Opinión

Las encuestas no garantizan resultados, sólo describen tendencias

La meta no puede ser esa falsa máxima de que  se impondrá, dominará y regirá aquel que imponga una voluntad rectora entre trampas y jugarretas

 

Egildo Luján Navas:

El poeta Antonio Machado, autor del famoso poema que incorpora la frase «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar», se refería a la vida y a todos sus componentes, sugiriendo o insinuando situaciones e influencias que ocurren alrededor de la existencia misma. Es decir, a hechos que, aun siendo ajenos a los planes y la voluntad en el transcurrir de la vida, en muchos casos, obligan al ser humano a cambiar involuntariamente rumbos y la consecución de destinos.

Sin duda alguna, el vate expresó una gran verdad en relación a algo tan complejo como es la vida, la cual, a decir de otros interesantes escritores, que el hecho de vivir  está tan salpicada de tantas situaciones, sentimientos y circunstancias que, cuando se está y se le trata de encontrar justificaciones a lo que se hace bien o mal, dependiendo del entorno,  no siempre es posible demostrar si, en efecto, un hecho o el comportamiento depende del pensante o es una realidad que se puede  y que  se describir, sólo a partir  lo que le ha sucedido por el hecho de vivir, o si, por el contrario, es víctima o humano comprometido con sus errores al no poder encontrarle sentido a lo sucedido.

Lo cierto es que, viviendo y tratando de adecuar la existencia a la posibilidad de identificar el camino que se puede y se debe andar, vivir o, simplemente, andar respondiendo a objetivos cargados de subjetividad emocional, no es posible siquiera encontrarle sentido a la pretensión de saber cuándo sí y cuándo no es necesario respaldar las causas de un acontecimiento. O si, por el contrario, ha llegado el instante apropiado para sumarse a otras causas, a otros pensamientos. En fin,  poder razonar, justificar y hasta escribir acerca del futuro por adelantado.

De igual manera, también puede darse que, adicionalmente, existe la posibilidad de que, en respuesta a la interpretación y hasta a la justificación de encontrar rumbos y posibles comportamientos adecuados a lo que se supone ofrece rumbos apropiados, carece de sentido asumir pasiva y sumisamente -y como norma de vida- la improvisación de la opción de existir como alternativa funcional, y hasta recurrente para poder  hacer camino al andar.

Guste o no la apreciación al respecto, definitivamente, los planes, los estudios, los cálculos y las  metas no pueden asumirse y aceptarse como norma obligada para cualquier decisión, y menos basadas en altos grados de posibilidades acordes con las circunstancias  y las informaciones disponibles.

Al darle un importante grado de consideración a la situación en Venezuela, pareciera que la dirigencia partidista  venezolana considera que, definitivamente, como norma rectora , hay que asumir  la expresión de Antonio Machado, cuando expresa que, definitivamente,  no hay camino y que la única manera de lograrlo, o de tenerlo, o de disponer de él, es caminando, andando.

Ahora, ¿acaso no es precisamente eso mismo lo que ha sucedido o se ha dado en Venezuela durante los últimos 23 años?. Negarlo es pretender  ocultar el brillo del sol únicamente con un suspiro, mientras, para variar, precisamente, se niega por capricho la existencia del sol.   Esa ha sido una constante en la política venezolana; sí, de esa misma plagada de improvisaciones, ignorancia, trampas, traiciones, deslealtades, incongruencias, y todos a la cola de un objetivo históricamente dominante:  «Quítate tú, para ponerme yo».

¿Y en qué se ha traducido esa constante?. Sin duda alguna, en el hecho de que la visión que debería beneficiar al gran colectivo con amor a la Patria, el cumplimiento con los deberes y disfrute de los derechos o del amor al prójimo, no ha sido lo prioritario. Bien porque no ha convenido o porque su ubicación, desafortunadamente, siempre ha estado a la llamada «cola» de los propósitos concebidos, aplicados y administrados por quienes, aun afirmando atribuirle prioridad a dicha necesidad, siempre se las han arreglado  para que la posibilidad no se manifieste en el presente.

Ante los millones de venezolanos que han sido testigos vivientes sobre lo sucedido, la dolorosa  verdad es que  es innegable que la otrora Venezuela, pujante, próspera, feliz, la misma del   «Ta  barato, dame dos», y en cuyo nombre cualquier ciudadano podía viajar al exterior con recursos propios, hoy está destruida. En ella, nada funciona. Bastaría con enumerar, analizar y de tratar reflexivamente lo que en ella ha sucedido con los servicios públicos, para apreciar lo que es verdad y acusadora:  deficientes, pobres y miserables, y exhibiendo la peor de las condiciones, que no podía ser otra que el reflejo de que se está y se vive en  una situación económica malograda. Tanto que la Nación que la vive y sufre, no puede evitar admitir que su ciudadana, catalogada como la más pobre de América, se ha ganado el señalamiento de ser víctima inmisericorde  de sus gobiernos y de sus gobernantes.

A esa Venezuela, guste o no escucharlo,  le llegó la hora de tomar decisiones, de cambiar y de evolucionar. No se puede seguir en la ruta del egoísmo  y del predominio de los  intereses personales,  en detrimento de las familias, la Patria y los connacionales. Efectivamente, es verdad,  hay partidarios y hay opositores. Pero también, en  ambos bandos, no todos son malos. La mayoría está conformada por venezolanos de buenos principios, motivaciones e identificados con  su voluntad que ofrecen al servicio de Venezuela. Inclusive,  hay que convencerse de que sólo y nadie más que los mismos venezolanos, tienen a su cargo la responsabilidad de admitir que unidos, únicamente unidos, pueden rescatar al país. En fin,  «todos  debemos convencernos de que, sólo unidos, lograremos rescatar el país».

Las encuestas profesionales, las que se organizan y desarrollan respondiendo a verdaderos y auténticos profesionalismos, y no a la previa asignación de sólo tratamientos comerciales, reflejan y describen que sí existe una  abrumadora y dominante mayoría que quiere un cambio. Y a esa mayoría, hay que darle la oportunidad de hacer valer su voluntad,  de imponerse transparentemente.

La última encuesta que  realizó  en abril pasado  la empresa «Meganálisis», habla por sí mismo. Según sus resultados, la gran mayoría ciudadana no está de acuerdo con la actual situación, tampoco con  las perspectivas de que se deba continuar así. Inclusive, los resultados del sondeo señalan que la ciudadanía  no cree en el actual Gobierno, pero tampoco en los partidos de la denominada  oposición. ¿ Y qué hacer, entonces?.

Definitivamente,  hay que llegar a acuerdos, a entendimientos. Porque, lo innnegable, es que  todo está mal, Y que hay que escuchar los  equilibrados mensajes de la Iglesia Católica, para entender y reconocer a qué se debe que su liderazgo  siga gozando de alta credibilidad, como  de respeto en el país y fuera del él. Fue esa misma Iglesia la que se pronunció en algún momento, y logró que su expresión pasara a ser un reducto espiritual de buena voluntad, como de convertir en propósito su propuesta de la necesaria REFUNDACION de la Nación, con cambios profundos en la expresión integral del país.

El régimen no debe continuar posponiendo, con excusas y tácticas dilatorias, a lo que se demanda  nacional e internacionalmente. Lo que se está demandando, y porque es lo que se necesita, es la estructuración de un diálogo serio, con metas, proyectos, propuestas positivas y de reinstitucionalizacion nacional, como de recomposición de la Patria. Y en donde participen observadores internacionales, además de representantes de las partes comprometidas con la consecución de soluciones.

Para evitar desconfianzas y dudas, la oposición, inclusive,  debe nombrar una comisión negociadora, supra partidos, integrada por personas  independientes, honorables, expertas, de prestigio y experiencia reconocida.

Nuevamente, la meta no puede ser esa falsa máxima de que  se impondrá, dominará y regirá aquel que imponga una voluntad rectora entre trampas y jugarretas.    La única victoria apreciable, tangible y dominante, no puede ser otra que aquella que emerja de la voluntad del entendimiento y de la decisión de impedir que el país continúe siendo un reflejo de sus fracasos políticos y morales, como del empobrecimiento que exhibe más del 95% de su ciudadanía . Definitivamente, hay que salvar al país

 

 

 

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