Trabajos especiales

Portales y Bello, una relación de confianza y cercanía

Gran admirador de Bello, él era partidario de la codificación de las leyes y decidió pedirle que empezara a redactar el Código Civil...

“Más hijos del sistema colonial que de los bochinches revolucionarios, tuvieron caracteres y costumbres muy distintas, pero congeniaron en muchos puntos. Bello expresa con dignidad y belleza clásica las ideas que Portales estampaba con palabras terribles”.

“Bello era un buen conversador, discurría y discutía con sus alumnos fumando un enorme habano, casi inmutable”.

“Diego Portales tenía una fuerte personalidad, talentosa y compleja, de
singulares y superiores relieves”.

Francisco Vargas Avilés:

 

Don Andrés Bello llegó a Valparaíso el 25 de junio de 1829 a bordo del mercante Grecian, proveniente del puerto inglés Gravesend, del cual había salido en compañía de su numerosa familia el 14 de febrero de ese año. Era un hombre ya maduro, de 47 años, que había enviudado de Mary Ann Boyland y vuelto a casar con Elizabeth Dunn, ambas inglesas. Venía después de una estadía de 18 años en
Londres con su mujer y sus hijos Carlos y Francisco, del primer matrimonio, junto con Juan, Andrés, Ricardo y Ana, nacidos de las segundas nupcias.

Don Diego Portales, en cambio, era mucho menor y cuando ambos se conocieron tenía 36 años. Esto no fue obstáculo para que pronto se estableciera una amistad recíproca basada en una admiración respetuosa hacia este venezolano de carácter tímido y grandes conocimientos que fue Bello. Si bien estuvieron en desacuerdo en algunas materias internacionales, especialmente con la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana que Portales estimaba necesaria, existen testimonios epistolares que dan cuenta de la gran estimación y aprecio que el ministro le brindó a Bello. Esto se vio confirmado cuando en 1832 aceptó ser padrino de María Ascensión, hija de Bello, petición que consideró como una especial distinción, haciéndose representar en la ceremonia del bautizo por su
inseparable amigo Antonio Garfias.

De esta manera nació una relación de confianza y cercanía. El ministro le enviaba con mucho afecto a su compadre frecuentes regalos, entre los cuales no podían faltar los puros habanos, placer que disfrutó don Andrés hasta sus últimos días.

Valparaíso era uno de los lugares favoritos en que veraneaba con su familia y, ciertamente, Portales lo habrá acogido y guiado en sus paseos por la región.

Gran admirador de Bello, él era partidario de la codificación de las leyes y decidió pedirle que empezara a redactar el Código Civil, no obstante existir algunas objeciones por su condición de extranjero, pese a que se encontraba nacionalizado chileno desde 1832. Tampoco poseía un título en leyes, para lo cual debió aprobar su examen en el
grado de Bachiller en las Facultades de Sagrados Cánones y de Leyes en la Real Universidad de San Felipe, Santiago. Sin embargo, no se recibió nunca de abogado, pudiendo haberlo hecho de sobra. Cumplida esta formalidad, se abocó a un difícil y arduo trabajo en solitario durante largos años, debido al tiempo que le tomaban sus otras ocupaciones, entregando su primer borrador completo del Código en octubre de 1852. Su promulgación fue posible gracias a la tenaz dedicación de don Manuel Montt, quien presidió -como Napoleón con el código francés- cada una de las 300 sesiones de la Comisión Revisora formada para ese
efecto, hasta que finalmente empezó a regir desde el 1º de enero de 1857.

RECOGIMIENTO, PICARDÍA Y DIVERSIÓN
Ambos personajes tenían caracteres y costumbres muy diferentes. Don Andrés de Jesús, María y José, Bello López, era hombre de misa diaria para lo cual madrugaba e iba a la iglesia Santa Ana, próxima a su domicilio. Se recogía temprano y en algunas ocasiones disfrutaba viendo alguna ópera de Rossini.

También asistía a las tertulias musicales de doña Isidora Zegers de Hunneus, donde además había canto y baile. Visitaba a doña Javiera Carrera, para lo cual realizaba viajes a su propiedad en El Monte. Salvo algunas excursiones con su amigo Mariano Egaña a La Hermita, en Peñalolén, su vida transcurría con mucha disciplina en su trabajo y gran sentido de la responsabilidad. Buen conversador, discurría y discutía con sus alumnos fumando un enorme habano, casi inmutable, y reía con gusto frente a una salida ingeniosa de alguno de ellos. Su escritorio erasu lugar sagrado y pasaba la mayor parte de su tiempo solo, en compañía de su gato Micifuz. Dice don Miguel Luis Amunátegui que esta mascota se transformó en leyenda familiar, pues al morir el sabio saltó sobre su ataúd cuando era llevado a la Catedral y después huyó para siempre.

Don Diego, Josef, Pedro, Víctor, Portales y Palazuelos, como reza su partida de bautismo en la Iglesia Santa Ana, tenía una fuerte personalidad,talentosa y compleja, de singulares y superiores relieves. Esto, sin embargo, no le impedía divertirse a su manera, pues gustaba “salir de no- che” y se cuentan varias anécdotas al respecto. En una oportunidad, don Diego, que era gran bailarín, se vio en grandes aprietos donde las “petorquinas” para contestarle a una de ellas los versos de un baile, el “cuándo”, que ambos bailaban en medio de la expectación y
entusiasmo de la concurrencia y amigos íntimos. En este baile los danzantes empiezan con pasos ceremoniosos y en el momento oportuno el hombre canta una copla amorosa picante e ingeniosa dedicada a su compañera; ella, a su vez, después de un rato contesta con otros versos. La Mercedita, que era muy pícara, se adelantó y le propinó la siguiente copla al Ministro: “Cuándo, mi vida, cuando será ese día, de aquella feliz mañana, que nos lleven a los dos el chocolate a la cama”. La ocurrencia de la bailarina dejó algo desconcertado a su pareja, pero se repuso y contestó: “Llegará ese cuándo, mi vida,cuando te acerques a mi cama y me vuelques la tacita que esté tomando”.

Joaquín Edwards Bello dice en una de sus crónicas que Bello y Portales, más hijos del sistema colonial que de los bochinches revolucionarios, congeniaron en muchos puntos. Bello expresa con dignidad y con belleza clásica las ideas que Portales estampaba con palabras terribles.

Al morir Portales asesinado en 1837, cuando aún no se cumplían 20 años de la proclamación de la Independencia, esta amistad se hizo pública y don Andrés, como senador de la república, formó parte con Mariano Egaña y Diego Antonio Barros de la comisión que recibió sus restos en el Senado y le rindió honores a su memoria.

Fuente:  Revista del abogado, Julio 2011.

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