Lecturas recomendadas

Luis Marín, ni Torquemada ni Savonarola…

“La soberbia y la dureza del corazón puede frustrar la acción divina, que no se impone, sino que se propone"

José Alberto Rugeles Martínez , Vice-presidente del Foro de Laicos de España:
Conozco a Mons. Luis Marín De San Martín, OSA, desde sus tiempos de joven sacerdote. Como fraile, como párroco, como prior, como profesor, como miembro de la Curia General de la Orden de San Agustín, siempre se ha movido por un único interés: su amor a la Iglesia y su deseo de ayudar a los demás. Luis nunca ha sido un carrerista ni un arribista. No ha procurado ni cargos, ni honras.
Tampoco buscó ser Obispo y si lo es, ha sido por voluntad de Dios. Dije hace meses, en la Conferencia Episcopal durante un presentación de su persona, que siempre se ha entregado con entusiasmo a las tareas que se le han asignado. A todas.
Coherente con esa manera de ser, ahora como Sub-Secretario del Sínodo, escribe y habla de aquello que le toca. Para elogiarlo o para criticarlo, hay que leer y escuchar por completo lo que escribe o dice. De lo contrario, caemos en esa pésima costumbre que algunos tienen -y lo se por experiencia y haberlo sufrido en carne propia- de criticar y hasta difamar a personas o instituciones, sin pruebas y a veces sólo de hablar por hablar.
Mons. Marín ha dicho que “la soberbia y la dureza del corazón puede frustrar la acción divina, que no se impone, sino que se propone. Esta oferta de gracia debe ser acogida con humildad y gratitud, con disponibilidad”.  No veo en esa frase nada de errado. Justamente el obispo agustino nos recuerda que se debe proponer y no imponer. Me consta que Don Luis escucha y acoge a todos los sectores de la Iglesia, en una actitud de diálogo y por ende, de Sinodalidad.
Lo expresó en el artículo de Ecclesia Digital: “Nos hemos abierto a la unidad pluriforme de la Iglesia. No hay un único camino para seguir a Cristo, sino tantos como personas existen, ya que cada uno es llamado a seguirle según una vocación específica (laical, sacerdotal, consagrada) y cada uno responde según su propia personalidad, formación, cultura, sensibilidad. Pero, eso sí, todos integrados, formando parte de la única Familia de Dios. En esta unidad de amor es donde encontramos la posibilidad de enriquecimiento mutuo”. Está bastante claro, me parece.
Como claro está en el artículo de Mons. Marín que: “ante este panorama, esta urgencia de revitalización evangelizadora que requiere un testimonio claro y creíble, los cristianos, con demasiada frecuencia, nos perdemos en divisiones, discordancias, particularidades, intereses de grupo; insistimos hasta la saciedad en lo que nos separa, en las discrepancias, y no en lo que nos une. El proceso sinodal está abierto a todas las voces, a todas las sensibilidades. Nadie sobra, todos somos necesarios en esta unidad pluriforme, como bellamente señalaba san Juan Pablo II. Parecemos olvidar que el eje de la vida cristiana es el amor y que la Iglesia es comunión. Solo desde el amor fundante, el amor primero, las diferencias son posibilidad de enriquecimiento mutuo; de lo contrario se tornan en motivo de enfrentamiento. El mundo no puede creer si no damos testimonio de Cristo. En efecto, si no somos comunidad de amor, nos convertimos en agresivas bandas sectarias o en individualidades egoístas, cansadas, hedonistas y desmotivadas. La mundanización, que supone la pérdida del sentido religioso y la adopción de los criterios del mundo, se manifiesta en gran medida en la defensa de las seguridades, en la ideologización de la fe, en la profesionalización de los ministerios, en la adopción de un cristianismo a la carta del que solo se acepta lo que coincide con los propios criterios”.
Lo dije al inicio de estas líneas: hay que leer por completo el ya citado artículo de Mons. Marín de San Martín -prelado español que no para de trabajar- para poder opinar y opinar con criterio.
Luis no es ningún Torquemada ni un Savonarola moderno. Y no solo no lo es por no ser dominico. Es un agustino de los pies a la cabeza, pero como San Agustín piensa que: “Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”.
Y Mons. Marín ama a la Iglesia, a la que hoy sirve como Sub-Secretario del Sínodo, consciente de que -como también enseñó San Agustín-  “es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja”.–
José Alberto Rugeles Martínez
Vice-presidente del Foro de Laicos de España

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