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Encuentros 30

Jesús, en cuanto constructor de la Nueva Alianza, asume la tradición judía transformándola y dándole un sentido pleno y definitivo

Nelson Martínez Rust:

 

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4º.  ¿Cuándo celebrar?

Para satisfacer el deseo de entender correctamente el “cuándo” de la celebración litúrgica y de la fe cristiana es necesario reflexionar primero sobre los significados que las fiestas tenían en el antiguo Israel, de las cuales la Iglesia es heredera. En efecto, entre sus muchas celebraciones, tres se destacan: La Pascua, Pentecostés y Tabernáculos (Chozas). Un distintivo era la alegría con las que se llevaban a cabo: “… y te regocijarás en tu fiesta, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita, el forastero, y el huérfano y la viuda que viven en tus ciudades” (Dt 16,14). Veamos cada una de ellas de manera breve.

A.- La Pascua.

En sus orígenes era una fiesta agrícola de acción de gracias de campesinos y pastores que celebraban en primavera la renovada fecundidad de la tierra y los rebaños. Con el tiempo se transformó en una fiesta histórica, que recordaba y actualizaba la liberación del pueblo de Egipto. De esta manera se subrayaba el carácter de “memorial”: “No comerás con ella pan fermentado; durante siete días la comerás con ázimos, pan de aflicción, porque a toda prisa saliste del país de Egipto: para que te acuerdes del día en que saliste del país de Egipto todos los días de tu vida” (Dt 16,3). En el Éxodo se establecía el ritual a seguir: la inmolación del cordero, la aspersión de las jambas y del dintel con la sangre, la cena familiar en la que se comía aprisa, de pie y con el bastón del viajero en la mano significando la rapidez con que se debía celebrar (Ex 12,1-14).

B.- Pentecostés.

Era una fiesta netamente agrícola y tenía por finalidad el ofrecer a Dios las primicias de las cosechas en señal de “agradecimiento” (Lev 23,15-21). Al igual que sucedió con La Pascua, Pentecostés pasó a significar en la historia de la salvación, el memorial de la alianza que Dios había establecido con el pueblo de Israel. Más tarde, en los tiempos de Jesús, pasó a significar el don de la Ley en el Sinaí.

C.- Tabernáculos (Chozas).

También era una fiesta agrícola y de acción de gracias. Se festejaba la recolección de los frutos de otoño (Lev 23,33-43). Se caracterizaba por la alegría reinante en donde se cantaba y bailaba (Jue 21,19-21). Su significado original fue desplazado y, poco a poco, se impuso una dimensión histórica: el recuerdo de la estadía de Israel en el desierto que tenía que vivir en tiendas: “Durante los siete días habitaréis en cabañas. Todos los naturales de Israel morarán en cabañas, para que sepan vuestros descendientes que yo hice habitar en cabañas a los israelitas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Yahvé, vuestro Dios” (Lv 23,42-43).

Como podemos ver el pueblo de Israel transformó las fiestas agrícolas en celebraciones conmemorativas históricas en donde nunca faltó la acción de gracias por los beneficios recibidos y el reconocimiento de la acción divina. De esta manera, el pueblo reconocía la generosidad de Dios que le daba al hombre la tierra y las cosechas: “Y ahora yo traigo las primicias de los frutos de la tierra que tú, Yahvé, me has dado” (Dt 26,1-11). El israelita, de esta manera, aprendió a reconocer que la tierra y sus frutos eran un don de Dios (Dt 26,11). Al mismo tiempo fue adquiriendo la conciencia de que esos dones no eran bienes exclusivos para su disfrute personal, sino que debía compartir con sus hermanos y los forasteros. Así el don de Dios se transformaba en la conciencia de una necesaria fraternidad (Dt 26,4-11).

En todas estas celebraciones debemos tener presente que, en el culto, las palabras, los gestos y las dramatizaciones evocan las maravillas que Dios ha realizado en el pasado, haciendo explotar la fuerza de la esperanza en el presente y reviviendo el deseo de la intervención divina en el futuro. En este sentido el culto es ante todo lugar de “revelación – actualización del encuentro de Dios con el hombre – y de “tradición – se trasmite de generación en generación lo que Dios ha hecho y hace por su pueblo -. En el centro del culto está Dios. Éste es un movimiento descendente, de Dios al hombre. Al mismo tiempo que es ascendente, del hombre hacia Dios. La acción cultual no es solo “memorial” de la historia salvífica sino ofrenda, proclamación de la fe, adoración, arrepentimiento y respuesta de parte del creyente.

Jesús, en cuanto constructor de la Nueva Alianza, asume la tradición judía transformándola y dándole un sentido pleno y definitivo. En este sentido debemos observar la valoración que hace del Templo y del Sábado, y el sentido profundo con que llena de manera definitiva la Cena Pascual – la Eucaristía -. De esta manera, la celebración de los signos – los sacramentos de la Iglesia – forma parte del tiempo intermedio en el cual se desenvuelve la Iglesia de Cristo. Los signos del pan y del vino de la cena fraternal muestran que la realidad escatológica – futura – ya está presente, y por esto se la celebra; por otro lado, estos mismos signos muestran que la realidad definitiva no se ha alcanzado del todo. Si así fuera no tendríamos necesidad de “signos” ni de “celebración. En la vida eterna no son necesarias las celebraciones.

Es por esto que el Concilio Vaticano II enseña: “La santa Madre Iglesia considera que es su deber celebrar la obra de salvación de su divino esposo con un sagrado recuerdo, en días determinados a lo largo del año. Cada semana, en el día llamado “del Señor”, conmemora su resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.

Además, en el ciclo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y el Nacimiento hasta la Ascensión, el día de Pentecostés y la expectativa de la feliz esperanza y venida del Señor.

Al conmemorar así los misterios de la redención, abre la riqueza de las virtudes y de los méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en cierto modo, durante todo el tiempo, a los fieles para que los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación” (SC 102). ¿Cuándo celebrar?  Siempre.

 

Valencia. Junio 26; 2022

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