Opinión

El enemigo de mi enemigo…

Si yo soy demócrata el enemigo de mi enemigo no puede ser mi amigo si es asimismo un líder importante de una dictadura

Marcos Villasmil:

Un viejo dicho, de origen árabe, muy repetido afirma que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Leo que “El enemigo de mi enemigo es mi amigo es un proverbio árabe que desarrolla el concepto por el cual dos partes que tienen un enemigo en común deberían poder trabajar juntas para obtener una victoria al unirse contra él. Se le describe como un proverbio de origen árabe, aunque también se le compara con frases chinas similares”.

Claro, cuando se aplica el dicho a la realidad política actual, la cosa no es tan sencilla. Pues, así como el tsunami de la antipolítica y el populismo han destrozado muchas cosas y han derribado verdades y conceptos, también lanzó ese dicho al basurero de la historia.

Veamos un primer ejemplo:

Hace algún tiempo el presidente chileno, el socialista Gabriel Boric, en una reunión con otros presidentes de la región hizo duras críticas al régimen chavomadurista; no fue el único, por cierto, ni era la primera vez que él lo hacía. En una respuesta típica, Diosdado Cabello lanzó drones verbales con todo tipo de insultos al mandatario chileno. Nada nuevo bajo el sol. Pero el sorprendente eclipse político se dio cuando inmediatamente un dirigente del partido Republicano de ese país, un movimiento claramente de derecha, emitió declaraciones ¡elogiando a Cabello!

En cristiano: un representante de un partido que es una de las alternativas democráticas y de tendencia conservadora contra el actual Gobierno de izquierda chileno, una organización que se ofrece como esperanza contra los socialistas y comunistas australes, elogia a Diosdado Cabello.

 

Fin de mundo.

Si yo soy demócrata el enemigo de mi enemigo no puede ser mi amigo si es asimismo un líder importante de la dictadura chavomadurista (o de cualquier otra). No hay excusa posible.

El problema es que ese error garrafal se está cometiendo con demasiada frecuencia. Y siguen los ejemplos insólitos.

 

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Cuando la salvaje agresión de Hamas a ciudadanos israelíes indefensos el pasado año, Falange, un viejo partido español, resucitó la amistad con los países árabes de su histórico líder, Francisco Franco, y la usó como excusa para apoyar a Palestina frente al «sionismo» israelí.

La formación que loa a José Antonio Primo de Rivera criticó a Israel por hacer «la vida imposible al pueblo palestino». En nota publicada en “The Objective” puede leerse que «los falangistas siempre hemos defendido la libertad de Palestina, siempre negada por Israel. En honor a la verdad, desde mayo de 1948, el sionismo, el estado de Israel, con la complicidad de la Europa actual y EEUU, lleva usurpando territorio que no les pertenece, haciendo la vida imposible al pueblo palestino».

Para estos falangistas, el tiempo y la realidad se han congelado. Y piensan que Francisco Franco tendría hoy la misma postura sobre el tema que sostuvo hace casi 80 años.

En realidad, los ejemplos de aplicación de este principio son comunes a lo largo de la historia, en muchas ocasiones de carácter muy circunstancial y episódico. Por ejemplo, la alianza de los países occidentales aliados con la Unión Soviética contra la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, o el apoyo a regímenes comunistas o anticomunistas, dependiendo de la estrategia de cada quien, por parte de las superpotencias durante la Guerra Fría.

Existen diversos ejemplos de cómo algunos líderes políticos han utilizado un supuesto enemigo, real o inventado, buscando generar una cohesión que le sea favorable entre sus potenciales seguidores. Así fue Hitler con los judíos, o ha sido más recientemente Donald Trump con los mexicanos y todos los que somos o parecemos latinoamericanos, y líderes ultraderechistas europeos como Marine Le Pen con la población migrante. Tal enemigo era o es, por lo general, incomprendido por la mayoría, por lo que generar sentimientos negativos hacia ellos resulta fácil por concepciones previamente adquiridas sobre estos; además, los líderes se presentan como los abanderados del combate contra ese enemigo, real o ficticio, promotores de coaliciones supuestamente salvadoras.

 

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Concluyamos con la actual situación criolla, con una pregunta inicial: ¿se puede ser simultáneamente amigo, pana del alma de Vladimir Putin -asesino cruel y uno de los principales protectores de la dictadura venezolana- y también afirmar que se es un aliado en la lucha de los demócratas criollos por la libertad y la reconstrucción democrática? Pregunta que les dejo a los venezolanos votantes en los EEUU el próximo noviembre.

Mientras, ha quedado más que demostrado el liderazgo de María Corina Machado. Ella ha sido ungida como la campeona de la causa democrática nacional. Y su apoyo a Edmundo González Urrutia ha prendido en toda Venezuela. Cada día que pasa son más los adeptos a nuestro candidato de la unidad democrática.

La realidad es que hoy hay un candidato que representa el cambio, el rescate del país después de 25 años de oscuridad. Y frente a él se encuentran -al menos hasta el momento de escribir esta nota- nueve candidatos de la dictadura: Nicolás Maduro y una corte de ocho alacranes. Nueve nombres que aparecerán en el tarjetón el 28 de julio representando nueve opciones contra la unidad nacional, contra la reconstrucción patria, votos a favor del continuismo del régimen.

Ocho de ellos se siguen vendiendo como “opositores”, palabra que les queda grande. Son meros instrumentos fracasados que buscan dividir, y si suman, es a favor del actual estado de postración patria.

El pueblo venezolano tiene claro esto. Y un ejemplo que destacan todos los días las redes sociales es el del partido Fuerza Vecinal, surgido hace pocos años y que ha ido creciendo, en especial en los territorios de las alcaldías de Chacao y Baruta, en Caracas.

Su líder, Gustavo Duque, apoyó la opción de Manuel Rosales después del 25 de marzo. Al retirarse, el gobernador zuliano apoyó la candidatura de la unidad nacional ¿no debería haber hecho lo mismo Duque y su partido? Pues resulta que este señor decidió apoyar a uno de los alacranes más connotados (y que no ha dudado en insultar a Edmundo González): Antonio Ecarri. El resultado: en toda Venezuela la militancia está abandonando Fuerza Vecinal a raudales, para apoyar al único candidato opositor, Edmundo González Urrutia.

Lo lamentable es que entre tantas inconsecuencias ya no se sabe con certeza absoluta de quién es en realidad amigo Fuerza Vecinal, o de quién es enemigo…Y ya no le sirven ni siquiera los viejos proverbios, como el árabe mencionado al comienzo de esta nota.

América 2.1

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