El Papa a la comunidad internacional: «Hagan cesar esta guerra repugnante y sacrílega»
"La guerra de Ucrania es una masacre insensata, donde cada día se ven atrocidades. No hay justificación para esto"
«Cuando las noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?»
«En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte; son nuestros egoísmos los que laceran las relaciones; son nuestras decisiones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal»
«Pienso en los millones de refugiados ucranianos que tiene que dejar todo, y no tienen la posibilidad de escapar, tantos abuelos separados de sus familiares, tantos niños y personas frágiles quedan para morir bajo las bombas, sin ni siquiera encontrar refugio y protección en los refugios»
«¿Es Dios quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados?». El día después de promulgar la nueva Constitución Apostólica de reforma de la Curia, el Papa Francisco se encontró con miles de fieles (muchos, muchos más de los que los profetas de desventuras auguraban) en la plaza de San Pedro. Tras el rezo del Angelus, y con la mirada puesta en el drama de Ucrania, el Papa pidió «no echar la culpa a Dios» de los males humanos. «El Dios despiadado y vengativo no existe».
Tras el rezo del Angelus, Francisco volvió a recordar que «no se detiene lamentablemente la terrible agresión contra Ucrania», que definió como «una masacre insensata, donde cada día se ven atrocidades. No hay justificación para esto. Pido sobre todo a la comunidad internacional que haga cesar esta guerra repugnante».
«Esta semana misiles, bombas, que cayeron sobre civiles, ancianos, niños, mujeres embarazadas... Yo fui a visitar a los niños heridos, aquí en Roma. A alguno le falta un brazo, otro tiene un golpe en la cabeza… Pienso en los millones de refugiados ucranianos que tiene que dejar todo, y no tienen la posibilidad de escapar, tantos abuelos separados de sus familiares, tantos niños y personas frágiles quedan para morir bajo las bombas, sin ni siquiera encontrar refugio y protección en los refugios», reflexionó.
«Es una crueldad inhumana y sacrílega»
«Esto es sacrílego, va más allá y golpea la vida humana. Sobre todo esa vida humana indefensa que va protegida, y no eliminada, y que está por delante de cualquier estrategia. No lo olvidemos, es una crueldad inhumana y sacrílega», dijo el Papa, que saludó a los sacerdotes y especialmente al arzobispo de Kiev, que «ha acompañado el pueblo martirizado de Ucrania». «No nos habituemos a la guerra y a la violencia», clamó. «No nos cansemos de acoger con generosidad, como se está haciendo, no solo en la emergencia, sino en los meses que vendrán, porque saben que e un primer momento todos nos preparamos para asistir a todos, pero luego se enfría un poco el corazón, y nos olvidamos».
«Invito a cada comunidad y a cada fiel a participar el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, para el acto de consagración de Ucrania y Rusia al corazón inmaculado de María, por la paz en Ucrania y todo el mundo», concluyó.
En su reflexión previa, el Papa recordó que «estamos a mitad del camino cuaresmal«, y apuntó a que el Evangelio de hoy plantea una serie de preguntas que, hoy, son más actuales que nunca. «¿Quién tiene la culpa de estos hechos terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más culpables que otras y Dios las ha castigado?».
«Son interrogantes siempre actuales; cuando las noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?», incidió Francisco, quien advirtió: «Tenemos que estar atentos: cuando el mal nos oprime, corremos el riesgo de perder lucidez, y para encontrar una respuesta fácil a cuanto no logramos explicarnos, terminamos por echarle la culpa a Dios».
«Cuántas veces le atribuimos nuestras desgracias y las desventuras del mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia sino que, por el contrario, sufre por nosotros y con nosotros», explicó.
De hecho, añadió el Papa, «Jesús rechaza y contesta con fuerza la idea de imputar a Dios nuestros males: aquellas personas ajusticiadas y las que murieron bajo la torre no eran más culpables que otras y no fueron víctimas de un Dios despiadado y vengativo, que no existe».
«De Dios no puede venir nunca el mal«, recalcó. «En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte; son nuestros egoísmos los que laceran las relaciones; son nuestras decisiones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal».
¿Y cuál es la solución? «La conversión», que es «una invitación apremiante, especialmente en este tiempo de Cuaresma». «Acojámosla con el corazón abierto. Convirtámonos del mal, renunciemos a aquel pecado que nos seduce, abrámonos a la lógica del Evangelio: ¡porque donde reinan el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene poder!», reclamó.
¡Dios cree en nosotros! Se fía de nosotros y nos acompaña con paciencia. No se desanima, sino que pone siempre esperanza en nosotros. Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor de los papás, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro.