Devociones y tradiciones

Beato Enrique Susso, quien nos recuerda la importancia de conocer nuestra fe

Hoy, 28 de marzo, la Iglesia recuerda al Beato P. Enrique Suso (a veces, Susón), místico, predicador, sabio director espiritual y ejemplo de fortaleza espiritual a lo largo de su vida. Es conocido, entre otras razones, por haber sido un eminente discípulo de Eckhart de Hochheim, el “Maestro Eckhart”, dominico alemán iniciador de la corriente denominada “misticismo especulativo” o “escuela mística renana” (debido a que esta surgió a orillas del río Rin, Renania, Alemania).

La importancia del estudio para la vida espiritual

El Beato Enrique Suso -forma castellanizada de ‘Heinrich Seuse’- fue presbítero de la Orden de Predicadores (dominicos), tal y como lo fue Eckhart, su maestro. Suso fue el autor de un brillante tratado sobre la sabiduría de Dios, “El pequeño libro de la Eterna Sabiduría”, y, motivado por la predicación, desarrolló un conjunto de reflexiones sobre temas místicos, entre los que destacan los textos dedicados al Nombre de Jesús.

El beato nació en Suabia (Alemania) en 1296. A los 13 años fue admitido como religioso en el convento de los padres dominicos en Constanza. Solo tres años más tarde, Enrique ya estaba convencido de que Dios lo llamaba a consagrar el resto de su vida a la oración y al estudio.

De 1324 a 1327 fue enviado a estudiar filosofía y teología al Studium Generale Dominico de Colonia, lugar donde conoció a Eckhart. Lamentablemente, el maestro sería condenado -hoy sabemos que injustamente- por los censores eclesiásticos, tras considerarse heréticas algunas de sus tesis. La rehabilitación del teólogo renano llegaría recién siglos más tarde, en 1992, gracias a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La Verdad y la Eterna Sabiduría

Tras la muerte de su maestro en 1328, producida un año antes de recibir la condena, Enrique se dedicó a la redacción de “El pequeño libro de la verdad”, obra considerada como una defensa del Maestro Eckhart. En dicho texto el beato sostiene que las tesis de su maestro fueron “maltratadas a veces por personas, ignorantes aunque espirituales, que las han malinterpretado”.

Su segunda obra, “El pequeño libro de la Eterna Sabiduría”, fue escrita hacia 1330. En el texto, Suso parte de sus meditaciones contemplando el crucifijo para ilustrar el proceso de “conformación” del alma con la pasión de Cristo y la compasión de María. Dicho proceso implica que el alma vaya tomando ‘la forma de Cristo’, algo que debe realizarse a través de un ‘diálogo’ entre la “Eterna Sabiduría” (Dios) y el “servidor” (o siervo), es decir, la persona.

Ambas publicaciones -de gran impacto en aquel momento en Países Bajos, Francia, Italia e Inglaterra- generaron incomprensión dentro de la Orden de Predicadores y terminaron siendo denunciadas también. A Suso se le pidió rendir cuentas ante el Capítulo General de los dominicos, no obstante, después sería exculpado, tras ratificarse su ortodoxia.

Estudio y oración para anunciar mejor al Señor

Entre 1335 y 1337, Enrique cambió el estilo de vida conventual y ascético por los viajes y la predicación. Dejó atrás la vida académica para convertirse en director espiritual, especialmente de monjas y beguinas.

Sus últimos años los pasó en Ulm, donde continuó en la dirección de las almas, mientras revisaba sus escritos. Falleció el 25 de enero de 1366.

Mística

De acuerdo a la tradición el beato tuvo visiones místicas, entre las que se cuenta más de una aparición de la Santísima Virgen María. En una de esas ocasiones Enrique le preguntó qué medios debería emplear para alcanzar más fácilmente la santidad y la salvación, y Ella le respondió lo siguiente: «Negarse a sí mismo; no apegarse a las criaturas; recibir todo lo que sucede, como venido de la mano de Dios, y ser infinitamente paciente y amable con todos, aún con los que son ásperos e injustos en su modo de tratarlo a uno».

Enrique Suso fue declarado Beato por el Papa Gregorio XVI en el año 1831. Entre los muchos seguidores de sus enseñanzas, podemos encontrar nombres ilustres como Tomás de Kempis y San Pedro Canisio, Doctor de la Iglesia.-

ACI Prensa

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