Opinión

¿Quo vadis, Colombia?

El nuevo equipo de Gobierno pareciera estar decidido a gestionar internamente el cambio de manera democrática

Alfredo Infante, SJ:

Los resultados de las elecciones presidenciales en Colombia dejan entrever varias cosas. En primer lugar, una profunda polarización que evidencia un país partido en dos opciones ideológicas que parecieran irreconciliables, tanto por los intereses que representan como por las pasiones que le acompañan; en segundo lugar, aflora un cambio cultural en el imaginario político porque tanto el presidente electo Gustavo Petro como la vicepresidenta Francia Márquez provienen de espacios geográficos, culturales y sociales que -hasta el momento- no habían tenido acceso a la presidencia de la República; en tercer lugar, todo indica que en el hermano país se abre un nuevo ciclo político y, como en todo cambio, surgen resistencias en unos, esperanzas en otros y, en la mayoría, una gran incertidumbre sobre el futuro desenlace.

Y es que en estos comicios -por cierto, los de mayor participación en la historia de Colombia- ambos candidatos tenían algo en común: no pertenecen a la clase política tradicional. Rodolfo Hernández es un outsider, empresario populista, sin más brújula que las ganas de ser presidente; Gustavo Petro tiene una biografía política de izquierda, densa y controversial, por su pertenencia en el pasado a la guerrilla del M-19. Con su candidatura y triunfo, el economista y exguerrillero activó las resistencias en un sector importante de la sociedad y, también, las esperanzas en sus seguidores, la mayoría más contundente de la historia electoral colombiana.

En estas elecciones, de uno y otro lado, se movilizó un caudal de votos de rechazo al sistema político tradicional y hacia el uribismo como fuerza dominante desde hace 20 años. La mayoría de los colombianos, como los venezolanos en los años 90, estaban muy claros en lo que no querían y deseaban un cambio. En consecuencia, ahora emprenden un nuevo ciclo político entre miedos, depresión, euforia, esperanza e incertidumbre. Así lo resumió una colombiana de a pie, a la que pudimos escuchar: «Colombia cambió, no sabemos si pa’ bien o pa’ mal, pero cambió».

¿Cuáles son los escenarios posibles ante estos resultados?

1.- Se acrecienta la polarización y se cierran los espacios democráticos. En primer lugar, si el miedo y la desconfianza crecen en los sectores contrarios al presidente Petro y estos actúan bajo la guía de estos impulsos, en defensa a ultranza del orden establecido, se podría entrar en un escenario de ingobernabilidad y confrontación social, que generaría caos y llevaría a sectores de la Fuerza Armada a un golpe de Estado de derecha -so pretexto de resguardo del orden constitucional- o haría que el gobierno en ejercicio cierre los procesos de concertación emprendidos y se desplace hacia el endurecimiento autoritario tipo Venezuela y Nicaragua. En este caso, la táctica desde el poder sería la de atizar en sus seguidores los resentimientos, producto de la histórica desigualdad y exclusión social que ha vivido la mayoría del pueblo colombiano.

2.- Un segundo escenario es el de un gobierno idealista, con buenos deseos, pero con poca capacidad para operar y ejecutar el plan proyectado. Por ejemplo, una parte importante del modelo económico depende de la reforma tributaria, que obligaría a los grandes grupos empresariales a pagar impuestos. Para que estás medidas sean tomadas sin conflictividad, deberán aplicarse en el marco de una negociación con los sectores de oposición, que permita validar esta política como buena para el país.

En reciente reunión entre el expresidente Álvaro Uribe y Gustavo Petro (encuentro, por cierto, calificado de histórico y hasta halagüeño por medios y analistas) Uribe dejó claro a Petro –palabras más, palabras menos- que estaría de acuerdo con apoyar los planes de superación de la pobreza, siempre y cuando no se haga a costa de una carga impositiva al sector privado, porque a la larga sería insostenible.

En resumen, tomar tales medidas en paz no podrá hacerse de la noche a la mañana. Esto aplica también para otros temas. Como ha venido insistiendo el mismo presidente electo, se debe negociar el tema de la paz, el de la tierras, la apertura de fronteras y, sobre todo, el de la Fuerza Armada.

Y es que los asuntos gruesos ameritan un abordaje que implica procesos de negociación. El Gobierno se enfrentará, así, a una gran paradoja: necesitará tomar decisiones cuánto antes y, para que tales decisiones no profundicen el malestar y aticen los odios y resentimientos, necesitará del aval de líderes emblemáticos de la oposición, con el fin de reducir costos y daños. Mientras esto ocurre, la población cultivará la sensación de que hay parálisis, falta de decisión.

3.- En el tercer escenario, el más favorable, el Gobierno logra concertar con los distintos sectores en los tópicos más sensibles (impuestos, tierras, Fuerzas Armadas, relación con Venezuela) y a lo interno de la coalición Pacto Histórico logra contener a los grupos radicales, de modo que se comienzan a dar los cambios sin sacrificar la institucionalidad y convivencia democrática, preservando la unidad interna de la alianza con la que Petro llegó al poder. La sociedad opositora comienza a ver signos de una gestión inteligente y bajan los niveles de malestar y conflictividad, mientras los seguidores del cambio se sienten representados.

Hay que decir que, por las entrevistas concedidas a medios nacionales e internacionales, por los encuentros que se han venido desarrollando con distintos sectores de oposición y por los nombramientos que se han venido anunciando hasta ahora, el nuevo equipo de Gobierno conformado por Gustavo Pedro y Francia Márquez pareciera estar decidido a gestionar internamente el cambio de manera democrática. Pareciera, también, que el nombramiento del experimentado y respetado Álvaro Leyva Duran como canciller permitirá desplegar una diplomacia de altura, en un mundo cada vez más complejo y polarizado, que podría garantizar no aislar a Colombia del concierto de las naciones.

Como decía aquella señora: “Colombia cambió, no sé si pa’ bien o pa’ mal, pero cambió”. Oremos y trabajemos para que ocurra el mejor de los escenarios, por el bien de Colombia, de Venezuela, de la región y, muy especialmente, por los casi dos millones de venezolanos que se encuentran en este país hermano.-

Alfredo Infante, SJ
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*Foto: Caracol TV

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