Opinión

Coherencia

En el ámbito político la doblez nos ahoga

Alicia Álamo Bartolomé:

San Juan Pablo II hablaba mucho de coherencia. Lo hacía en un mundo abatido por la incoherencia. Dos grandes guerras mundiales y hoy una tercera en ciernes, en el escenario de la Cultura Occidental Cristiana, ¡y Jesucristo es el Príncipe de la Paz! Se preocupaba el Sumo Pontífice por la esquizofrenia del cristiano de hoy: no practica lo que cree. Su vida no corresponde a lo que predica, por lo visto, el fariseísmo no muere. Y no sólo en el campo religioso, en casi todas las actividades humanas hay una doble postura y por eso el mundo va como va, hacia un caos total.

En el ámbito político la doblez nos ahoga. Los líderes hablan del pueblo y sus necesidades como bandera, pero cuando llegan a los puestos claves esas necesidades las convierten en las propias de abastecer sus bolsillos y permanecer en el poder. El hambre y la injusticia que prometieron combatir se convierten en preocupaciones muertas y continúan en dimensiones tales que coartan la capacidad de reacción de ese pueblo tan citado como olvidado.

En el medio económico los empresario se desviven por el rendimiento del dinero, por aumentar caudales, a costa de devastación y envenenamiento del ambiente. Se contaminan aire y agua en detrimento de la flora y la fauna, del hombre mismo que necesita respirar, calmar su sed y humedecer con agua pura la tierra que cultiva. Se atenta, como dice el papa Francisco, contra la “casa común” que es este planeta en peligro.

En otras materias, como la educación, se falsean sus verdaderos fines que son la capacitación cultural y riqueza de conocimientos universales, por una torcida formación ideológica particular y perversa que falsea la historia y ciega las fuentes científicas. Lo que enseñan los programas educativos es una falsificación de la verdad. Y es un crimen contra el futuro, porque los jóvenes malformados, engañados con títulos universitarios pero sin haber recibido los conocimientos necesarios, se enfrentarán a una realidad completamente inermes. Su vida profesional será un fracaso.

En el panorama internacional la incoherencia asusta. Organizaciones creadas para buscar el bien común entre todas las naciones, como la ONU y la UE, niegan el apoyo económico debido a naciones coherentes con sus principios como la defensa de la vida y la legitimidad del matrimonio. Polonia y Hungría están siendo víctimas de eso. Hoy en día quieren que nos pleguemos a la incoherencia de impulsar la ciencia como la medicina,

abocada en su razón de ser a salvar la vida humana y por otra parte auparla para que la destruya con la legalización del aborto y la eutanasia.

El asesinato de un adulto es un crimen que hay que castigar con todo el peso de la ley, pero el de un inocente en el vientre su madre, indefenso, no lo es. Se premia a los asesinatos en masa, se castiga a quienes los combaten. Lo hacen los mismos que están en contra de la pena de muerte y los crímenes ecológicos. No se compadecen del los hombres del futuro, ni de los ancianos del presente, a quienes la ciencia ha ayudado a permanecer en un mundo que ahora les es hostil y quiere desaparecerlos. ¿Hay alguna coherencia en esta actitud?

Hasta en la moda hay incoherencia. ¿Cómo es posible que se pague un alto precio por un modelo donde justamente lo que falta es la tela, que debería ser lo más caro? ¿No es eso un bikini, un hilo dental? ¿Y los pantalones rotos? Última moda es la exhibición de muslos por agujeros deshilachados. Y no es que las o los usuarios rompieron los pantalones, ¡es que los compraron ya rotos! Y el ombligo, parte bien poco agraciada del cuerpo humano, es hoy objeto de orgullosa exhibición: faldas y pantalones desplazaron la cintura hacia las caderas, blusas y camisas se encogieron hacia arriba: es el reino del ombligo.

La falta de coherencia nos está aniquilando. Hacen falta escuelas, universidades de coherencia. Sólo cuando vivamos acordes entre creencia, ideología y vivencia podremos ser libres del error que carcome a la sociedad de hoy. Ser coherentes es la única manera de ser gente.-

De su columna en El Impulso, Del Guaire al Turbio

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