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La sanidad pública y nuestro beato JGH: la lucha por el derecho a la salud

Un escenario que se agrava por la emigración masiva del personal sanitario

Alfredo Infante S.J., del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco :

Venezuela ha dado un salto mortal hacia atrás en materia de salud pública. No es fácil hacerse la idea de cómo se puede destruir, en tan pocos años, un sistema integral (científico, académico, clínico) que llegó a ser punta de lanza en América Latina. Nos recuerda Acción Solidaria que “Venezuela se mantuvo durante muchos años en el primer lugar de medicina preventiva, alcanzó reconocimientos y logros internacionales por erradicar enfermedades como el sarampión y el paludismo y por controlar y reducir otras como la poliomielitis y la difteria. En la actualidad, la salud decayó en proporciones inimaginables, con la reaparición de enfermedades prevenibles y, sobre todo, con el número de personas afectadas y su trascendencia a las regiones vecinas” [1]

De manera esquemática podríamos decir que en las primeras décadas del ciclo democrático, que se inició en 1958, se produjo un salto cualitativo en calidad e inclusión en materia de salud pública; sin embargo, en los últimos años de ese período -cuando la partidocracia convirtió el sistema sanitario en maquinaria clientelar y se acentuaron los recortes presupuestarios por la crisis económica- comenzó un proceso de deterioro que exigía una reinstitucionalización que nunca llegó; luego, en los primeros años del chavismo hubo una aparente recuperación -nada estructural- a través de las misiones, pero en la última década de este ciclo revolucionario llamado  “Socialismo del siglo XXI” ha ocurrido una acelerada destrucción del sistema. La revolución ha sido depredadora de la calidad de estos servicios.

Hoy, la mayoría de la población no tiene acceso a la salud. Nos comenta Juana Estrada, de 80 años -conocida como “Maíta” y habitante del sector Ayacucho de la parte alta de La Vega- que “el pobre la tiene bien difícil… Si va al médico no tiene cómo pagar los exámenes ni las medicinas, entonces, a muchos no les queda otra alternativa que curarse con guarapitos y encomendarse a José Gregorio Hernández”. Las iglesias y las ONG han creado múltiples iniciativas humanitarias para responder a estas carencias, pero debemos recordar que la solidaridad es subsidiaria y que los niveles de exclusión y desigualdad en este campo seguirán en aumento, cobrando vidas, si no hay un giro de 180 grados en las políticas del Estado.

Recientemente, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) encendió las alarmas por el resurgimiento de la fiebre amarilla, enfermedad letal transmitida por un mosquito, que había sido erradicada en Venezuela y para cuya prevención existía una política efectiva de vacunación y fumigación de las áreas de riesgo. Los recientes casos ocurrieron en el estado Monagas, al oriente del país. “La OMS señaló que Monagas tiene una baja tasa de inmunización contra la fiebre amarilla (67,7 %), lo que indica que una parte significativa de sus habitantes corren un riesgo alto”. [2]

De igual modo, la Alianza Venezolana por la Salud [3] ha advertido que, en los últimos años, enfermedades como la difteria o el sarampión han resurgido por falta de medidas preventivas y restricciones en el acceso a la información, ya que el Estado no publica con la regularidad y rigurosidad debidas los boletines epidemiológicos, instrumentos indispensables para monitorear la situación de las enfermedades y diseñar las acciones a favor de la población.

Este escenario se agrava por la emigración masiva del personal sanitario, dadas las infrahumanas condiciones laborales y el alto riesgo en el contexto de pandemia. El 14 de octubre, Mario Zambrano, de la ONG Médicos por Venezuela, reportó que “de acuerdo a los datos recopilados en 75 centros de salud distribuidos en 20 estados y el Distrito Capital, al menos 4.447 trabajadores de la salud se contagiaron con Covid-19”. También indicó que, ante la denuncia de esta situación y el ejercicio del derecho a protestar, la respuesta del Estado ha sido la represión y criminalización. “Las amenazas siguen siendo el pan de cada día en nuestros centros de salud. Desde el primero de enero de 2021 al 30 de septiembre de 2021 se han registrado 625 amenazas al personal de salud, a quienes asisten a su legítimo derecho a la protesta”, dijo Zambrano vía Twitter.

El martes 26 de octubre celebramos la festividad de nuestro beato José Gregorio Hernández, el Médico de los Pobres, quien, junto con Luis Razetti y otros destacados profesionales, fundó la medicina moderna en Venezuela y conformó una generación que inspiró a muchos trabajadores del área para hacer de Venezuela un país de avanzada en políticas de salud pública inclusivas y de calidad. JGH y sus compañeros fueron clínicos, académicos y científicos, y entendieron que su misión era liberar a Venezuela de las enfermedades para posibilitar condiciones de vida digna para nuestro pueblo. Hoy, el mayor milagro que esperamos de nuestro beato es que los venezolanos recuperemos la institución de la salud y que nos organicemos y movilicemos para hacer viable este derecho.

Beato José Gregorio Hernández, ruega por nosotros.-

 

[1] https://accionsolidaria.info/alerta-enfermedades-erradicadas-reaparecen-en-venezuela/
[2] https://www.efe.com/efe/america/sociedad/la-oms-informa-de-un-brote-fiebre-amarilla-en-venezuela-y-recomienda-vacunacion/20000013-4651729
[3] http://alianzasalud.org/alertas/

*Foto: El País

Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco
22 al 28 de octubre de 2021/ N
° 121

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