Frank Wilczek, Nobel de Física y Premio Templeton 2022: «¿Por qué el universo es tan hermoso?»
El mundo podría haber sido feo; ¿por qué hay belleza, orden y deber moral?
Inventó conceptos como los axiones o los cristales de tiempo, ganó el Nobel en Física en 2004 por estudiar las partículas del núcleo del átomo… y más adelante empezó a tomarse en serio preguntas sobre la belleza y el sentido en la Naturaleza, en lo muy grande y en lo muy pequeño, y cómo eso resuena en los hombres, no sólo en lo que son, sino en lo que deberían ser y hacer.
Así, el físico norteamericano Frank Wilczek ha llamado la atención del Premio Templeton, considerado el mejor dotado del mundo: a Wilczek se le entregarán 1,3 millones de dólares.
El Premio Templeton es un premio que valora las relaciones entre ciencia y fe, las preguntas profundas sobre el universo y el lugar del hombre, lo que a menudo lleva a preguntas sobre Dios, la inteligencia y el deber moral. El primer premio Templeton lo recibió en 1973 la Madre Teresa de Calcuta; en 1976, el cardenal Suenens; en 2012, el Dalai Lama; en 2021, la etóloga y conservacionista Jane Goodall; en 2020, el genetista Francis Collins…
Frank Wilczek está casado desde 1973 con una periodista y escritora, y sin duda eso le ha ayudado en su esfuerzo divulgativo, como escritor de columnas de ciencia en el Wall Street Journal. En los últimos años, ha publicado libros sobre filosofía, belleza y sentido como «A Beautiful Question» (2015), «The Lightness of Being» (2008) y «Fundamentals» (2021). En éste último analiza 10 intuiciones tomadas de la física y llevadas al pensamiento artístico y filosófico.
Un catolicismo adolescente que abandonó
Wilczek explica en una entrevista en Scientific American que cuando era adolescente los dogmas de la Iglesia Católica que conocía eran muy importantes para él. Pero luego le pareció que casaban mal con la ciencia que conocía, que el mundo era mucho más grande y extraño que el «relato tribal de la Biblia». Había actitudes éticas y comunitarias que no podía ver como llegadas «de lo alto».
En otra entrevista explica que sus padres, católicos, eran personas muy sencillas y no iban mucho a la iglesia, aunque él iba con sus abuelos, campesinos italianos y polacos. Su formación católica no fue nada profunda. De adolescente, le parecía que la Biblia, contando historias «del Oriente Medio» no hacía justicia a la grandeza del universo. «Podría haber hablado de esa grandeza, revelar que estamos hechos de partículas diminutas, que Dios trabaja estableciendo leyes físicas… ¿acaso no es maravilloso todo eso?», lamentaba. Como adolescente le fastidiaba también el «concepto mismo, muy pesado, de pecado e infierno, que me preocupaba mucho».
Abandonó la fe y eso dejó un vacío. Pero a partir de cierto momento decidió investigar lo grande, para llenar ese vacío, y lo grande incluye entender por qué el mundo es como es (por qué hay belleza, por ejemplo; por qué nos gusta) y cómo deberíamos actuar los hombres.
«En años recientes he estado pensando más y más en el significado de todo. Cada vez pienso más no sólo en lo que es, sino lo que debería ser», apunta.
¿Por qué el mundo es maravilloso? ¡Podría haber sido feo!
«La ciencia tiene limitaciones: hay preguntas que no puede responder y otras formas de abordarlas pueden ser necesarias. La ciencia no puede nunca hablar de lo que debe ser. No está diseñada para eso. Puede darte consejos sobre las consecuencias de lo que eliges hacer, pero no decirte lo que deberías hacer», añade.
Hoy no se considera católico ni de ninguna religión concreta, pero sí un investigador. «Creo que ahora he reunido suficiente sabiduría y experiencia de vida para revisitar todo eso con verdadera perspectiva», explica.
El físico Frank Wilczek, en una foto de Michael Clark para la Fundación Templeton.
En otra entrevista considera que la etiqueta de «panteísta» puede definirle en parte, si se refiere al que goza con el mundo «cuando descubrimos que es bastante maravilloso: hermosas matemáticas y lógica hermosa trabajando a gran escala. Hay mucho que pensar, mucho para experimentar, puedes llamarlo un tipo de panteísmo: que puedes sacar gozo de… bueno, de todo, si lo piensas de cierta forma. Y no tendría por qué ser así, la realidad podría haber sido muy fea, sólo un montón de reglas…»
El principio antrópico (la idea de que el universo está sospechosamente afinado para producir al hombre) no le escandaliza. «Yo diría que vivimos en un universo gobernado por una realización concreta de las leyes físicas, con ciertos parámetros y constantes, que al parecer están muy bellamente ajustadas para permitir que emerjan estructuras complejas… y, al final, la mente«, formula con cuidado.
Un mundo extraño que la matemática puede describir
Lo que más le llama la atención es la inteligibilidad del mundo desde la matemática. «El milagro central de la física, para mí, es el hecho de que con ecuaciones y diagramas y cálculos, trabajando en el mundo de conceptos mentales y manipulaciones, de verdad consigues describir el mundo real. Si intentaras entender lo que es Dios tratando de entender el trabajo de Dios, sería eso», afirma.
E insiste: «Resulta que las cosas que funcionan al nivel más profundo para entender como funciona la constitución más básica de la materia, tienen una especie de pureza matemática, en cierto modo, una simplicidad que es, simplemente, asombrosa. Descubrimos tanta belleza en la simetría del mundo, ese tipo de belleza, esa simplicidad conceptual en la descripción profunda del mundo, que la siguiente pregunta es ¿por qué? ¿Por qué es así?»
Su visión de la historia es más bien optimista. «En el día a día podemos dar pasos atrás como pandemias o guerras, pero si miras las tendencias generales son extraordinariamente positivas. Las cosas podrían ir mal, con una guerra nuclear o una catástrofe ecológica, pero si vamos con cuidado como especie, podemos tener un futuro realmente glorioso. Considero parte de mi misión en lo que me queda de vida intentar apuntar a la gente ese futuro, y que no descarrilemos», admite el nuevo poseedor de 1,3 millones de dólares.
Hasta el momento, su obra filosófica -la que ha gustado al jurado- busca descubrir el orden subyacente y la belleza inherente del universo como una forma de entender el lugar del género humano en el universo.
«La belleza es poderosa, y casi por definición es disfrutable. Es un gran don que las cosas que vemos que se pueden disfrutar son también cosas buenas para nosotros. No creo que sea por accidente«, afirma Wilczek.