De la generosidad y la hidalguía
Ser amigo, compañero, camarada, buena gente, dispuesto a reconocer en los otros, logros, triunfos, éxitos. ¿Dios, qué se hicieron esas personas maravillosas que poblaron este país?

Gloria Cuenca:
Soy venezolana por los cuatro costados, caraqueña para más señas. Me encantó mi país desde siempre. Tuve la suerte de viajar muy pronto, desde niña primero, en nuestro hermoso país. Mi padre nos llevaba a muchas partes y regiones de nuestra nación, constantemente. Él y mi madre adoraban a Venezuela.
A los 9 años hice mi primer viaje al exterior, a los Estados Unidos, pasé 7 meses. Siempre soñando con el regreso. A los 17 años fui a Europa. En Italia, pasé dos años, viví, sentí y comprendí lo qué es la añoranza, la nostalgia, el “guayabo” por la patria. He tenido miedo a la emigración. Como dice el dicho, “una propone y Dios dispone”. Mis dos hijos son emigrantes, y también mis seis nietos. Soy una más de las ancianas condenadas a la soledad por el régimen nefasto que desgobierna a Venezuela, el que la arruinó, la destruyó como sí hubiera habido una guerra terrible. No confundirse: fueron ellos con su Socialismo del Siglo XXI responsables de la devastación que sufrimos.
Vayamos al tema que me interesa: la generosidad y la hidalguía. Nuestro gentilicio se ha caracterizado a lo largo de nuestra historia, por la simpatía; al lado de esto la gentileza, vivida con intensidad y de la que he disfrutado plenamente en mi lejana juventud y en mi época adulta. Con excepciones por momentos, en situaciones particulares, también en la ancianidad. Es de los muchos aspectos que echo de menos cuando estoy fuera del país: la cordialidad de nuestros compatriotas. Se distinguen en todas partes, por bromas, comentarios, respuestas agudas y por supuesto atenciones.
Al comienzo de estos terribles 27 años se les ocurrió a los “ideólogos” plantear lo que habían realizado en otros países: que no nos tratáramos, que nos dividiéramos, de acuerdo con la manera de pensar. La unidad no convenía. “Divide y vencerás” era su consigna. No importó que se atentara contra la familia y la amistad, hasta entonces sagrada para nosotros. Siempre cultivada con esmero, especialmente en momentos cumbres: cuando alguien tenía un problema, allí estaba la familia y los amigos, dispuestos a dar una mano, a solidarizarse y apoyar a quien lo necesitara. En materia de las luchas femeninas, las mujeres venezolanas hemos sido siempre fuertes y “echadas pa’lante”. Con absoluta certeza, decisión y trabajo hemos luchado en pro de nuestros derechos como mujeres. Importante acotar: no, las mujeres no queremos ser iguales a los varones. Somos mujeres, a mucha honra, luchamos para que el trato jurídico, social, político, existencial, ético, tecnológico y espiritual, que se nos dé, sea, ese sí, igualitario en todos los planos reseñados. En algún momento de nuestras luchas, quedó muy claro el comportamiento valiente y decidido por nuestras peticiones, deseos y necesidades. Sin embargo, en medio de los problemas y dificultades que ha traído este régimen; lo digo sin temor a equivocarme, puedo decir, que no importa hayan establecido el Ministerio de la Mujer y hasta un banco, la conducta masculina, al menos en algunos sectores, ha ido en retroceso, en nuestro país. Se puede observar por el número de agresiones contra mujeres, niñas, y hasta ancianas, que se producen a diario, especialmente, a partir del terrible aislamiento, producto del COVID 19.
Hay una especie de retorno del machismo más vergonzoso. Este se nota en la actitud en contra de las mujeres. Pareciera que, al surgir varias y decididas líderes femeninas, se pusieron nerviosos. Sin embargo, no se echaron atrás y siguieron avanzando. A partir de un momento, se notó la fuerza, la energía, el coraje y especialmente la congruencia de las mujeres. La gran mayoría se decidió por una de ellas: María Corina Machado. El régimen usó todos los procedimientos para destruir su trabajo. No les sirvió de nada. El pueblo, sufrido y martirizado les habían dicho, “que lo amaban y les resolverían sus problemas”, lo que de ninguna manera ocurrió, sino todo lo contrario. Se desperdigó la familia, los hijos y los nietos partieron. Lo peor, los padres abandonaron a sus hijos, creando una situación inédita: la familia desparramada por el mundo, los hijos separados de los padres, los abuelos solitarios sin los nietos, a la espera de una verdadera palabra que les devolviera la esperanza. Hubo líderes que lograron apoyo y popularidad. Les hicieron fraude y les desconocieron la verdad; ¡Ah! Pero no había pruebas, para demostrar la farsa. La Premio Nobel de la Paz, la Ingeniero María Corina Machado, por su experiencia desde Súmate, organizó toda una estructura para demostrar el posible fraude. Lo hizo, lo logró, lo demostró. Convenció a todo el mundo de lo ocurrido el 28 de julio del 2024. Añoro la hidalguía de los venezolanos de antes: reconocer la derrota, saber que se gana y se pierde, presentarse ante el país expresando lo que ha pasado con sinceridad es lo que correspondía. ¡Vana ilusión! Por otro lado, está la “generosidad del venezolano”.
Ser amigo, compañero, camarada, buena gente, dispuesto a reconocer en los otros, logros, triunfos, éxitos. ¿Dios, qué se hicieron esas personas maravillosas que poblaron este país? ¿Qué ha pasado? A diario encontramos gente mezquina ¿será qué los infelices son insaciables? Eso parecen. No reconocen triunfos, menos derrotas. ¿De dónde salieron? ¿Quiénes son? ¡Dios nos acompañe en este infortunio, nos guie y permita que la generosidad y la hidalguía regresen al país!.-




