Rusia expulsa del país a sacerdote del Opus Dei sin dar explicaciones
La partida del P. Fernando es muy dolorosa para los católicos moscovitas
El sacerdote del Opus Dei Fernando Vera, párroco de la Iglesia de los Santos Pedro y Pablo, tendrá que regresar a México. Con la invasión de Ucrania, es difícil no caer en el delito de «difamación de las autoridades y el ejército». Los religiosos son expulsados para alejar las «influencias extranjeras».
Como anunciaron los propios feligreses en las redes sociales, en la víspera de Pascua «las autoridades rusas hicieron un regalo de Pascua a los católicos, expulsando en menos de 24 horas al sacerdote de la parroquia moscovita de los Santos Pedro y Pablo, el padre Fernando Vera, sin permitirle siquiera celebrar las liturgias de la Vigilia y del Día de Pascua». Al párroco mexicano del Opus Dei, que lleva siete años de servicio en Rusia, le retiraron el permiso de residencia sin brindar ninguna explicación, dándole sólo un día para regresar a su país. Es muy probable que al sacerdote se le impida regresar a su misión en Rusia.
Como comentan los fieles, «el P. Fernando tiene la costumbre de llamar a las cosas por su nombre, pero esto ha dejado de ser una virtud en nuestro país. Aunque se tomen todos los recaudos necesarios, hoy en día es difícil no caer en el delito de «difamación de las autoridades y del ejército», aunque sólo se mencione la guerra que se está librando en Ucrania. Mientras que esto puede costar a los ciudadanos rusos fuertes multas o incluso la detención y el encarcelamiento, para un misionero extranjero significa la pérdida del derecho a permanecer en su puesto. Ni siquiera se respeta el preaviso de 48 horas que reciben los diplomáticos antes de ser expulsados.
La expulsión de misioneros no es una novedad en Rusia. En los primeros años del régimen de Putin hubo varios casos, lo que muestra el deseo de alejar las «influencias extranjeras». Los católicos rusos mantuvieron un perfil bajo en los últimos años, evitando iniciativas que pudieran ser acusadas de proselitismo y profesando una lealtad absoluta a las autoridades y sus instrucciones. Evidentemente, esto no es suficiente: el solo hecho de ser sacerdote católico y ciudadano extranjero pone en peligro a los que se desempeñan como pastores.
Todavía hay muchos misioneros procedentes de varios países del mundo, en parte porque no hay suficientes sacerdotes locales para cubrir las casi 300 parroquias católicas de Rusia. De los cuatro obispos que viven en Rusia, tres son ciudadanos extranjeros y uno es un alemán con ciudadanía rusa. Ya habían expulsado a un obispo en 2002, cuando mons. Erzy Mazur, obispo de Irkutsk (Siberia), fue obligado a regresar a su Polonia natal.
La partida del P. Fernando es muy dolorosa para los católicos moscovitas: hace pocos meses había sustituido al P. Igor Kovalevsky como titular de la histórica Iglesia de los Santos Pedro y Pablo. Junto con la Iglesia de San Luis de los Franceses y la Catedral de la Inmaculada Concepción, constituye todo el patrimonio arquitectónico y cultual de la Iglesia Católica Romana en la capital rusa. El P. Igor había dejado su cargo a raíz de una disputa con el arzobispo Paolo Pezzi y la Curia, de la que había sido uno de los primeros colaboradores desde los años 90. Su alejamiento estuvo motivado por la mala gestión de la restitución de los edificios parroquiales, y su sucesor estaba intentando recomponer la armonía entre los fieles y los pastores.
Apenas una semana antes de la expulsión del padre Vera, mons. Pezzi había firmado un decreto de «castigo canónico del sacerdote Igor Kovalevsky por incumplimiento de sus deberes», con una serie de acusaciones que habían exacerbado aún más el malestar en la comunidad católica. El padre Igor abandonó espontáneamente Rusia hace varios meses, interrumpiendo incluso su servicio sacerdotal, y ahora ha sido suspendido canónicamente por el obispo, por desobediencia y por «haber inducido a los fieles a la tentación»
El mismo arzobispo Pezzi presidió los ritos de Semana Santa y Pascua invocando «la Santa Cruz, nuestra única esperanza». Dijo que el mundo está en llamas, pero bajo sus llamas se alza la Cruz, y nada puede destruirla: «Es nuestro camino, que nos lleva de la tierra al cielo». Los católicos «escuchamos los gritos de dolor de los que mueren, y quisiéramos ayudarles, ser ángeles de la guarda y consoladores, pero sólo podemos actuar junto a Cristo Crucificado», concluyó el obispo. «No sólo aquí o allá, sino en todos los frentes, dondequiera que haya sufrimiento, abrazando la Cruz».-
(Asia News/InfoCatólica)