La sombra de un invierno nuclear planea de nuevo
La posible escalada de la guerra de Ucrania amenaza la vida en la Tierra
La escalada potencial de la guerra de Ucrania a un conflicto nuclear mundial evoca la histórica advertencia de Carl Sagan en 1983: el uso de armas atómicas provocará inevitablemente un invierno nuclear que, además de acabar con la vida en la Tierra, impactará también al universo.
La alerta nuclear decretada por Vladimir Putin tras la invasión de Ucrania y las amenazas de una confrontación militar entre Rusia y la OTAN han abierto la puerta a una escalada bélica que podría derivar en una guerra atómica mundial.
Las amenazas del Kremlin han dado a entender que Rusia dispondría de una cierta ventaja capaz de neutralizar el Principio de Destrucción Mutua Asegurada concebido durante la guerra fría por John von Neumann, uno de los matemáticos más importantes del siglo XX, según el cual un ataque nuclear iniciado por un contendiente supondría la destrucción simultánea de ambos.
Estamos volviendo a la época de la Administración Reagan (1981-1989), cuando el entonces presidente norteamericano acarició la idea de que la ahora extinta Unión Soviética era vulnerable y podía ser atacada sin riesgo de una respuesta nuclear catastrófica para Estados Unidos.
Aquella suposición suscitó la inmediata reacción de un científico notable, Carl Sagan, plasmada en un afamado artículo publicado en 1983 en la revista Parade, poco después de que un avión surcoreano de pasajeros (KAL 007) fuera abatido sobre Sajalín por cazas soviéticos, que lo confundieron con un avión espía de Estados Unidos. Fue uno de los incidentes más graves ocurridos durante la guerra fría.
Apocalipsis nuclear
Esos momentos de gran tensión entre dos colosos nucleares llevaron a Sagan a denunciar con toda claridad que un conflicto nuclear era, necesariamente, un escenario apocalíptico que acabaría con la vida en la Tierra. Lo llamó invierno nuclear.
Basado en modelos científicos, el invierno nuclear predice que una guerra nuclear levantaría una enorme nube de ceniza y polvo que estaría en suspensión en la atmósfera durante meses.
La oscuridad subsiguiente provocaría la muerte de los seres vivos que realizan la fotosíntesis y la desaparición de los demás seres vivos, ya agonizantes por el aire irrespirable derivado de las explosiones nucleares.
El artículo de Sagan dejaba claro que no era necesario que las dos potencias nucleares usaran todo su arsenal para llegar a ese escenario apocalíptico: una guerra a menor escala que implicara bombas atómicas podría destruir a la humanidad tal como la conocemos. La Universidad de Princeton ya ha diseñado cómo sería esa escalada apocalíptica.
Caída de las temperaturas
El término invierno nuclear fue acuñado originalmente por el científico atmosférico Richard Turco, para referirse a la drástica disminución de las temperaturas mundiales (de hasta 30 a 40 grados centígrados en los continentes del hemisferio norte) que resultaría del bloqueo de la luz solar como consecuencia del humo arrojado a la atmósfera después de una guerra nuclear.
Aunque el modelo utilizado para diseñar estos escenarios nunca se consideró perfecto, lo que presentaba era más que suficiente para otorgarle verosimilitud y una alta probabilidad de ocurrencia. En diciembre de 1983, el artículo de Sagan quedó consagrado con su publicación en la revista Science.
El momento actual no es comparable con el de los años 80, pero llama la atención que en esta ocasión sea un líder ruso el que sugiera que está en condiciones de golpear con armas nucleares a Europa sin desencadenar un invierno nuclear. De alguna forma, Putin es el Reagan ruso en el histórico duelo entre las dos potencias.
Escalada armamentista
Según el Boletín de los Científicos Atómicos, Rusia se encuentra en las últimas etapas de una modernización de décadas de sus fuerzas nucleares estratégicas y no estratégicas para reemplazar las armas de la era soviética con sistemas más nuevos.
Añade que los programas de modernización nuclear de Rusia, combinados con un aumento en el número y tamaño de los ejercicios militares y amenazas nucleares explícitas ocasionales contra otros países, contribuyen a la incertidumbre sobre las intenciones a largo plazo de Rusia y al creciente debate internacional sobre la naturaleza de su estrategia nuclear.
Estas preocupaciones, a su vez, estimulan mayores gastos de defensa, programas de modernización nuclear y oposición política a mayores reducciones de armas nucleares en Europa Occidental y Estados Unidos.
Indica también el Boletín que el hecho de que los planificadores militares rusos estén buscando una amplia gama de versiones mejoradas y nuevas de armas nucleares, sugiere que Rusia se orienta hacia estrategias regionales de guerra, o incluso al uso de armas destinadas a causar terror. Ucrania podría constituir el primer escenario europeo de esta estrategia rusa.
Perspectiva cósmica
El hecho comprobado es que en la actualidad hay nueve países con arsenales nucleares: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel, que en total acumulan 22.440 armas atómicas operativas.
La posibilidad de que una pequeña parte de este arsenal provoque un invierno nuclear fue evocada, más de 30 años después del artículo de Sagan, por otro personaje relevante, el embajador ruso Roland Timerbaev (1927-2019), miembro del servicio diplomático soviético-ruso durante 43 años, militante empedernido del desarme nuclear y uno de los autores del Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares.
En un artículo publicado hace tres años por la Asociación de Control de Armas de Estados Unidos, titulado Nuestro lugar en el universo y las armas nucleares, Timerbaev va un poco más lejos que Sagan: ofrece una perspectiva cósmica de lo que podría pasar en el universo si se concretara el invierno nuclear.
Impacto evolutivo
Timerbaev considera que el descubrimiento de las armas atómicas forma parte de la historia del universo, y que su uso puede ser una forma más de que nuestro planeta sufra un impacto traumático para la vida, ya que asteroides gigantescos o volcanes peligrosos acechan desde el principio de los tiempos.
Añade que ha habido al menos otras 20 especies de seres humanos antes de que apareciera el homo sapiens, y que todos ellos estaban menos adaptados para la vida en la Tierra que un humano moderno, pero que todos se extinguieron.
Plantea que la especie humana actual también tiene serias deficiencias que amenazan su existencia futura, porque esas deficiencias nos conducen a la hostilidad, los conflictos y a las guerras. Y que esta amenaza humana va a peor.
Concluye diciendo que comprender la dependencia total de la vida en la Tierra de las armas nucleares, requiere inexorablemente más esfuerzos para abandonar y eliminar estas armas.
Aviso al universo
La revista The Atlantic añade una pincelada cósmica al posible invierno nuclear. En un artículo publicado en 2015, señala que una bomba nuclear emite una especie de luz similar a la que se origina el interior de las estrellas, donde las temperaturas alcanzan decenas de millones de grados.
Añade que, si hubiera muchas más explosiones, involucrando muchas armas nucleares, podrían generar suficiente calor y luz para ser vistas (aunque sea por unos instantes) desde estrellas cercanas, o desde los confines más profundos de nuestra galaxia, siempre que haya alguien mirando.
Eso significa que el invierno nuclear no sería nunca solo un asunto del planeta Tierra. Alguien en un planeta lejano podría comentar: mira, otra civilización perdida, y seguir con sus ocupaciones.-
Levante. El Mercantil Valenciano