Lo que algunos en Venezuela llaman normalización porque se construyen 30 edificios en el Este de Caracas, los auto mercados están llenos de comida importada y la gente hace cola para entrar en las licorerías y los restaurantes de Las Mercedes, más que normalidad es paz criminal.
Algo sí hay que reconocer, el país entró en una nueva etapa de distribución del poder, muy típica de un proceso de ajuste en la delincuencia organizada y que ocurrió en las naciones de la cortina de hierro, recién caído el Muro de Berlín y también entre los carteles mexicanos.
Se trata del exhibicionismo de cuotas de poder político, económico y represivo que se han acumulado en el chavismo, pero que, por la conflictividad de años recientes, se ocultaba, y ahora, no sólo se siente cómodo mostrándose, sino que necesita hacerlo como expresión de fortaleza.
Por eso, el despliegue de escoltas, camionetas y armas, pero más allá de esto, la “colonización” de territorios en 15 o 20 municipios del país donde se remodelan casas, se reactivan clubes sociales y florecen tiendas inmensas donde más del 90% de la gente no puede comprar nada.
Este modelo se ve, además, reforzado por el control social que ejerce el régimen que le permite marcar el territorio y reservar áreas exclusivas, pero no a través del ejercicio institucional del orden público, sino con la paz impuesta a través de represión, disuasión y propaganda.
Es la Venezuela criminal 2.0 fragmentada en el poder y en el territorio, donde cada uno ejerce su propia ley en un equilibrio inestable y altamente sensible. Este modelo funcionará siempre que haya dinero para nivelar los desbalances y miedo para que la gente no se queje.
Esta, no es una Venezuela con crecimiento del PIB, con presupuesto para las pensiones, universidades y los hospitales o donde se produce gasolina. Es un darwinismo posmoderno de supervivencia exhibicionista del más delincuente. Esto sólo es normal en un Estado Criminal.
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