Lecturas recomendadas
La palabra Amnistía
Julio Pernús, desde Cuba:
Siete letras formando un sustantivo pueden ser la mejor medicina para familias enteras que esperan escucharla de labios de algún decisor. Un sustantivo es aquel tipo de palabra cuyo significado determina la realidad. En la Cuba de hoy el pedido de amnistía es paisaje frecuente en las redes sociales de personas sensibilizadas con los apresados y sus allegados, tras el estallido social del 11 de julio.
En el evangelio del pasado domingo se puede leer que, mientras los fariseos y maestros de la ley juzgaban a viva voz a la mujer adúltera, según su interpretación de las leyes, Jesús escribía algo en la tierra. Uno se siente tentado de especular si en su escritura se reflejaría el mensaje de perdón, de “amnistía” para esa condenada que rogaba por su vida. Varias personas de las que han visitado a las familias de los detenidos, comentan cómo al abandonar sus casas el corazón se les tuerce al ver a madres clamar a Dios por la posibilidad de ver libres a sus hijos.
En la mitología griega, Mnemosine, hija de Urano y Gea, era la diosa de la memoria y madre de las nueve musas, las diosas protectoras de las artes y ciencias, puesto que los antiguos griegos consideraban la memoria como la fuente principal de la inspiración de escritores, artistas y hombres de ciencia o filósofos. El nombre de esta diosa dio lugar al surgimiento de vocablos como mnemónico (relativo a la memoria), mnemotécnico (técnica para facilitar la memorización) y amnesia (olvido de todo). La palabra amnistía derivó de un vocablo griego emparentado con ‘mnemosine’.
Una amnistía consiste en el olvido por parte de la autoridad de los delitos cometidos, como si nunca hubieran ocurrido, de tal forma que la responsabilidad de los autores se extingue. Es una figura jurídica que se aplica en la actualidad con más frecuencia a los delitos políticos, como reflejo de que, a veces, con los cambios de gobierno, algunos delitos dejan de ser tales, y el castigo pierde sentido.
La política puesta al servicio del pueblo suele utilizar palabras que alimentan el pensamiento y no el vértigo. Discursos que bordan ironía y poesía, donde palpita el sentido común en favor de los más vulnerables. Un buen dirigente no suele utilizar un lenguaje sobresaltado, histérico, que reduce el mundo a su eslogan, sustantivo cuyo significado en sus orígenes era “grito de guerra”.
Los obispos de Cuba pidieron a las autoridades del país en su mensaje de noviembre del 2021 la implementación de “cambios necesarios” para mejorar la vida de los cubanos y “un gesto de indulgencia” hacia las personas que siguen presas por las protestas del 11 de julio. Asimismo, el episcopado instó a “implementar mecanismos donde, sin temor a intimidación y represalias, toda persona pueda ser escuchada y se encaucen las insatisfacciones ante las duras realidades cotidianas que agobian a tantos, especialmente a los más empobrecidos y vulnerables”. En sus palabras se puede leer una voluntad tangible de tener una opción de diálogo, pero hasta el día de hoy, tras celebrarse varios juicios a ciudadanos apresados que terminaron con amplias condenas como resultado, no se ha efectuado ningún tipo de encuentro entre dirigentes del gobierno y representantes de organizaciones de la sociedad civil e iglesias.
La escritora española Irene Vallejo escribió que, cuando no somos capaces de resolver los conflictos meneando los labios, acabamos por enseñar los dientes. Cada domingo en las preces comunitarias solemos poner en manos de Dios algunos de los anhelos más profundos de nuestro pueblo. ¡Qué tal si en silencio rezamos todos unidos porque la amnistía sea colocada entre las posibilidades políticas para atenuar el dolor de tantas familias cubanas!