50 años como monja de clausura en Venezuela: «Siempre que necesito, Dios me auxilia»
La hermana María Virginia de Jesús entendió su llamado a la contemplación en el “cada día y en la meditación de ese misterio de fe y amor que solamente las almas enamoradas son capaces de encontrar”, dijo sobre ella el obispo de Trujillo
Un momento de especial felicidad se vivió en el monasterio “Sagrado Corazón de Jesús” de la Orden Carmelitas Descalzas, en Altos de Escuque, en Trujillo (Venezuela). La razón no es usual, una de sus integrantes, la hermana María Virginia de Jesús, arribó a sus bodas de oro de vida consagrada. Efectivamente, son cincuenta años consagrada y viviendo para Dios en medio del claustro.
“Me siento muy agradecida con el Señor a pesar de mi indignidad”, dijo la carmelita descalza según la nota recibida por Aleteia, desde la vicaría de medios de la diócesis de Trujillo.
El padre José Magdaleno Álvarez, responsable de esta instancia dijo que la celebración fue el jueves 8 de junio. Cuatro días después, el domingo 12 de junio, la hermana cumplió 79 años de vida.
“Siempre que necesito, Dios me auxilia. Si me siento mal enseguida voy al Santísimo para pedir su ayuda… y Él me da paz”, explicó la monja en su encuentro con el obispo de Trujillo, monseñor José Trinidad Fernández Angulo, sacerdotes y familiares que la acompañaron en el festejo.
La hermana también confesó: “Dios es mi gran amigo, mi esposo porque nosotras nos desposamos con el Amado; en todas las necesidades yo acudo a Él”.
Feliz y sonriente
La hermana María Virginia de Jesús tiene como nombre de pila Trina Elena Fuenmayor Andrade. Según la información recibida es hija de Eduardo Fuenmayor y Josefina Andrade de Fuenmayor, y nació en Maracaibo, estado Zulia, el 12 de junio de 1943.
Hizo sus primeros votos religiosos el 9 de junio de 1972 en San Pedro de Los Altos, estado Miranda, donde estaba anteriormente la fundación. “Aquel monasterio fue trasladado a las montañas trujillanas en el año 1992”, describe la información aportada por el padre Magdaleno Álvarez.
La religiosa se mostró en todo momento sonriente y feliz. Además, dijo “sentirse sorprendida porque no se esperaba tanto”.
“Me siento muy contenta de ver a mis familiares porque no sabía que venían; pero también, lamento la ausencia de algunos sacerdotes que por motivos de salud no pudieron acompañarme”.
La monja, que es morocha con un hermano, también agradeció cariñosamente la presencia del obispo, sacerdotes, familiares y amistades que le acompañaron y tributaron un momento de oportuna alegría.
La misa a través de una rejilla
La misa fue celebrada en la capilla del monasterio por monseñor José Trinidad Fernández Angulo, obispo de la Diócesis de Trujillo. En esta capilla las religiosas comparten la eucaristía desde el interior del monasterio desde un salón con rejilla llamado coro, que mira al altar mayor.
“Las rejas del Carmelo están ahí, no para protegernos del mundo, sino para atraer el dolor y las necesidades del mundo, a la soledad del alma con Dios”, dice un letrero frente a las rejas. La frase es de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, cuyo nombre judío antes de la conversión, consagración como carmelita descalza y martirio por parte de los nazis, fue Edith Stein.
Con sus típicos hábitos, las carmelitas descalzas acompañaron a María Virginia que estaba colocada al centro de ellas con una corona de flores sobre su cabeza. El obispo habló de la fiesta litúrgica del día, en esta vez dedicada a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y de la vida religiosa contemplativa.
El misterio de la contemplación
“Compartimos con ella la alegría y la gratitud”, dijo el prelado en referencia a la hermana María Virginia de Jesús. “Pedimos a Dios que su vida de entrega sea testimonio para muchas vocaciones a la vida contemplativa. Así como Jesucristo, Sacerdote y Pastor, manifiesta sus sentimientos por todos nosotros, así los consagrados manifiestan sus sentimientos que adornan la vida de la Iglesia a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia”, dijo Fernández Angulo.
“Estamos llamados a ser místicos en la contemplación de cada día y en la meditación de ese misterio de fe y amor que solamente las almas enamoradas son capaces de encontrar. Es esa la manera como nuestra querida hermana ha deseado vivir y como Dios le ha permitido llegar a celebrar estos cincuenta años” dijo el obispo de Trujillo.
Después se hizo la renovación de los votos de la hermana María Virginia de Jesús. Sus compañeras de monasterio entonaron un himno en latín que se acostumbra en esta ocasión, mientras dos religiosas, una a cada lado, vertían sobre la consagrada pétalos de rosas. Entre los barrotes de la contemplación, se observaron lágrimas de júbilo que rodaban por las mejillas de la emocionada religiosa.-
Ramón Antonio Pérez – Aleteia Venezuela – publicado el 13/06/22