El «Nazareno Caminante» que una vez fue echado de Caracas
El mensaje de Dios se expresa de muchas maneras, y a veces, no se le entiende. En esta historia conocerás cómo las milicias chavistas, echaron al “Nazareno” de la Plaza Bolívar de Caracas
Este día miércoles santo, como en el resto del mundo católico, en las iglesias de Venezuela, salen en procesión imágenes de Jesús con su cruz a cuesta. De entre todas las imágenes sobresalen el Nazareno de San Pablo, en Caracas; y el Nazareno de Achaguas, en Apure. Las multitudes los veneran y agradecen sus incontables favores.
En este reportaje, sin embargo, no se hablará de esas multitudinarias eucaristías y procesiones. Sí, del calvario que vivió Juan Francisco Díaz Ramírez, conocido como «El Nazareno Caminante»; un venezolano natural de Achaguas. Sucedió cuando estuvo en Caracas.
Actualmente se desconoce su paradero y únicamente se revivirá el episodio en la madrugada del lunes 13 de febrero de 2012, en Caracas. Porque el mensaje de Dios se expresa de muchas maneras, y a veces, no se le entiende. Llegó desde su nativa Achaguas. Seguramente allí aprendió a imitar a Jesús, y tomó para sí lo de “Nazareno”.
Su intención era cumplir tres días de promesa, pernoctar con su Cruz frente a la estatua de Simón Bolívar y asistir a las misas en la catedral de Caracas. Sus deseos fueron apagados por las autoridades y los realizó en pocas horas. Los milicianos les exigieron un permiso e impidieron que con su «mal aspecto» estuviera en la capital venezolana.
No se quedó callado
«Pero bueno chico, ¿cómo se te ocurre pedirme que le solicite un permiso a la alcaldía para presentar mi Cruz ante el Libertador? ¿Por qué en lugar de impedirme cumplir mi promesa no te dedicas a buscar delincuentes? ¿Por qué no les pides el permiso a ellos?», era su sonoro y renuente clamor, apenas recibía los primeros rayos del sol.
La incomprensión y el autoritarismo, males sociales tan parecidos a los que en su época vivió el verdadero Jesucristo, eran los gestos y respuestas de los envalentonados Guardias Patrimoniales, una especie de milicianos o custodios paramilitares de la plaza.
Lo echaron del lugar para justificar de alguna manera el empleo político que disfrutan, y no entender el mensaje que les pudo dejar a los caraqueños.
El caminante vestido de Nazareno
“Mi caminar de hombre, se hizo camino en Dios, cuando tú, Jesucristo, te hiciste como yo”.
Juan Francisco llegó con su traje de Nazareno, chispoteado de marcas sucias por el trajinoso camino. Tenía dos cordones a manera de cíngulos religiosos amarrados a la cintura, uno gris y otro amarillo casi hasta el piso, con sus nudos a la mitad de ellos.
Una espesa barba con canas le escondía el rostro agreste y duro donde se asomaban dos ojos negros muy vivos pero tiernos, una nariz achatada y dentadura incompleta.
La primera impresión, para aquellos de corazón pudoroso era el temor que pudiera causar su condición. Seguramente creerían que sufría algún tipo de locura. Visto así era una reacción normal. Esa pudo ser la razón de la actitud entre los milicianos.
También llevaba una bufanda tricolor sobre su cuello que mostraba ocho estrellas y el nombre de Venezuela. Tenía dos condecoraciones “que la gente me ha dado en algunos pueblos donde he llegado; son reconocimientos deportivos y religiosos”, explicó.
Sobre su espalda un costal de tela con “una túnica morada nuevecita para Semana Santa”, me reveló en la conversación. En su costado derecho una pequeña bolsa donde guardaba las colaboraciones que algunos se animaron a ofrecerle.
“Con ese dinero compro tela y mando a hacer mis túnicas moradas que ya llegan a cien a lo largo del cumplimiento de esta promesa que es de por vida”. En ambas muñecas tenía brazaletes de tela.
Pero los pies del Nazareno Caminante tenían algo especial que llamaba la atención: *siempre van descalzos y para lo mucho que han transitado no están ennegrecidos ni maltratados; el polvo y lodazal de los caminos no han encontrado espacio en ellos y se notaban sanos y limpios. *“Nunca he sentido dolores”, dijo acerca de sus extremidades.
Milicianos chavistas: “¡Maestro, retírese de aquí!”
“Mis pasos que no hallaban por donde a Dios llegar, y tu palabra dulce, me vino a iluminar”.
Abordarlo fue sencillo. “¡Buenos días mijo!”, expresó con un marcado tono llanero que prolongaba la figurada filiación con el periodista. “¿En qué te puedo servir?”, agregó, descubriendo, además, una voz chillona pero contradictoriamente serena y con una acertada modulación. El Nazareno Caminante no se cansaba de hablar, saludar y repartir bendiciones. Le iba bien el dicho popular: “parece un radio prendido”.
“¡Mucho gusto, me llamo Juan Francisco Díaz Ramírez!”, dijo.
“¿Qué te parece?”, me preguntó. “Este funcionario -y señala a un custodio de la Plaza Bolívar– me está pidiendo que saque un permiso para permanecer aquí con mi Cruz. Primera vez que esto me ocurre en más de cincuenta años que tengo recorriendo a pie mi querida Venezuela con una Cruz a cuesta”, refirió.
En medio de la conversación, una exaltada mujer vestida de rojo y portando un chaleco con emblemas oficialistas, tuvo la osadía de mandarlo a colocar su Cruz junto a los “capitalistas de la Plaza Altamira, porque aquí, en Caracas, manda el pueblo”.
La situación llenó de valentía al Nazareno Caminante quien expresó que él “apoyaba al Presidente pero que no estaba de acuerdo con las expropiaciones ni con las vejaciones a personas que pensaban distinto”. “Le he pedido a Dios por su enfermedad, pero también pido por las personas que no pueden ser atendidas en hospitales y mueren de mengua”.
“Y si Ustedes –se dirige nuevamente a los paramilitares- para que yo esté aquí, me piden un permiso, sencillamente no les daré el gusto porque cada Plaza Bolívar es libre, como es Venezuela. Les digo estas verdades, aunque les duela y me corran de aquí. Total, ya he cumplido con mi promesa: ya le he presentado la Cruz al Libertador en la plaza de su ciudad natal y fui a la catedral”, decía como escribiendo en el aire con sus manos.
El Nazareno Caminante iba y venía. La gente se arremolinaba, pero ante la fama de “territorio libre” defendido por “La Esquina Caliente” del que goza este sector de la ciudad, nadie intentó mostrarse a favor o en contra. Cuando hablaba se dirigía a un miliciano que le increpaba a “retirarse del lugar porque daba mal aspecto, y si quería estar allí debía presentar un permiso de la alcaldía del municipio Libertador”.
“*¡Está bien, yo me retiro, pero mi Cruz no me la vas a tocar!”, *prevenía al paramilitar, impidiendo que su objeto sagrado fuese manoseado por el grupo de guardias patrimoniales que inmediatamente le rodearon cual si este hombre de aspecto místico y contextura débil, estuviera cometiendo delito alguno para ser castigado….
Fiel a su testimonio de sanación personal
“Caminando a tientas en medio de la vida. Ciego por luces falsas, y falsos ideales, mi corazón hombre clamó por la verdad, y tu palabra dulce, me vino a iluminar”.
-Señor Juan Francisco, cuál es el significado de esta Cruz y cuántas ha tenido, pregunté.
“Mijo, esta Cruz significa que en ella están los pecados del hombre, de la humanidad, de los venezolanos, pero también sus esperanzas y sus sueños de felicidad. Esta es la cruz número veintinueve”, respondió con alegría, sabiendo que era escuchado por quienes le rodearon una vez que decidió apartarse de la estatua del Libertador.
“Esta cruz pesa 22 kilogramos y es de madera pura; pero las anteriores eran más pesadas. La gente les ha ido colocado peticiones y pagos de promesas. Como puedes ver las colocan dentro de bolsitas que pegan a la Cruz”, relataba.
Efectivamente, una nutrida gama de bolsas transparentes y oscuras rodean el símbolo religioso que este hombre soportaba en su delgada humanidad.
“Algunos piden por la sanación de enfermedades, por familiares presos, por sus estudios y graduaciones, para conseguir empleo y hasta por condiciones personales propias como la homosexualidad, la prostitución, el lesbianismo y la delincuencia. Otros son para agradecer por los favores obtenidos. Esta Cruz soporta de todo: es el aliviadero de todos los hombres”, dijo.
– ¿Desde cuándo y por qué está usted caminando?, le pregunté nuevamente.
“Desde que tenía siete años”, respondió con rapidez. “Estoy pagando mi promesa porque nací con bronco neumonía severa, y Dios me sanó a los siete años. Luego, desde los catorce años comencé a recorrer el país entero en agradecimiento y vestido de Nazareno”.
Una interminable lista de ciudades, pueblos y caseríos mencionó Juan Francisco cuando se le preguntó si estuvo en determinada población venezolana. Los dice al dedillo y con detalles incluidos de la distancia entre un poblado y otro, y las actividades principales que allí se cumplen. Además, comentó que había estado en Cúcuta, Colombia.
“En todas partes los militares y funcionarios policiales me respetan y cuidan, menos en Caracas”, dijo con orgullo el Nazareno Caminante mientras desaparecía de Caracas.
Reflexión final o enseñanza de esta historia
La Cruz que soporta sobre sus espaldas es la guinda de este singular Nazareno, su historia y la misión que le ha tocado cumplir en la Tierra. En ella reside el secreto de la convicción de este hombre sencillo cuyo mensaje está centrado en el agradecimiento a quien su vida entregó por el rescate de toda la humanidad. Quizás por eso lleva tantos agradecimientos, promesas y peticiones de la gente que le conoce por donde pasa.
“No es un andariego nazareno, es un ser que en su cuerpo ha intentado reflejar la Pasión de Cristo por Venezuela. No es casualidad que, a punto de entrar la Cuaresma, él haya llegado a Caracas con una cruz y toda una vida de historias y sufrimientos a sus espaldas”, comentó una señora al reconocer a este hombre.
En ese momento, la cercanía de la Cuaresma, y luego la Semana Santa, permiten conocer algo más que seguramente Dios quiere decir a quien tenga la oportunidad de encontrarlo en su camino. Queda la evidencia de que por Caracas pasó, lo corrieron del centro de la ciudad, pero algunos lograron escuchar su testimonio y sus enseñanzas.-
Ramón Antonio Pérez – publicado el 13/04/22-Aleteia.org