Opinión

Devuelvan el avioncito

Alicia Álamo Bartolomé:

Hoy son pocos los productos comerciales que anuncian por TV, unos pocos bebibles o comestibles, de limpieza personal y doméstica, más unos cuantos cosméticos. Las pantallas más bien se inundan de publicidad institucional, que debe pagar el gobierno, si es que paga, porque de lo contrario los canales de TV estarían fritos.

Aplaudo de esta publicidad institucional lo bien hecha que está desde el punto de vista de su realización y actuación. En esto, la superación es notable. Sin embargo, no siempre estoy de acuerdo con parte de su contenido. Por ejemplo, en las cuñas que denuncian la violencia de género -denominación incorrecta, pero pase- se termina diciendo “Hablemos de frente”, pero no se ha indicado a dónde y a quién solicitar ayuda. Queda un suspenso. Por otra parte, cuando se habla de problemas de pareja, siempre se concluye que allí no hay amor sino violencia. Habría que comenzar por ver si alguna vez hubo amor.

Si una pareja se ha unido, debió ser por el amor y si éste es sincero, lo lógico es que ambos miembros hayan hecho un compromiso de amarse, respetarse y complacerse mutuamente, tanto por concesiones como por renuncias. La manera de vestirse debe estar dentro de esos compromisos. Ni el hombre ni la mujer que exige un respeto de su cónyuge, es libre de vestirse como le da la gana. No, porque no todo el mundo está dispuesto a ver a la persona que ama en la forma provocativa de la moda actual, con desnudeces y apretaduras de cabarets. Ahora, que la incapacidad de complacer de uno provoque la violencia en otro, sí es falta de amor, pero de ambos. Por lo tanto, los dos son culpables de este desenlace.

Complacer es uno de los verbos más hermosos y sugestivos del castellano, es dar o renunciar “con placer”. Una madre complace al hijo que la hace levantar de su descanso para jugar con él o buscarle una golosina. Un hombre o una mujer escoge ir a un espectáculo que no le gusta porque es el que le agrada al otro, complace y lo hace “con placer”.

Me llamó la atención la recién pasada serie de publicidad institucional, de contenido histórico, sobre la figura de Manuelita Sanz. Amena, bien realizada y corta. Y algo notable: cuando salía el Libertador, el actor era según la imagen que tenemos grabada a través de la abundante
iconografía de Bolívar,
no esa grotesca con cara de idiota que inventó Chávez. Igualmente en una cuña de estos días sobre el concurso internacional de poesía que convoca Venezuela para conmemorar los 200 años de “Mi delirio sobre el Chimborazo”, poema en prosa escrito por Simón Bolívar, en el Ecuador. Un retroceso que es un avance.

Las del regresos a clases y las advertencias sanitarias sobre el covid-19, necesarias y convincentes. En cambio, la invitación a los jóvenes a inscribirse en las Fuerzas Armadas, si su realización es de calidad, la concepción es pésima. ¿Cómo se les ocurre invitar a la juventud venezolana para defender a la patria contra el imperio? La sola idea de enfrentarse al poderío bélico de los Estados Unidos los espanta.

Pero donde la propaganda oficial pone la cómica, es con el asunto del avión detenido en suelo argentino por el imperio. Presenta a los estadounidense como unos malucos, retienen a una nave aérea venezolana y a su tripulación, que sólo transportaba ayuda humanitaria, ¿será cierto? ¿Qué vieron los gringos dentro para proceder así? En otra cuña se apela al argumento de que Venezuela fue una de las pocas naciones que apoyó a la Argentina cuando la Guerra de Las Malvinas; ahora a la nación sureña le toca su turno de reciprocidad. Se pretende conmover a los argentinos para que reaccionen y nos ayuden a recuperar el aparato posado en su suelo. Ellos no han dicho ni pío. Sus razones tendrán. El sur no está para meterse con el poderío del norte. Mejor, chitón.

Mientras tanto, nosotros aquí, aguantando escasez de alimentos, recursos medicinales, electricidad, agua; aunque ésta abunda en torrenciales aguaceros que arrasan con todo. Y en la patria de Carlos Gardel, nuestro juguete estacionado, llenándose de polvo y lluvia … , ¡ah malhaya, devuelvan nuestro avioncito!.-

Alicia Álamo Bartolomé

Publicado originalmente su columna «Del Guaire al Turbio» del El Impulso, Barquisimeto

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