¿Cerveza o vino? Beber según san Benito
Los monjes benedictinos han desempeñado un papel decisivo en la historia de la elaboración de estas dos bebidas fermentadas, pero siguiendo siempre el consejo de su fundador: "no beber hasta la saciedad"
El vino y la cerveza, tal y como hoy los conocemos, no hubieran podido llegar hasta nuestros días sin la contribución decisiva de los monasterios, que surgieron en Europa siguiendo las huellas de san Benito de Nursia (480- 547).
El agua, insalubre debido a las circunstancias higiénicas de la Edad Media, era frecuente transmisora de infecciones.
Esto obligaba a las comunidades monásticas a fermentar cerveza o vino. Las abadías de los países del norte y centro Europa (Irlanda, Escandinavia, países germanos…), a causa del clima y la agricultura, perfeccionaron la cerveza.
Y, entre los países más al sur, especialmente los mediterráneos, los monjes cultivaron la uva, siguiendo y perfeccionando la tradición local.
«No beber hasta la saciedad»
El mismo san Benito, en el capítulo 40 de la Regla, titulado «La medida de la bebida», ofrece propuestas concretas para los monjes; en particular, «no beber hasta la saciedad, sino moderadamente».
El mismo fundador del monaquismo occidental, establece que «teniendo en cuenta la flaqueza de los débiles, creemos que es suficiente para cada uno una hémina de vino al día».
La hémina corresponde a un cuarto de litro (exactamente 0,27 litros).
Con el Sínodo de Aquisgrán del año 816 la relación de los monasterios y la cerveza dio un paso más. Se estableció que los monjes deberían recibir diariamente un vaso de vino o, cuando no hubiera vino, el doble de «buena cerveza». Esto favoreció que se instalasen cervecerías en muchas abadías.
Se documenta en la regla monástica femenina, transcrita en el año 976 para ser observada en el monasterio de las Santas Nunilo y Alodia, cerca de Nájera (en La Rioja); que permitía a las monjas que bebieran la tercera parte de una hémina.
Consejos de Benito a sus monjes
El mismo san Benito, en su regla, establece: «juzgue el superior si la necesidad del lugar, el trabajo o el calor del verano exigen más, cuidando en todo caso de que no se llegue a la saciedad o a la embriaguez».
Con sorprendente realismo, el santo añadía: «Aunque leemos que el vino en modo alguno es propio de los monjes, como en nuestros tiempos no se los puede persuadir de ello, convengamos al menos en no beber hasta la saciedad; sino moderadamente, porque ‘el vino hace apostatar hasta a los sabios’».
Y el fundador de los benedictinos concluye: «Pero donde las condiciones del lugar no permiten conseguir la cantidad que dijimos, sino mucho menos; o nada absolutamente, bendigan a Dios los que allí viven, y no murmuren. Ante todo les advertimos esto, que no murmuren».
El alcohol en la Biblia
El gran promotor de la lectura orante de la oración sabía bien lo que dice al respecto la palabra de Dios: «El vino es como la vida para el hombre, siempre que se lo beba con moderación. ¿Qué es la vida cuando falta el vino? Porque él fue creado para alegría de los hombres» (Eclesiastés 31,27).
El mismo libro de la Biblia, añade: «Gozo del corazón y alegría del alma es el vino bebido a su tiempo y en la medida conveniente. Amargura del alma es el vino bebido en exceso, con ánimo de desafiar y provocar. La embriaguez enfurece al necio hasta el escándalo, disminuye sus fuerzas y le provoca heridas».
Estos mismos consejos dispensaba san Pablo a los primeros cristianos. Dirigiéndose a los diáconos los pedía que no beban mucho vino (1 Timoteo 3, 8); y que los obispos sean sobrios y no dados al vino (1 Timoteo 3, 2-3).
El mismo apóstol recomienda a los efesios que «no abusen del vino» (Efesios 5, 18).
El santo de Nursia quiso inculcar a los monjes moderación en la bebida y en la comida (dedica el capítulo 39 de la Regla «A la medida de la comida»), porque comprendía la importancia de convertir los monasterios en comunidades saludables, equilibradas y plenamente humanas.
El anterior abad de Montserrat, el padre Josep Maria Soler, comentando este capítulo 40 de la Regla, aclaraba: «ante el dilema de ser fiel a la praxis más antigua de no beber vino o de adaptarse a la costumbre de beber vino que se iba extendiendo en los ámbitos monásticos de su tiempo», san Benito, un hombre equilibrado y comprensivo, optó «por un criterio amplio dentro de la moderación necesaria».
Las dos cervezas trapenses de España
Con este mismo espíritu, los monasterios trapenses elaboran cerveza artesana.
«Cardeña», es la primera cerveza trapense elaborada en España, en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos. Es posible comprarla en Internet en «El torno online» promovido por la Fundación DeClausura.
Esta misma institución presenta también la cerveza sin filtrar elaborada artesanalmente por el otro monasterio trapense presente en España, el de Santa María de Zenarruza en Ziortza (Vizcaya).-
Matilde Latorre | 30/06/22-Aleteia.org