Lecturas recomendadas

Todo Niño es un comienzo

Adviento y Navidad responden a la necesidad tremenda de esperanza que sufrimos en el mundo

Bernardo Moncada:

Aquellos no eran tiempos de paz, precisamente. Augusto César y el gobernador Quirino, autoridades imperiales que proclaman y organizan el censo (según Lucas 2, motivo que obliga a José a viajar a Belén) comandan una fuerza de ocupación. Sin embargo, Narra Lucas en su Evangelio que el cricrí de los grillos esa noche se oyó turbado por la aparición del ángel a unos pastores: “Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace!” (2: 13-14). Bien sabe el coro angélico que existen el mal y la muerte, pero la vida, nos recuerda el Niño en su precario refugio, está determinada por el bien y por el continuo nacimiento que experimentamos desde que vemos la luz. La historia que está naciendo en el pesebre abandonado.

Como un augurio universal, el coro multitudinario ofrece la paz a quienes acogen el nuevo llamado de Dios. El clamor de los ángeles canta bajo las estrellas nada menos que el nuevo nacer de la raza humana, la Nueva Alianza, la posibilidad de un nuevo comienzo. El impacto de este sencillo hecho ha sido, inmenso y capaz de afectar la Tierra entera. Todo niño es un comienzo, escribe Hannah Arendt, no elimina los duros infortunios que la humanidad afronta, en su mayor parte efectos de nuestra libertad mal utilizada, pero nos hace comprender que no es la adversidad lo que da sentido al vivir, sino esa paz prometida por los ángeles, que llega cuando personalmente nos reconciliamos con la realidad gracias al Misterio trascendente y aceptamos esta primacía por encima de las vicisitudes del mundo.

Adviento y Navidad responden a la necesidad tremenda de esperanza que sufrimos en el mundo y, específicamente, en nuestro país. “Bríndale la calma que tanto le falta al venezolano”, dice Simón Díaz en un bellísimo aguinaldo. En medio del jolgorio alegre, el Niño nos brinda la calma y y una esperanza de deberíamos atesorar en medio de las dificultades.

En 1853, aún sin superar la durísima crisis en la cual quedamos sumidos tras la Guerra de Independencia, y poco antes del terror de la Guerra Federal, apareció este escrito en El Correo de Caracas: “la esperanza no es esa ilusión que habéis desgarrado en vuestras manos como los leves tejidos de un velo de mujer, la esperanza es la sola realidad de esta vida de mentira y error” (Correo de Caracas, “Aguinaldo religioso”). La esperanza que trae el Niño, que nos prepara para la página en blanco de la noche de Año Nuevo, es una esperanza realista y conocedora de los sinsabores y dificultades que igual nos tocará enfrentar; prevalecer es la única realidad dentro de ese caos. De eso se trata la vida, cuando la adversidad nos atenaza, lo más real es anteponerle una esperanza que no sea una mera ilusión.

Dijo Vaclav Havel en su discurso en Hiroshima, “desconozco si el mundo tomara o no el camino que la realidad ofrece. Pero no perderé la esperanza.” «El futuro de la esperanza». Hiroshima, 5 de diciembre de 1995. Que este lapso de luz, extendido entre sábado y sábado, signifique construir un puente hacia el sosiego y la esperanza, actitudes que necesitamos para enfrentar tiempos de grandes dificultades y construir con tenacidad el futuro seguro por encima de ellas.-

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