Entrevistas

“La transparencia es un «estilo» de gobierno, no una finalidad”. Entrevista a Jordi Pujol sobre Iglesia y transperencia

En el contexto de la presentación del libro “Transparencia y secreto en la Iglesia católica” hemos entrevistado a uno de sus autores: el P. Jordi Pujol, del clero de la prelatura del Opus Dei

El jueves 26 de mayo fue presentado el libro “Transparencia y secreto en la Iglesia católica” (“Trasparenza e segreto nella Chiesa Cattolica”) en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (PUSC). Para profundizar en el tema de la obra hemos entrevistado a uno de sus autores, el P. Jordi Pujol, profesor de “ética de la comunicación” y “derecho de la comunicación” en la facultad de Comunicación Institucional de la PUSC.

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Pregunta: En otro tiempo hablar de “secreto” estaba asociado más bien a un valor positivo. La sensibilidad social actual parece ya no ver en esto un valor. En este sentido, pareciera que la Iglesia va contra corriente pues sigue teniendo al centro, al menos en uno de sus sacramentos pero también en la gestión de algunos asuntos importantes, el “guardar un secreto” (por ejemplo el secreto pontificio). ¿En qué momento y cómo el secreto se convirtió en un problema y no sólo para la Iglesia?

Respuesta: La custodia de algunos -pocos- espacios de secreto es muy importante para la vida social y de la Iglesia, porque la transparencia absoluta sería inhumana. El ser humano es la única criatura que, por su dignidad, es generador de secretos. Ahora bien, el problema con el «secreto» a nivel institucional es cuando éste se convierte en un manto para esconder problemas. Hay un legítimo derecho a saber pero a su vez, éste no es absoluto. Yo diría que el criterio general tiene que ser de «apertura» salvo en los casos previstos por la ley: la buena fama de las partes y el bien social, como puede ser la seguridad nacional o garantizar el curso de la justicia. El criterio es la defensa de bienes humanos y jurídicos como la privacidad o el bien común político.

Pregunta: ¿Se puede decir que se ha dado un “abuso del secreto” en la Iglesia? Esta pregunta también hace pensar acerca de en qué sentido el secreto sigue siendo un valor, sobre el límite del secreto o sobre en qué medida el secreto sigue teniendo un valor indiscutible… en caso de tenerlo…

Respuesta: En el libro usamos la expresión «abuso de secreto» para evidenciar este exceso que sí se ha dado: la instrumentalización de un bien precioso como son la discreción, la reserva, la confidencialidad, se han mancillado para cubrir diversas formas de corrupción. Toda sociedad política o eclesial necesita gozar de espacios de secreto. La vida ordinaria y de familia está tejida de «secretos» y «confidencias», y eso es muy humano: el secreto del médico, del abogado, del sacerdote, del amigo. La confidencialidad es muy importante para la construcción de la confianza social y personal… o para su contrario.

Pregunta: La dinámica de la comunicación actual (inmediata, masiva y que difumina lo público de lo privado) da la impresión de que tenemos derecho a conocerlo todo. En ese sentido parece que ya no hay lugar para lo privado e incluso para lo confidencial. Esto afecta también a la percepción que sobre la Iglesia se tiene. ¿Hay todavía lugar para lo privado? ¿Qué tiene derecho a conocer el otro y qué no? ¿Y qué criterios se da para distinguir lo público de lo privado, lo que tengo derecho a conocer y lo que no?

Respuesta: Por un lado, la distinción entre la esfera pública y la privada se ha diluido con la llegada de internet. Como también la distinción entre estar «ofline» y «online». No pienso que haya marcha atrás en este proceso. Estamos simultáneamente en modo presencial y conectados. Los smartphones y la gran conectividad han disparado nuestra capacidad de comunicar pero también de curiosear. El narcisismo y el voyeurismo tan arraigados hoy se basan en tendencias muy naturales en el ser humano como la de «gustar a otros», y también la «curiositas», pero cuando no hay moderación llevan a estos «ismos». La necesidad de confidencialidad nos habla de espacios de silencio, de un sano pudor, discreción, modestia. El derecho a saber no es absoluto, ni mucho menos, particularmente con las personas, pues no se las «posee». A nivel institucional es distinto: los ciudadanos tienen el derecho a saber sobre las instituciones públicas, y en diferente medida sobre las instituciones privadas que operan en ámbito público, como la Iglesia.

Pregunta: ¿Nos puede explicar la diferencia entre secreto profesional, secreto pontificio y sigilo sacramental y qué relación tienen con la transparencia, tema general de su libro?

Respuesta: El secreto profesional es un secreto ligado a la condición de médico, militar, abogado, periodista, sacerdote, o sea un secreto ligado al ejercicio de una profesión. El secreto pontificio es como un estatus de mayor reserva que se da a ciertas materias en las que se protegen bienes personales como la fama o la privacidad, o il bonum Ecclesiae. Por ejemplo las investigaciones preliminares de un potencial delito de abusos sexuales por un sacerdote, las informaciones diplomáticas, que hacen referencia a la elección de obispos, etc. Finalmente, el sigilo sacramental es el único secreto absoluto, inviolable porque es algo entre Dios y ese individuo.

Pregunta: La experiencia dramática, criminal y reprobable de casos de abusos en el seno de la Iglesia han derivado en algo positivo: un mayor sentido de honestidad, responsabilidad y también de transparencia. Sin embargo, la transparencia no es una estrategia de marketing o publicidad y, de hecho, también supone una cultura de fondo y una responsabilidad. ¿Qué tipo de errores de transparencia se pueden dar? ¿Nos puede referir algún caso? O en un sentido más amplio, ¿la “mala transparencia” también puede ser un problema y de qué tipo?

Respuesta: La transparencia es un «estilo» de gobierno, un instrumento, no una finalidad. La Iglesia, como cualquier organización tiene relaciones con sus públicos internos y externos. Estas relaciones tienen que estar impregnadas de apertura y de responsabilidad. No todo el mundo tiene derecho a saber todo. La transparencia tiene mucho de «contextual». Cada organización debe velar para que estos flujos de información horizontal y vertical sean eficientes y adecuados para llevar a cabo la misión que se tiene como institución. Para ello, uno se dota de una estructura y de unos procesos. Pues bien, en la Iglesia a veces hemos dado por supuesto esta «cultura» de la apertura y de la responsabilidad compartida.

¿Abusos de transparencia? Publicar los nombres de sacerdotes «acusados» en elencos públicos de una diócesis junto a religiosos ya condenados, pisoteando así la presunción de inocencia. La presión mediática sobre la Iglesia está llevando a algunos superiores a enarbolar la bandera de la «tolerancia cero» como un eslogan.

Pregunta: Finalmente, de lo general bajamos a lo particular de organizaciones y/o instituciones: ¿podría esbozar en algunos pocos puntos concretos qué aconseja a realidades eclesiales para una comunicación transparente?

Respuesta: Esta pregunta es muy frecuente, por eso al final del libro hemos sintetizado quince consejos prácticos: desde la óptica de la identidad de la Iglesia (su magisterio), desde el punto de vista comunicativo, y desde la óptica jurídica… Os invito a que los leáis vosotros mismos [sonríe].-

(ZENIT Noticias / Roma, 29.05.2022).

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