunció un discurso ante el Congreso del Partido de los Trabajadores Polacos en el que hizo referencia a la doctrina de la ‘Soberanía limitada de los Estados Socialistas‘. En su dossier sobre el tema, el periodista especializado Robert K. Furtak afirma que el líder comunista estableció así «una serie de principios que regulaban los derechos y las obligaciones» de los miembros de la URSS.
La doctrina se explica a través del discurso de aquella jornada. Brézhnev empezó con paños calientes; dijo aquello de que «la posición de los estados socialistas es la del respeto a la soberanía de todos los países» y que la Unión Soviética se oponía «con gran énfasis a las injerencias en los asuntos de cualquier estado y a las violaciones de su soberanía». Paparruchas. Aquellas palabras revistieron una realidad que vino poco después. De su boca no tardaron en salir afirmaciones como que era necesario para los comunistas «defender la soberanía de los estados» que se hallaban en el «camino de la construcción del socialismo». Defensa para hablar de control cuasi dictatorial, vaya.
En sus palabras, la URSS debía permanecer vigilante porque «las fuerzas del imperialismo buscan privar a los pueblos» del logro del comunismo en unos momentos en los que «los derechos soberanos han asegurado la prosperidad de sus países y el bienestar y la felicidad de amplias masas de gente trabajadora en la construcción de una sociedad libre de toda opresión o explotación». Brézhnev esgrimió después que la URSS había «hecho mucho por fortalecer la soberanía y la independencia de estos países socialistas», lo mismo que el Partido Comunista, que siempre había «defendido que cada país socialista» debía determinar «las formas específicas de su desarrollo en el camino hacia el socialismo, teniendo en consideración sus propias condiciones internas».
En ese punto llegó al corazón de la cuestión; la justificación de la invasión de Checoslovaquia en base al clásico paternalismo de la Unión Soviética:
«Cuando fuerzas hostiles internas y externas que son contrarias al socialismo atentan para cambiar el desarrollo de cualquier país socialista en la dirección del sistema capitalista, cuando una amenaza de esta naturaleza aparece en un país socialista, y se produce una amenaza a la seguridad de la comunidad socialista, se convierte no sólo en un problema para el pueblo de ese país, sino también en un problema general, que concierne a todos los países socialistas. Puede afirmarse que una acción como ayuda militar a un país hermano para poner fin a la amenaza al sistema socialista es extraordinaria, una inevitable medida, que solo puede estar provocada por acciones directas por parte de los enemigos del socialismo en el interior de los países y detrás de sus fronteras; acciones que crean una amenaza a los intereses comunes del campo socialista».
Intervenir a placer
Según explica Furtak en su dossier, la ‘Doctrina Brézhnev’ se puede resumir el tres premisas. La primera es que los países que formaban parte de la Unión Soviética ejercían tan solo una soberanía limitada. Esta se basaba en el derecho de los obreros a dirigir un orden socialista o comunista; aunque siempre bajo un partido del mismo corte político. El segundo, que la autodeterminación de los Estados no implicaba su apartamiento «de la comunidad de los pueblos socialistas». Y, por último, que la URSS podía pasarse por el arco del triunfo los principios de coexistencia pacífica entre repúblicas y el respeto a su integridad territorial si consideraba que la región en cuestión pretendía virar hacia el capitalismo.
Sobre el papel, por tanto, el Pacto de Varsovia –contrapartida natural de la OTAN– podía tomar las armas a placer contra cualquier estado de su órbita que hiciera ademán de pasarse al enemigo. De esta guisa lo expresa Furtak: «En el caso de que un partido comunista corriera el peligro de apartarse del camino del socialismo –de acuerdo con el punto de vista soviético– los países hermanos tendrían el derecho y la obligación de intervenir incluso militarmente». ¿Les suena? Medio siglo después, es la premisa en la que se ha basado Vladimir Putin para atacar Ucrania. No en vano, el presidente ruso ha exigido a Zelenski cambiar la constitución del país para que incluya la imposibilidad de acceder a cualquier otro pacto militar internacional.
Lo que sorprende es que la ‘Doctrina Brézhnev’, seguida de cerca por Putin, choca de bruces con las premisas de Lenin. Porque el presidente ruso, por más que se repita, poco tiene que ver con sus ideales. Basta leer el artículo que publicó el pasado 2021 –’Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos’– para entenderlo. En él, especificaba que estaba en contra de una de las máximas establecidas por Uliánov durante la creación de la Unión Soviética: la libertad de los estados para separarse de la Unión Soviética a discreción:
«En 1922, cuando se creó la URSS y la República Socialista Soviética de Ucrania se convirtió en una de sus fundadoras, un debate bastante feroz entre los líderes bolcheviques resultó en la implementación del plan de Lenin para formar un estado unido como una federación de repúblicas iguales. El derecho de las repúblicas a separarse libremente de la URSS se incluyó […] en la Constitución de la URSS de 1924. Al hacerlo, los autores plantaron en los cimientos de nuestro estado una peligrosa bomba de relojería que explotó en el momento en que desapareció el mecanismo de seguridad que suponía el PCUS, y el propio partido colapsó desde dentro. A eso le siguió un desfile de soberanías».-
Manuel P. Villatoro/EBC de Madrid