Lecturas recomendadas

Clérigos

 

Rafael María de Balbín:

 

 

La Iglesia de Dios no es una de tantas organizaciones humanas, que aparecen, nacen y mueren a lo largo de la historia. Realiza la acción divina a través del espacio y del tiempo, contando con las circunstancias y la libertad de las personas. <<La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, cuya novedad se define por su íntima relación con Cristo y su proyecto: el Reino; Él “la estableció y mantiene continuamente” como “Iglesia santa, comunidad de fe, de esperanza y de caridad” (LG 8), sacramento de comunión salvífica universal >> (Cf. Ibid 9). (CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA, Obispos, Presbíteros y diáconos al servicio de una Iglesia comunión. documento conciliar n° 9, n.1).

Para poder cumplir su misión recibió la capacidad  de enseñar, dirigir y santificar a los hombres. <<Cristo la ha hecho partícipe de su dignidad y misión profética, sacerdotal y regia; y para que el Pueblo de Dios realice su ser sacramental y su misión evangelizadora, le ha dado un ministerio pastoral dotado de una profecía, un sacerdocio y una realeza calificados, que son presencia y actuación de Cristo-Cabeza de la Iglesia>> (Idem).

Hay en la Iglesia una autoridad de institución divina para ejercitar un ministerio, es decir un servicio. <<Este ministerio, “divina misión confiada por Cristo a los Apóstoles” (LG 20) mediante “una especial efusión del Espíritu Santo”, se continúa primordialmente en los sucesores de los Apóstoles, los Obispos. El ministerio jerárquico, cuyo progresivo desarrollo refieren los escritos del Nuevo Testamento, quedó plasmado definitivamente como estructura fundamental de la Iglesia peregrinante en un conjunto integrado por los Obispos y sus colaboradores los presbíteros y los diáconos (Cf. Ibid)>> (Idem, n. 2).

Así, mediante el Sacramento del Orden, algunos fieles cristianos son capacitados para orientar hacia Dios a todos los miembros del Pueblo de Dios.  Los Clérigos (Obispos, presbíteros y diáconos) tienen una relevante misión, que les es propia y para la que han sido capacitados. <<En la línea de una eclesiología de comunión, el Concilio Vaticano II puso de relieve la colegialidad del Episcopado (Cf. LG 22), la unidad del Presbiterio (Cf. PO 8), la integralidad del ministerio en una Iglesia particular (Obispo, Presbíteros, Diáconos), así como su sentido de servicio de y para la comunión>> (Idem, n. 3).

Ciertamente los clérigos no son  la Iglesia, que está integrada por la totalidad del Pueblo de Dios. Pero su misión de servicio es relevante para ella. Siempre hay que evitar el viejo mal del clericalismo, que llevaría a un protagonismo del clero en detrimento de su servicio ministerial: ellos son solamente una minoría en la Iglesia, aunque una minoría cualificada. <<Consciente del momento histórico actual y fiel al mandato del Señor, La Iglesia en Venezuela, a través del Concilio Plenario, quiere continuar su proceso de renovación, actualización y conversión al Señor>> (Idem, n.4).

<<En esta línea, el Concilio Plenario de Venezuela se propone con el presente documento: tomar en cuenta lo que el Pueblo de Dios expresa en estos momentos sobre sus pastores; reflexionar estos datos desde la fidelidad al evangelio; ofrecer caminos que ayuden a los actuales y futuros ministros a configurarse mejor como pastores, al estilo de Jesús, dentro de la realidad de la Iglesia en Venezuela>> (Idem, n. 5).

Una historia llena de significado:

<<A partir de 1498 “comenzó el proceso de la conquista y colonización de lo que más tarde sería Venezuela. Desde ese mismo momento empieza también la obra evangelizadora de los primeros misioneros”. La primera Iglesia particular surgió con la creación de la Diócesis de Coro en 1531. Es importante recordar y rendir homenaje a los obispos y sacerdotes, al trabajo de órdenes religiosas y Curas Doctrineros, quienes realizaron, con ardor y creatividad, la primera evangelización en Venezuela>>  (Idem, n. 6).

<<La guerra de independencia supuso el desmantelamiento de los cuadros eclesiásticos en las diócesis de Caracas y Guayana>> (Idem, n. 7).

<<De todos modos en el siglo XIX era heroico aspirar al sacerdocio, cuando no podían establecerse estudios en forma; cuando el clero era escarnecido por los intelectuales y tachado de enemigo de las luces y del progreso; cuando las iglesias y cabildos habían sido despojados de sus rentas; cuando los sacerdotes eran tratados, por la mayoría de los gobiernos, como funcionarios subalternos mal pagados y no reconocidos>>  (Idem, n.8).

<<A pesar de todo, a finales del siglo XIX, tras el destierro de obispos, el cierre de seminarios, la supresión de los conventos, y el vilipendio del estado clerical, se emprende una reevangelización que produjo copiosos frutos>> (Idem, n, 9).

<<La carencia de ministros ordenados producida en la Venezuela del siglo XIX llevó, en la siguiente centuria, a solicitar, con apremio, una necesaria ayuda presbiteral y de vida consagrada a Iglesias de otros países, la cual permitió un resurgimiento eclesial indudable, la diversificación de presencias evangelizadoras, así como la ampliación de horizontes de Iglesia>> (Idem, n. 11).

<<La segunda mitad del siglo XX quedó marcada por la abolición de la Ley de Patronato Eclesiástico y su substitución por el “Convenio entre la Santa Sede y la República Venezolana”, en la que fue factor decisivo el Cardenal José Humberto Quintero. Se abrió, así, una nueva etapa para la Iglesia en el país, caracterizada además por un crecimiento sostenido del número de diócesis, parroquias, seminarios y vocaciones>>  (Idem, n. 12).

<<Las dos visitas del Santo Padre Juan Pablo II, en 1985 y 1996, dieron un nuevo impulso a la renovación de la fe católica en el pueblo venezolano>> ((Idem, n. 13).

<<A inicios del siglo XXI [año 2003] la Iglesia católica en Venezuela consta de treinta y siete Iglesias particulares: nueve arquidiócesis, veintidós diócesis, un exarcado greco-melkita, cuatro vicariatos apostólicos y un ordinariato militar. Además de los pastores de estas iglesias, hay aproximadamente mil doscientos diecinueve sacerdotes diocesanos, setecientos ochenta y dos sacerdotes religiosos, y 105 diáconos permanentes>>  (Idem, n. 14).

Dentro del clero el primer lugar corresponde a los obispos. <<La historia nos muestra que, fieles a su misión, los obispos han solicitado la erección de nuevas diócesis, han creado nuevas parroquias, se han preocupado por proveerlas de sacerdotes o agentes pastorales; para ello han promovido las vocaciones sacerdotales, han creado seminarios, han apoyado el desarrollo de movimientos laicales, han animado la labor catequética, y la caritativa, así como otras áreas de la pastoral eclesial>> (Idem, n. 15).

<<En general, el pueblo ama y respeta a sus obispos por la dedicación, generosidad y entrega a su labor pastoral. Se percibe un claro deseo de avanzar hacia estilos de vida mucho más sencillos y austeros, reflejados en las visitas pastorales y en el acontecer cotidiano. En su afán por atender mejor a su grey; los obispos han procurado conocer de cerca al pueblo cristiano y sus ministros, quienes aspiran todavía a una mayor cercanía de sus pastores>> (Idem, n.18).

<<Como expresión de su magisterio profético, los obispos han denunciado, bien personalmente, bien a través de pastorales colectivas, situaciones injustas y problemas que ameritaban una iluminación desde el Evangelio. Sin embargo, estos mensajes no llegan a todos ni a las comunidades cristianas en particular>>  (Idem, n.19).

<<Una práctica pastoral centrada fundamentalmente en los ministros ordenados ha contribuido a que los venezolanos perciban a la Iglesia como si estuviese conformada solamente por obispos, sacerdotes y religiosos/as. Ello es causa de que los laicos difícilmente asuman su responsabilidad aceptando la misión que le es propia o descubriendo sus carismas y poniéndolos al servicio de la Iglesia y de la sociedad>> (Idem, n. 22).

<<“El obispo, en virtud de la consagración sacramental y por la comunión jerárquica con la cabeza y miembro del Colegio, es constituido miembro del cuerpo episcopal”. Este Cuerpo Episcopal sucede al Colegio de los Apóstoles (Cf. CD 4)>> (Idem, n.57).

<<El obispo es y debe aparecer como sacramento de Cristo, Pastor y Esposo de la Iglesia; actuar como padre, hermano, amigo de todos; obrar como Cristo: Ministro que lava los pies; Testigo y constructor del Reino; Maestro, Pontífice y Cabeza. Intercesor ante Dios, ora por su pueblo y presenta las plegarias de éste. Siguiendo las palabras y el ejemplo del Señor, al Obispo se le pide ser signo de unidad, confirmar en la fe a los hermanos y preocuparse de manera especial de quienes dejándolo todo siguen o quieren seguir la vocación al ministerio. Los presbíteros, diáconos y seminaristas, constituirán su preocupación más querida>> (Idem, n.59).

<<El Concilio Vaticano II insta a los obispos a que se preocupen del bien material y, sobre todo, espiritual de los presbíteros, “porque sobre ellos recae principalmente la grave responsabilidad de la santidad de sus sacerdotes; tengan, por consiguiente, un cuidado exquisito en la continua formación de su presbiterio. Escúchenlos con gusto, consúltenles incluso y dialoguen con ellos sobre las necesidades de la labor pastoral y del bien de la diócesis” (PO 7). Para ello buscará la manera de animarlos y acompañarlos en los momentos difíciles>> (Idem, n. 72).

<<Respecto al pueblo que le ha sido confiado, el obispo cumple su misión a través del ejercicio de enseñar, santificar y gobernar. Estas funciones configuran el estilo de relación que el obispo debe tener con todo el Pueblo de Dios a él encomendado, de manera que procure ser a la vez maestro y discípulo, padre y hermano, primero y último . En los tiempos actuales, tan sensibles al tipo de relación que se establece, buscará ser entre los bautizados, para ellos Obispo, con ellos cristiano>> (Idem, n.76).

Por designio divino hay un segundo nivel de ministros ordenados: los presbíteros o simples sacerdotes. <<Este Concilio reconoce la importancia de la labor de los presbíteros y aprecia la entrega y donación que, desde el amor a la Iglesia, son estímulo y ejemplo para todo el Pueblo de Dios y fomento de vocaciones>> (Idem, 27).

<<En los últimos años ha habido un aumento en el número de sacerdotes, lo cual incide en una mejor atención pastoral de las diócesis, pero el católico de hoy exige una atención mucho más personalizada y un acompañamiento más constante, lo que acentúa el déficit de sacerdotes>> Idem, n. 28).

Es invalorable la generosa dedicación de tantos sacerdotes al ejercicio de su ministerio. <<Como ser humano lleva el tesoro de su fe y vocación en vasijas de barro (Cf. 2 Co 4,7), es tentado como toda persona y, con frecuencia, juzgado por ser persona públicamente conocida. No obstante, se puede afirmar que, siguiendo una larga tradición de entrega, los presbíteros trabajan con generosidad, a pesar de que muchos viven es situaciones de pobreza y tienen con frecuencia parroquias muy numerosas; su dedicación lleva a algunos a descuidar su salud y descanso>> (Idem, n. 31).

<<La vida y el ministerio de muchos presbíteros se realiza en la cercanía con el pueblo, en el servicio de la palabra y de los sacramentos, en la atención pastoral de los fieles, comunidades y movimientos>>  (Idem, n.33).

<<Los presbíteros, con esfuerzo y en cooperación con la gracia divina, viven su celibato como camino de libertad para amar a todos desde una vida centrada en Cristo y en el ejercicio del ministerio; a su vivencia plena contribuyen la madurez humana, la solidez cristiana, la vida comunitaria y la fraternidad en el presbiterio>>  (Idem, n. 35).

<<La demanda que reciben los presbíteros, tanto de carácter religioso como humano, es con frecuencia, muy grande. Este hecho motiva en algunos un activismo, sin el contrapeso de espacios profundos de espiritualidad. Por ello no es extraño que esta situación, en ocasiones, lleve al cansancio, a la desilusión y tristeza, incompatibles con la entrega al Señor y, a veces, se llegue a un descuido de la vida de oración con el vacío espiritual que puede llevar a evasiones, a pérdida de identidad e, incluso, al abandono del ministerio>> (Idem, n. 36).

<<A semejanza del Buen Pastor, “el principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y llamada a la respuesta libre y responsable del presbítero” (PDV 54); (Cf. PO 15)>> (Idem, n. 77).

<<Esta espiritualidad debe dar al presbítero un estilo de vida reconocible en todo cuanto enseña,  como en su relación diaria con la vida y las personas. Se señalan entre otras virtudes “la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación por la justicia, la urbanidad…” (PO 3), sin olvidar el amar a la Iglesia y ser una persona enamorada de la evangelización>>  (Idem, n.82).

<<Tanto amó Dios al mundo que le envió a su hijo para que encontrara en Él la salvación. (Cf. Jn 3, 16). De la misma manera el presbítero es enviado hoy al mundo con la misma misión salvadora (Cf. PO 22). Su mayor ayuda será “la doble mesa de la Sagrada Escritura y de la Eucaristía” (PO 18)>> (Idem, n. 83).

<<Los presbíteros, por el don del Espíritu Santo recibido en la Sagrada Ordenación, son colaboradores y consejeros del Obispo en su ministerio y su función de enseñar, de santificar y de apacentar la grey de Dios. Por ello deben estar unidos a su Obispo con sincera caridad y obediencia y unir sus energías a las de los otros presbíteros bajo la dirección de quienes están al frente de la Iglesia>>  (Idem, n. 86).

<<El presbítero tiene como misión promover el ejercicio del sacerdocio común de los fieles. Esta tarea exige una dedicación especial al laicado, de manera que sea real la imagen de una Iglesia en comunión en la que todos estamos llamados a la santidad y enviados a la misión (Cf. PO 2)>> (Idem, n. 89).

<<Los problemas económicos de la Iglesia no pueden ser adecuadamente solucionados, si no están bien planteados en el contexto de la comunión y de la misión del Pueblo de Dios. Es un deber de todos los fieles prestar ayuda a las necesidades de la Iglesia. La remuneración de los sacerdotes es un deber de justicia y ha de comprender la previsión social. Hay que hacer desaparecer en este punto las excesivas diferencias existentes, sobre todo entre los presbíteros de una misma diócesis. Es muy de desear que el pueblo cristiano sea formado de manera que la remuneración de los sacerdotes quede desligada de los actos del ministerio, especialmente los de naturaleza sacramental>>  (Idem, n. 94).

<<El sacerdote hace presente al obispo en su comunidad y comparte con él la triple función de santificar, enseñar y gobernar>>  (Idem, n. 95).

El tercer grado de los ministros ordenados, es decir del clero, viene constituido por los diáconos. <<El diaconado permanente, restaurado a partir del Concilio Vaticano II, ha rendido sus frutos en la Iglesia que peregrina en Venezuela; sin embargo, es poco conocido y no se ha promocionado suficientemente en el seno de algunas iglesias particulares, donde los diáconos permanentes en la actualidad prestan los más variados y valiosos servicios>>  (Idem, n. 43).

<<La indefinición de campos pastorales, que algunas iglesias particulares de Venezuela confían a los diáconos permanentes, ha sido causa de que no se haya logrado una buena preparación ni promoción. El diaconado, en ocasiones, es visto más como una promoción que como vocación de servicio en la Iglesia. Muchas veces se le han asignado funciones más como administrador de sacramentos que como animador de la comunidad y servidor de la caridad>>  (Idem, n. 46).

<<Si bien algunas diócesis han realizado importantes esfuerzos por proporcionar una formación teológico-pastoral a los diáconos permanentes, en general ésta no es continua ni suficiente para la labor que se les confía en la comunidad>> (Idem, n. 50).

<<El diacono permanente encuentra en Cristo Siervo el modelo del propio ministerio. En efecto, por la sagrada ordenación, es constituido en la Iglesia icono vivo de Cristo siervo a quien sigue e imita. El motor de su vida espiritual será la oración y el servicio; su santidad consistirá en hacerse servidor generoso y fiel de Dios y de los hombres, especialmente de los más pobres y de los que sufren; su compromiso ascético se orientará a adquirir aquellas virtudes que requiere el ejercicio de su ministerio>> (Idem, n. 102).

<<El ministerio del diaconado se concreta en tres servicios: «ministerio (diaconía) de la liturgia, de la palabra y de la caridad». Así participa, como todos los ministros ordenados, del triple ministerio de Cristo. El diácono es maestro, en cuanto proclama e ilustra la Palabra de Dios; es santificador, en cuanto administra el sacramento del Bautismo, participa en la celebración de la Santa Misa, conserva y distribuye la Eucaristía, y oficia en los sacramentales; es guía, en cuanto animador de la comunidad o de diversos sectores de la vida eclesial (Cf. LG 29)>> (Idem, n, 103).

El Concilio Plenario señalaba algunos retos que plantean la vocación y misión de los ministros ordenados, es decir de los clérigos en sus tres niveles:

– <<Los Ministros ordenados cultivarán una profunda experiencia de Dios que los lleve a un encuentro vivo con Jesucristo, camino de conversión personal y solidaridad fraterna, a través de la celebración gozosa de la Eucaristía; recurriendo al sacramento de la Reconciliación como medio de purificación y profundización de la vida espiritual y apostólica; santificando el tiempo con la oración de la liturgia de las horas, en nombre de la Iglesia; buscando un equilibrio entre los tiempos dedicados al servicio pastoral y a la lectura orante de la Palabra de Dios>>  (Idem, n. 110) .

– <<Los Ministros ordenados asumirán el ministerio pastoral como fuente de santificación, creyendo lo que anuncian, anunciando lo que viven y viviendo lo que celebran>> (Idem,n 112).

-<<Los Ministros ordenados cultivarán la devoción a la Santísima Virgen María , madre y compañera de todos los sacerdotes, y, como Ella, acogerán en su corazón la Palabra, la vivirán y la transmitirán a todos>>  (Idem,n. 113).

– <<Los obispos animarán a los presbíteros y diáconos en su ministerio pastoral, siendo para ellos padres, hermanos y verdaderos pastores; organizando una pastoral de acompañamiento de ellos; apoyándolos a todos, pero especialmente a quienes se encuentren en ambientes y situaciones difíciles, aislados, ancianos, enfermos y a quienes, por su juventud, poseen poca experiencia pastoral (Cf. SD 75)>> (Idem, n.120)..

-<<El Presbiterio diocesano promoverá la comunicación cristiana de bienes desde los principios de solidaridad y subsidiariedad. Créense y fortalézcanse organismos nacionales y diocesanos destinados a la seguridad social y sustentación de los ministros ordenados>> (Idem, n.122) .

– <<Los organismos pastorales fomentarán la comunión y participación de todos los miembros del Pueblo de Dios en la labor evangelizadora>> (Idem, n. 123).

– <<Los ministros ordenados asumirán, como primeros responsables, su propia formación permanente, interesándose en participar en las actividades organizadas>>  (Idem, n. 134).

– <<La Conferencia Episcopal Venezolana creará o mejorará instancias para la adecuada formación de diáconos permanentes, según normas precisas dictadas al respecto>> (Idem, n. 143).

-<<La Iglesia que peregrina en Venezuela, consciente de que la carencia histórica de presbíteros en el país puede tener respuesta desde trabajos programados, ha puesto en práctica distintas iniciativas para promover las vocaciones al sacerdocio. Estas actividades han rendido sus frutos: se ha incrementado el número de vocaciones; en consecuencia hay un mayor número de ordenaciones sacerdotales>> (Idem, n. 150).

-<<Los nuevos candidatos, como hijos de su tiempo y sujetos a los problemas que hoy presenta la juventud, muestran con frecuencia carencias, fundamentalmente de orden educativo, cultural y humano-afectivo. Entre ellas se pueden destacar la dificultad para asumir los compromisos de por vida, debido a las estructuras frágiles de la personalidad, deficiencias en la esfera volitiva y problemas a nivel de identidad. De hecho, la falta de modelos en la cultura actual tiende a generar jóvenes con identidad débil y confusa que lleva a una indecisión crónica frente a las opciones de la vida y a dobles discursos>>  (Idem, n. 154).

-<<Pero también hay que valorar las riquezas que tienen estos muchachos entre las que se pueden destacar: el sentido de oración, la capacidad de donación, la superación de dificultades que tienen que vencer para ser fieles a la llamada vocacional, y un sentido de lo sagrado que orienta su vida. Desde estas riquezas, se podrá hacer frente a las carencias antes citadas>> (Idem, n. 155).

-<<Los seminarios han sido considerados tradicionalmente por los Obispos como el corazón de sus Diócesis y así han sido reconocidos por el resto de las comunidades eclesiales. Muestra de ello es la oración constante por las vocaciones y los seminarios, la colaboración económica para su mantenimiento y la cooperación generosa que prestan los sacerdotes y fieles en la formación de los seminaristas>>  (Idem, n. 162).

-<<La vocación al sacerdocio es una llamada a ponerse al servicio de los hombres en lo que toca a Dios (Cf. Hb 5,1), a través del sacramento del orden que configura con Cristo, Pastor de la Iglesia y Siervo que dio su vida por ella. La Iglesia, consciente de la necesidad de vocaciones al sacerdocio, y animada por Jesús, que ha dicho: “rueguen pues al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies” (Mt 9,38), no cesa de pedir al Padre para que suscite en medio de su pueblo los pastores que sirvan al bien de su rebaño>> (Idem, n. 175).

-<<Los procesos vocacionales exigen un discernimiento preciso sobre la idoneidad de los candidatos, sobre su opción clara y definida para seguir a Cristo Buen Pastor y la madurez humano-afectiva; deseo de entregarse para siempre al servicio de la Iglesia como sacerdote; “recta intención”,  entendida como voluntad decidida y probada entrega; sintonía con las virtudes humanas y cristianas exigidas para la vida sacerdotal>>  (Idem, n. 180).

En cuanto a la promoción de vocaciones sacerdotales el Concilio Plenario planteaba dos desafíos:

Desafío 1: Promover, en todos los niveles y dimensiones del quehacer eclesial, un decidido anuncio del “Evangelio de la Vocación”, con el fin de caminar hacia una cultura vocacional en la Iglesia en Venezuela;

Desafío 2: Cuidar con esmero el acompañamiento vocacional, la selección de los candidatos, y su formación humana e intelectual, en orden a la espiritualidad diocesana y a la caridad pastoral, procurándoles formadores dotados de suficiente experiencia, santidad y ciencia.-

(rbalbin19@gmail.com)

 

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