Egildo Luján Nava:
En medio de la gran angustia y preocupación que se han generado por los trágicos y absurdos acontecimientos provocados durante la invasión de Rusia a Ucrania, y que han puesto en grave peligro al mundo al poderse convertir en escenario de una posible tercera guerra mundial, lo peor que podía registrar Venezuela es el triste hecho antidiplomático promovido por sus autoridades en los últimos días.
Triste y lamentable, porque, política e históricamente, así lo es. Pero, además, un suceso que, si es merecedor de un tratamiento ajustado a lo medianamente bien concebido -si es que se le quisiera aplicar la aceptación de ser un paso ajustado a la sensatez- bien correspondería a un hecho político a lo Ionesco. Porque mientras en el mundo se multiplican las opiniones que se emiten con relación a lo que traduce el escabroso tema del accionar ruso contra Ucrania, en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas donde se ventila el caso, el régimen venezolano anunció su apoyo al agresor de marras, es decir, a Rusia.
Rusia, en su cuestionada acción invasora y destructiva de un país que ha decidido ser libre y vivir en condiciones de libertad, sencillamente, ha decidido contravenir la casi unánime posición mundial, para seguir avanzando. A la vez que, en momentos evidentemente complicados, inclusive, obliga al Presidente de los Estados Unidos, George Biden, a revisar posiciones internas, e incluir en su agenda de mando un componente muy importante relacionado con la importancia del desenvolvimiento de la economía de su país, como es la garantía de la disponibilidad petrolera.
Es así, entonces, como, de repente, dicho gobierno promueve el envío de una Comisión Negociadora de alto nivel a Venezuela, en procura de lo que traduce precisar en dónde pudieran haber garantías de suministro. Sólo que -oh, sorpresa- sin una previa notificación o alerta a la oposición venezolana, liderada por un representante gubernamental interino, y a la que, desde luego, no tiene por qué demandarle consentimiento. Pero sí lo suficientemente curioso, para que se siembren tantas dudas, como barriles de petróleo dice Venezuela que dispone en sus reservas probadas.
Lo cierto es que la citada Comisión se presentó en Venezuela . E hizo sentir cuál sí era su capacidad Negociadora, y hasta dónde podía llegar, a partir de la presencia en el Caribe del Asistente Especial del Presidente Biden y Director Principal del Hemisferio Occidental, Juan González, y del Embajador americano para Venezuela, James Story, quien despacha accidentalmente desde Bogotá.
Según las múltiples informaciones que fueron intencionalmente difundidas, y recibidas por contactos, redes y canales de noticias, el propósito de la Comisión designada por el Presidente Biden fue el de iniciar conversaciones con el régimen venezolano, para tratar tres temas específicos: 1- El reinicio de las negociaciones o Diálogo en México, 2-Solicitar la liberación de los americanos detenidos y cuyo desempeño en el país tiene que ver precisamente con el área petrolera, y 3- Negociar una apertura de explotación y comercialización del petróleo venezolano por intermedio de la compañía petrolera americana «Chevron,» con la intención de llenar el cupo de 830.000 barriles diarios de petróleo, eliminado por el veto a Rusia.
La llegada inesperada y sin aviso de la Comisión dejó sembrada enormes dudas. En primer término, Estados Unidos tiene posibilidades inmediatas de aumentar su propia producción en una emergencia como la actual, o puede comprarle a Canadá, su más cercano aliado y vecino, entre otras soluciones, y sin tener que recurrir a Venezuela. ¿Cómo creer que Estados Unidos no esté en cuenta de ésto?. En segundo lugar, surge una gran interrogante: ¿Cuál fue la razón por la que no se le informó previamente al Presidente Interino, Juan Guaidó, a quien ellos reconocen como tal?
En relación al tema del petróleo venezolano, al realizar un Acuerdo en ese sentido, se estaría formalizando la posibilidad de permitirle a todos los consorcios petroleros extranjeros de reiniciar operaciones en el país, y, en especial, a los que ya estaban operando y fueron suspendidos. Tal es el caso de ENY, de Italia; REPSOL, de España; la Standard Oil (Esso) americana; Shell británica y otras más, además de que eso implicaría el levantamiento de todas las sanciones.
Adicionalmente, la agenda de la Comisión contemplaba propiciar la reanudación de las conversaciones en México con la oposición venezolana y, de ser posible, levantar algunas de las sanciones impuestas por el Gobierno Norteamericano.
Lo cierto es que, de llegarse hasta esa posibilidad, política y económicamente, todo se traduciría en un hecho obvio: oxigenar al régimen y correr la arruga del tiempo para unas elecciones ¿LIBRES?, hasta finales del año 2024, o el 2030, como insinuó Nicolás Maduro. Pero ¿y mientras tanto, qué?.
La pretensión de apelar a la ventaja de los hechos accidentales del momento, desde luego, también llevan implícito, como verdad innegable, otro elemento. Y se trata del país en su conjunto. Porque la recepción de nuevos y mayores ingresos, por sí sóla, no soluciona nada distinto al engordamiento de la caja gubernamental. El sector privado formal y comprometido con el país, progresivamente, le ha estado respondiendo al mismo, a pesar de impedimentos, restricciones y a la ausencia casi absoluta del Estado de Derecho. Pero aquí hay una realidad que no se aplaca, corrige ni se soluciona en los términos que se necesita. Y lo que eso traduce, es que la diáspora crece y el país y sus ciudadanos continúan en una condición de continuo deterioro.
El tema a resolver, entonces, es el de ir a un proceso de soluciones, y no al de darle largas al drama venezolano, alimentar egos, e incurrir en equívocos políticos, como el de actuar de acuerdo a la obediencia que establecen los convenimientos aparentemente ideológicos.
Asimismo, hay asuntos que no se resuelven consumiendo café y endulzando malas ocurrencias. A la compañía Chevron, la única empresa petrolera americana que hoy opera en Venezuela, se le adeudan más de mil millones de dólares que, obviamente, aspira cobrar. Y Chevron, en su legítimo propósito, ha orquestado un muy costoso ¿Lobby?, tanto en USA, como en Venezuela. Se trata de lo que en el ámbito nacional se le conoce como «Palanqueo,» y que, como bien se sabe, generalmente se traduce en múltiples «acciones», incluyendo aquello que, coloquialmente, se traduce en tener que «mojar muchas manos».
Por supuesto, mientras no haya transparencia en las negociaciones y la obligatoria difusión pública de lo que se acuerde, siempre abundarán presuntos de libre construcción y publicación. Asimismo, expresiones no menos importantes, como la que abarca inquietudes entre las que se plantea: ¿Y será ese el móvil que hizo posible el logro de esta inconsulta e inesperada visita que tantas protestas ha generado en las altas esferas oficiales americanas y otras partes del mundo?
Lo preocupante como adicional a los alcances de esta situación, es que se le dé más importancia a la recuperación de un dinero, por sobre lo que implica y traduce la tragedia y el drama que está sufriendo la ciudadanía venezolana. Y se confía en que ese no sea el caso, ni que los acuerdos y negociaciones no sean más que una variable adicional a todo lo ya vivido, apreciado, evidenciado hasta juzgado, en ciertos casos.
La situación es completamente diferente. Un posible entendimiento de ese tipo no sólo involucra dinero o conveniencias comerciales o empresariales. Es prioritario resolver el problema humano, por tratarse de ciudadanos y de países afectados por la violación y desconocimiento de: deberes, derechos humanos, delitos, principios morales, millones de personas en el exilio, acusaciones y juicios pendientes en la Corte Penal Internacional.
De igual manera, se trata de acciones, causas y situaciones que generan consecuencias daños, ruina ciudadana y del país en general. De hechos que no se pueden atender únicamente contemplando intereses económicos sin medir consecuencias.
Esta situación, en los Estados Unidos, ha desatado en muchas polémicas y confusión, entre sectores de la vida política y social, incluso dentro del Senado americano, tanto por algunos congresantes, como por representantes demócratas y republicanos. Similarmente, en Venezuela, como en otras partes del mundo, han quedado sorprendidos por este viaje sin previa consulta, y que pudiera darse bajo la figura de una negociación en ausencia de la oposición. Pero, además, con quienes ellos mismos han calificado permanentemente de ilegítimos.
Obviamente, el régimen venezolano debe estar feliz y contento. La pregunta del millón sería: ¿ Cuál y en qué posición quedaría para que opine la oposición venezolana?
Hay un resabio norteamericano que traduce así: «Para encontrar la verdad, sigue la ruta del dinero y la encontrarás».