Lecturas recomendadas

Cuba: Dos sacerdotes, dos cartas

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Un párroco logra contar desde Cuba el sentir del pueblo: «Se ha cumplido el tiempo de la esclavitud» - ReL

A propósito del XV domingo del Tiempo Ordinario.

Evangelio: Lucas 10, 25-37.

Dice el libro del Deuteronomio que lo que Dios nos pide “no es superior a nuestras fuerzas ni está fuera de nuestro alcance”, pero eso no quiere decir que sea necesariamente fácil.

Cristo pone el ejemplo de un samaritano que “se compadeció” de su prójimo, de su “próximo”, y se dispuso a ayudarlo con un derroche de bondad. Y termina Jesús diciendo a su interlocutor: “Anda y haz tú lo mismo”.

Cuando se vive un cristianismo teórico, este Evangelio es fascinante. Cuando se vive un cristianismo práctico, este Evangelio es desestabilizador. Porque la compasión eficaz no suele brotar espontáneamente, a diferencia de la lástima inútil.

La compasión eficaz exige haber integrado de tal modo que el “próximo” es mi hermano, que permita la flexibilidad que hace posible la caridad.

Flexibilidad con nuestro tiempo, tan sumamente lleno y cronometrado.

Flexibilidad con nuestros recursos materiales, sobre todo cuando el darlos implica quedarse, en cierto modo, desprotegido. Dar cuando nos sobra es relativamente fácil. Dar cuando no nos sobra es negociable. Pero dar lo que teníamos reservado para nosotros, para una emergencia, para una necesidad, o dar cuando eso implica la ruptura de nuestros planes…, eso es compasión genuina y es un acto de fe en la Providencia de Dios, es un salto al vacío que nos encoge, necesariamente, el estómago.

Y la compasión eficaz implica también la flexibilidad respecto a nuestros propios límites mentales. A veces, cuando alguien nos comparte su necesidad, lo primero que nos viene a la mente es “en esto no puedo hacer nada”, “eso escapa de mis manos”, “no tengo ni idea de lo que podría hacer”. Si nos quedamos ahí, la respuesta sólo podrá ser: “lo siento, no puedo”.

Sin embargo, la vida demuestra que muchas veces, cuando escuchamos con calma al otro, cuando tomamos en serio el problema del otro y empezamos a preguntarnos cómo encontrar una vía de ayuda, generalmente empiezan a aparecer pistas, y personas a las que podemos acudir, y vías que podemos explorar. Y muchas veces, ante nuestro propio asombro, alguna solución aparece.

Pero esto no es posible si el otro no me importa, no es posible si el problema del otro sigue siendo eso, “su problema”. Porque incluso en el caso de que lo único que podamos hacer sea escuchar con calma, ya eso será de muchísima ayuda.

Más allá de que en nuestras propias necesidades nos hayan podido ayudar o no, cuánto hemos agradecido percibir que aquel a quien acudimos tenía interés real en ayudarnos, aunque la solución no estaba en sus manos. Y cuánta rabia nos han dado esas personas a las cuales un día acudimos y, más allá de si podían o no ayudarnos, lo que nos transmitió su actitud fue: “tu problema ni me importa ni me interesa”.

Todos vamos por la vida con nuestros planes, proyectos, apuros y necesidades, y al igual que el Evangelio del buen samaritano, “el otro” necesitado aparece, surge, es encontrado. Lo que nos hace detenernos o seguir de largo no son, en realidad, nuestras cargas (porque hay personas a las que amamos que NUNCA dejaríamos sin ayudar). Lo que marca la diferencia es cuánto hemos aprendido a vivir agradeciendo las veces que fuimos ayudados, y cuánto hemos autorizado a nuestros ojos a ver, a nuestros oídos a escuchar y a nuestro corazón a armarse de compasión eficaz.

Aplicación a nuestra vida.

1.- Sin darnos cuenta, podemos estar viviendo un cristianismo teórico, donde conocemos al detalle los textos del Evangelio pero vivimos según nuestra comodidad o conveniencia. Si tuvieras que convencer a tu familia de que vives un cristianismo práctico, ¿qué ejemplos de tu vida cotidiana pondrías?

2.- Ante los problemas de los demás podemos tener compasión eficaz o lástima inútil. Evalúa las necesidades que has encontrado en otros en esta última semana. ¿Tu actitud ha sido más de compasión eficaz o de lástima inútil?

3.- Piensa en algún momento en el cual alguien te presentó un problema para el cual tú no tenías la solución pero, escuchándolo, lograste dirigirlo hacia una salida. Comparte esa experiencia.

4.- Piensa en al menos tres personas a las que estás muy agradecido porque hicieron suyos tus problemas y te ayudaron en situaciones difíciles, y haz una oración de acción de gracias a Dios por ellos.

Conclusión.

Como familia, pensarán en alguna persona o en otra familia que está atravesando una situación difícil, y entre todos se preguntarán qué podrían hacer para ayudar en algo a que esa situación se solucione o, al menos, mejore.

Después, tomados de la mano, rezarán juntos un Padre Nuestro y un Ave María.

Al finalizar, harán la señal de la cruz mientras uno, en nombre de todos, dice: “Que nos bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo”. Amén.

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P. Fernando Gálvez:

Santo Padre, Francisco:

Desde anoche tengo una «revolución» de sentimientos en mi corazón. No sé, ahora mismo, qué tiene más fuerza en mí, si el coraje y la indignación, o la decepción y tristeza por la sensación de abandono y orfandad.

Al regresar de la manifestación para conmemorar los hechos del pasado 11 de julio en Cuba me encuentro en las noticias con el fragmento de su entrevista en la que hace alusión a Cuba con ocasión de esta fecha. Santo Padre, usted, una vez más, creo se ha equivocado con Cuba.

Quisiera que todos comprendan que esa entrevista y el tema que me ocupa ahora entra en el campo de lo opinable. Hay cubanos consternados, esta es la razón por la que me siento en libertad para expresarme disonante. Lo hago como sacerdote e hijo de la Iglesia y sabiendo que somos un solo cuerpo. No estoy situado en la acera de enfrente, ni estoy cuestionando su pontificado, ni su magisterio, ni el gobierno de la Iglesia. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que sabrán al respecto. Yo solo soy un pobre cura, común y pecador, que lucha a diario por responder con fidelidad en medio de muchas batallas, internas y externas. Al mismo tiempo, y en medio de mi insignificancia, vibro y ardo entre dos fuegos: la Iglesia y Cuba.

Durante todo el día de hoy he recibido una gran cantidad de llamadas y mensajes para cuestionarlo y solo he podido hacer silencio y sentir vergüenza. Ya no tengo cómo defenderle en su postura hacia Cuba, ya no sé cómo ser puente entre tantos hombres de buena voluntad que quieren el bien para Cuba y la Santa Madre Iglesia a la que usted encabeza. Estoy seguro que muchos hermanos sacerdotes se sienten igual porque también me lo han manifestado a lo largo del día.

Santo Padre, sobre sus relaciones con Raúl, no queríamos saber. No era necesario, ya hasta lo suponíamos. Ya tenemos suficiente dolor. Pero una cosa permítame decirle: ese con quien usted mantiene una relación humana, nos ha demostrado a los cubanos que no conoce de humanidad.

No le mencionaré las barbaries que ha hecho durante estos más de 60 años.

Mire solamente los cientos de presos encarcelados únicamente por salir a la calle a gritar LIBERTAD. Santo Padre, algunos son menores de edad.

Mire la situación en la que algunos hermanos viven la fe, algunos hostigados y perseguidos por ser fieles a la verdad al tiempo que gastan su vida llevando el Evangelio de Cristo, ya sean laicos, religiosos, religiosas o sacerdotes.

Mire la crisis que vive el pueblo cubano por falta de alimentos y medicinas, y por la falta de libertades que atentan contra la dignidad humana. Al borde de la desesperanza.

¿Por qué no dijo nada al respecto? Santidad.

¿Eso es ideología partidista? Yo creo que es humanidad.

Hablar de otros contextos políticos es más cómodo quizás para usted por lo que le haya tocado vivir a lo largo de su vida pero estos son sus hijos también, mírelos en su verdad, en sus condiciones reales, no en la idea que tenga de esa Cuba “símbolo”.

¿Por qué el caso de las injusticias del gobierno cubano parecen quedar siempre relegadas en su agenda? ¡Cuántas veces nos hemos quedado esperando las palabras que nos devuelvan la dignidad pisoteada! Si usted, el gran Padre no nos defiende ¿quién lo hará?

Si usted nos ama como dice y desea ser un pastor con olor a ovejas cubanas, acérquese de verdad a los que no tienen voz en mi sufrida tierra, a los de la periferia. Escuche el clamor de su pueblo que muere entre las garras del Lobo que es el Partido Comunista de Cuba. No crea a las mentiras de este lobo que sabe muy bien de disfraces.

Usted tiene razón cuando dice que ya esa acusación de comunista está desfasada. El comunismo en la práctica creo que no existe, gracias a Dios. Por experiencia sabemos que solo quedan sus funestas huellas y su nombre que es utilizado por los oportunistas que necesitan un discurso que seduzca y adormezca a los pueblos para, una vez poseyéndolos, someterlos a su antojo y capricho. Eso es lo que está sucediendo en Cuba. Comprenderá entonces el dolor de los cubanos al escuchar sus palabras, a mi juicio, desacertadas.

Le suplico, en nombre de Dios y en favor del pueblo que se le ha encomendado como pastor de la Iglesia Universal, que se interese por el pueblo de Cuba, que nos mire con justicia y escuche verdaderamente a los oprimidos. Que se dé cuenta que escuchar solamente la voz de sus gobernantes y de los que tienen el mínimo garantizado es traicionar a los pobres del Señor y usted está llamando a ser su defensor.

Esta es mi súplica: Escuche a todos.

Su hijo en Cristo:

Fernando

Cortesía de democracia-participativa.org

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