Testimonios

«¿Qué se siente cuando llegas a Compostela? Es el Centro del Mundo, es magia, es mágico»

Entrada a la plaza del Obradoiro con Pedro Ibáñez, peregrino con más de veinte caminos en sus pies, hospitalero y voluntario en la Oficina de Atención al Peregrino de Santiago

«¿Qué se siente cuando llegas al Monte do Gozo y ves Compostela? ¿Qué se siente cuando entras a Compostela y llegas, escuchando la gaita, a la Plaza del Obradoiro? ¿Qué sientes cuando alcanzas el objetivo después de semanas caminando, bajo el sol y la lluvia, por tierra, barro y asfalto, con tu mochila, compartiendo las 24 horas del día, experiencias, con personas de todo el mundo, reconectando con la naturaleza, descubriendo aldeas y pueblos, lugares marcados por la historia y la leyenda, tradiciones y costumbres? Es la magia del camino. No se puede explicar con palabras. Solo se puede sentir y vivir. Es magia, es mágico», afirma Pedro Ibáñez, valenciano, peregrino veterano -con más de veinticuatro caminos, hospitalero de acogida tradicional desde hace una década, y voluntario en la Oficina de Atención al Peregrino de Santiago de Compostela– en el centro de la Plaza del Obradoiro a los pies de la Catedral de Santiago.

Hizo su primer camino en 1997. No le gustaba andar. Pero su mujer se empeñó en que hicieran juntos el Camino de Santiago. Desde entonces no ha dejado de caminar. No solo sigue caminando sino que además es hospitalero de acogida tradicional desde hace diez años y uno de los voluntarios de la Oficina de Atención al Peregrino en Santiago de Compostela, encargado de atender, firmar y entregar La Compostela a los miles de peregrinos que llegan cada día a Santiago.

Pedro Ibáñez, peregrino, hospitalero y voluntario en la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela. Lleva más de veinte caminos en sus piernas y una década cuidando a los peregrinos en los albergues de acogida tradicional. Su próximo camino será con su nieta. FRAN CONTRERAS

«Ser hospitalero es otra forma de caminar y vivir el Camino. Soy hospitalero para devolver al Camino parte de lo que me ha dado y me sigue dando -detalla Pedro Ibáñez-. Y el trabajo en la Oficina del Peregrino, donde llegan todos los peregrinos, es muy gratificante. Todos, sin excepción, llegan, llegamos, con una mochila, exterior pero también interior. Da igual tu motivación. Da igual si eres religioso, espiritual o no. Hasta el peregrino más insensible, suelta la mochila, la exterior e interior. Cada cual tiene su motivación. Esa es una de las grandezas del camino: saca lo mejor de nosotros, del ser humano, nos une e iguala a todos. Te cuento una experiencia reciente: hace unas semanas llegó un peregrino, un chico joven, a la Oficina, cuando le entregué La Compostela, se derrumbó, rompió a llorar, estaba haciendo el Camino en homenaje a su padre, el mismo que su padre había hecho hace tres años, antes de fallecer por el Covid».

Emoción es lo que embarga al peregrino cuando en el Monte do Gozo -antiguamente llamado Mons Gaudii, una de las siete colinas mágicas del camino- contempla las torres de la catedral de Compostela, que ya desde la distancia trasmite una fuerza y energía especial. Sus orígenes e historia están marcados por el milagro y la leyenda, ligados al descubrimiento de la tumba del apóstol en el siglo IX por parte del eremita Pelayo y el obispo Teodomiro de Ira Flavia, tras la observación de unas misteriosas luces en los cielos. Un hallazgo que provocó la unión de los reinos cristianos peninsulares en plena dominación musulmana, y después de los europeos -tal y como recuerda una inscripción antes de entrar en el casco antiguo, «Europa se vertebró caminando a Compostela»- y finalmente que, a partir del siglo XII, además de ser «Ciudad Santa» junto a Roma y Jerusalén, fuera considerada uno de los «Centros del Mundo».

Asentamiento de la Cultura Castreña, según la tradición donde reinaba la reina Lupa; posteriormente romana, desde el siglo I hasta el siglo V, identificada como mansio de Assegonia; más tarde quedó despoblada y utilizada como cantera durante el reino suevo hasta el siglo VII. Tras el prodigioso hallazgo de la tumba apostólica en el siglo IX, y el reconocimiento oficial, se levantó un santuario y se estableció una comunidad de monjes junto con el obispo Teodomiro. Fortificada por Sisedo II, fue arrasada en el siglo X por Almanzor, siendo éste un punto de inflexión en la historia de la urbe y del Camino. A partir de este momento comienza su esplendor con la edificación de una nueva catedral románica -de la mano del obispo Diego Peláez-, convirtiéndose más tarde, gracias al obispo Diego Gelmírez y el Maestro Mateo -quien talló la imagen en piedra del apóstol, hoy sobre el altar mayor-, en epicentro de la cristiandad, en la referencia espiritual, religiosa, política y cultural de Europa.

Tras el descenso del Monte do Gozo, el peregrino se enfrenta a un tramo urbano que va por la rúa San Lázaro, después por la rúa do Valiño, prosigue por la rúa das Fortiñas y la rúa dos Concheiros, para llegar a la rúa de San Pedro hasta la Porta do Camiño, donde se entra al casco antiguo. Un laberinto de calles estrechas y empedradas, de piedra gris. Paso a paso proseguirá por la rúa das Casas Reais -donde antaño estaban ubicados los gremios de cambios de monedas-, hasta la plaza de Cervantes -sede del ayuntamiento hasta el siglo XVIII- para ya, desde aquí, recorrer la rúa de Azabachería -en la que se encontraban los talleres de azabache- atravesar la plaza de la Inmaculada y el Monasterio de San Martín de Pinario, y finalmente, tras cruzar el Arco del Palacio -siempre al son de una gaita-, acceder a la Plaza del Obradoiro.

«No se puede explicar lo que sientes. Es algo único. Tienes que vivirlo. Da igual el número de veces que hayas llegado, todas las entradas al Obradoiro son distintas y especiales. Cuando llegas al arco, con el sonido de la gaita de fondo, es magia y mágico. Afloran todas las emociones y sentimientos. Cada camino lo haces con una motivación. Mi próximo camino, mi próxima entrada a la Plaza del Obradoiro y a la Catedral, será con mi nieta, tiene un añito y medio, y caminaremos juntos» afirma emocionado, y con una sonrisa, Pedro Ibáñez.

Pedro, al igual que los miles de peregrinos que llegan estos días a Compostela, entrará ahora a la catedral por la Puerta Santa, abierta por ser Año Santo Xacobeo 21-22. Algo que solo ocurre en un ciclo de seis, cinco y once años, cada vez que la festividad del apóstol cae en domingo. Una vez en el templo se dirigirá a la cripta para presentará su respeto y agradecimiento al apóstol. Después, participará en la misa-bendición del peregrino, y contemplará el baile y danza del botafumeiro, cuyas cuerdas en más de una ocasión a sujetado y sostenido. Tras la liturgia, mostrará sus respetos a la talla del Maestro Mateo, situada en la parte posterior del Pórtico de la Gloria. El maestro constructor que quien cambió el inconsciente colectivo de los peregrinos medievales al tallar la imagen de Santiago ubicada sobre el altar mayor que todos abrazan, un ritual suspendido temporalmente por culpa de la pandemia que en breve se retomará. Solo le quedará un trámite por hacer: acudir a la Oficina de Atención al Peregrino, para presentar su credencial peregrina y obtener La Compostela, el certificado religioso que avala su peregrinación, y el comienzo de un nuevo camino, el de la vida.

Fran Contreras Gil es periodista, documentalista y escritor, además de uno de los mayores divulgadores del Camino de Santiago de nuestro país, itinerario que ha completado en más de una docena de ocasiones, en su ruta ‘francesa’. Sus especialidades son la historia, las leyendas y los misterios. Es autor de ‘Guía Mágica del Camino de Santiago’ (Luciérnaga, 2021). Colabora habitualmente con ‘Más de uno’ (Onda Cero), ‘Las piernas no son del cuerpo’ (Melodía FM) y el podcast DEX-Días Extraños (Ivoox).

Para más información: https://www.caminodesantiago.gal/

FRAN CONTRERAS/ABC de España

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