Un mundo de mentiras
"Tengo la sensación de estar viviendo dentro de un mundo que se acostumbra poco a poco a la mentira"
Noel Álvarez:
Vivimos una época donde es más fácil mirar para otro lado, taparnos la nariz y no escuchar a nadie. Donde resulta más cómodo echarle la culpa a otro y pronunciar frases como estas: “hice lo que me ordenaron” o “lo hacía todo el mundo”, también “zapatero a sus zapatos”. El exceso de información del que disponen muchos gobiernos requiere lucidez por parte de los administrados para separar la verdad de la mentira. Para distinguir la manipulación dentro de una noticia. Para comprobar que la realidad es compleja y está llena de matices. En nuestras manos está dejarnos engañar o saltar a la orilla, mancharnos de barro y demostrar que lo que quieren mostrarnos es simplemente falso.
“Tengo la sensación de estar viviendo dentro de un mundo que se acostumbra poco a poco a la mentira. Una mentira grande, una mentira continuada, una mentira que abraza todos los ámbitos de la sociedad, una mentira que condiciona a las personas de los espacios por donde me toca transitar y que nos dirige derechito al abismo, y me siento como alguien entre una multitud de la cual no puedo escapar y que las políticas se dirigen hacia un barranco”, me confiesa un amigo, comerciante de La Candelaria.
Ya lo decía el poeta y revolucionario británico Percy Bysshe Shelley cuando escribió, a principios del siglo XIX: “Por alrededor de tu cara se teje una red de mentiras”. Él era un revolucionario ateo, de la alta burguesía británica y con la palabra camarada en sus labios. Fue uno de los grandes representantes del romanticismo inglés y un escritor caracterizado por un pensamiento libre radical que podría llamarse anarquista. En ese tiempo la mentira política se comía las instituciones y el periodista y escritor dejó un trabajo que parece haber calcado la situación de nuestros días.
“Mintieron, mienten quienes gobiernan, decía Percy, son mentiras premeditadas, para explicar, sin explicar, para medio contestar con nebulosas pegajosas y tramposas, en las ocasiones en que han sido pillados los mentirosos que creen que jamás serán descubiertas las falsedades que traman”. “Salen momentáneamente de su guarida, paredes de las que cuelgan cuadros valiosos y luces brillantes, para balbucear basura con la que suponen que nos tapan los oídos, los ojos y la conciencia. Improvisan interpretaciones nada brillantes, siempre tras el atril o un rectángulo cobarde de plasma”, escribió el británico.
A veces pensamos que la propaganda electoral es algo moderno. Desde muy antiguo los políticos han utilizado todo tipo de trucos para encandilar a la gente. Los romanos inventaron aquello de ‘pan y circo’ para tener contentos y distraídos a los habitantes de Roma. “Sobre mentiras, y no errores, se encumbra la podredumbre de los políticos que se pasean por el mundo superior, techo de este submundo al que han ido relegando nuestra existencia, unos y otros”, dijo Percy.
Como señaló el novelista ruso Alexandr Solzhenitsin, poco antes de ser expulsado de la Unión Soviética, en 1974: “los comunistas nos han robado la esperanza, y hemos sido tan deshumanizados que por la modesta ración de comida diaria estamos dispuestos a abandonar todos nuestros principios, nuestras almas, así como todos los esfuerzos que realizaron nuestros predecesores y todas las oportunidades para nuestros descendientes, pero que no molesten a nuestra frágil existencia…”
¿Existe alguna salida? Se preguntaba el escritor soviético. “Encima someten a juicio a quienes les da la gana y meten a los cuerdos en los manicomios, y nosotros permanecemos incapaces. Las cosas casi han tocado fondo. Ya nos ha afectado a todos una muerte espiritual universal, y la muerte física pronto se inflamará y nos consumirá a todos y a nuestros hijos, pero seguimos riéndonos cobardemente, igual que antes, y refunfuñamos sin mordernos la lengua ¿Cómo podemos detener el comunismo y sus mentiras? ¿Carecemos de fuerza? Solo tememos separarnos de la manada y dar unos pasos solos, y encontrarnos de pronto sin pan blanco, sin calefacción y sin estar empadronados en Moscú”.
Concluía Solzhenitsin, razonando sobre lo siguiente: “Sería normal votar para expulsarlos del poder, pero no hay elecciones en nuestro país. En Occidente la gente conoce las huelgas y las manifestaciones de protesta, pero nosotros estamos demasiado oprimidos y de hacerlo nuestras perspectivas serían terribles ¿Cómo renunciar a un puesto de trabajo y echarse a las calles?” La amarga historia soviética ya exploró, durante el siglo pasado, duros caminos que concluyeron en fracasos. Hoy nos corresponde a los venezolanos tratar de ser exitosos en una realidad que nos ofrece muchas más dudas que certezas.-
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