Opinión

Del candidato y otros perfiles más

Yo diría que, como no hay un líder ahora tenido como verdaderamente sobresaliente, asoma su tez cualquiera que se sienta en capacidad de encontrar apoyos; y claro, entre la fantasía y los sueños, echar a andar una suerte de campaña electoral.

¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar?… Todo el que camina anda, como Jesús, sobre la mar.”

Antonio Machado

Nelson Chitty La Roche:

El sendero que ha tomado un pretendido liderazgo en Venezuela consiste en designar – mediando una consulta de presunciones democráticas- un candidato para enfrentar a Maduro y a lo que él significa, en supuestas elecciones a realizarse en el 2024.

No se advierte nada más, en el discurso que se escucha, desde la cuasi totalidad de los que se quieren candidatos presidenciales que, por cierto, suma esa lista varias decenas ya, salvo uno que recién empieza su peregrinar, con intensa pasión, no obstante.

Yo diría que, como no hay un líder ahora tenido como verdaderamente sobresaliente, asoma su tez cualquiera que se sienta en capacidad de encontrar apoyos; y claro, entre la fantasía y los sueños, echar a andar una suerte de campaña electoral.

Empero los deseos no empreñan, se oye decir popularmente y, hace falta mucho más para lograrlo. En efecto, posicionarse debe el aspirante para asegurarse el favor, el interés, el conocimiento y la empatía con el colectivo social. A veces toma tiempo y, depende de una variedad de elementos que incluyen, como diría Maquiavelo, la fortuna.

Por cierto, traigo con algún deleite esta cita del secretario florentino referida a la fortuna; “«Su natural poder domina todo, siempre es violento su total imperio […] Y muchos la llaman omnipotente, porque cualquier humano en esta vida tarde o temprano su poder siente […] Esta inconstante e inestable diosa a menudo al indigno sienta en el trono donde jamás permite a quien merece […] Ella dispone el tiempo a su manera; ella te sube al cielo o bien te entierra sin piedad o sin leyes ni razones» (De la fortuna en Capitoli).

El carisma, esa suerte de encanto, de atractivo, de capacidad para persuadir, convencer y obtener ascendiente sobre la comunidad, no es, sin embargo, asequible a todos, ni tampoco suficiente para lo que hace falta en esta hora trémula que vive la patria.

Dirigir y acometer el cambio que el país necesita desesperadamente, no es un asunto de un hombre ni de un partido, ni de una empresa de basura que como tiene dinero, financia y no por altruismo precisamente a uno o varios “políticos” y/o candidatos a gestionar la cosa pública.

La situación demanda que el cuerpo político se erija en militante, candidato y gobierno hasta que se logre recuperar la soberanía arrebatada por la alianza felona que permite todos los desmanes, tropelías y detrimentos, inescrupulosa e impúdicamente.

No son los partidos tradicionales los actores que representarían esta épica pendiente e impostergable. Tampoco todos ellos sumados pueden hacerlo y fuerza es admitirlo, al menos no, en este instante del devenir menguado que vivimos. Es la unidad nacional sin exclusiones la que debe abanderarse. La mayor suma de acuerdo es la propuesta y no otra. ¡‘La unidad…estúpidos!

Debe para ello cesar inmediatamente el ejercicio maledicente continuo y compulsivo hacia quienes tienen en común el objetivo de la liberación, y ello, aunque no piensen todos de la misma manera. La democracia fratricida venezolana por así llamarla, más bien, la antipolítica que practican irresponsablemente los que se creen demócratas, nos ha lisiado y despojado de la confianza, la fe y la esperanza. Por eso siguen los bribones que nos sofocan donde están.

Un candidato que se eligiera sin superar esta tendencia mortífera arrancaría con más plomo en el ala, cortesía de los otros opositores, del que el gobierno le va a tratar de poner. Debe hacerse un giro en el concebir, programar y en el ejecutar político de aquellos que constituyen la planta dirigente nacional.

Cuidado con los caballos de Troya que el hegemón “chavo madurista militarista castrista” coloca a las puertas de la ciudadanía, inficionada la susodicha de antipolítica, y ávida de novedades que no son sino maniobras y posverdades.

Por ahí anda ya uno que se pasea disfrazado y simulando que no es de aquellos, pero tampoco de estos. Jugará a lucir como un tercero en discordia que realmente cumplirá con el rol de distraer, debilitar, desviar, pero, está entendido con el hegemón mayor.

El electoralismo se instala, pero, obvia que, sin ciudadanía, sin superar la huelga electoral, sin un proceso de selección manejado con extrema transparencia y honradez, no habrá mucha presencia y menos aún respaldo para quién culmine elegido para la tarea.

En ese contexto he pensado, y como cualquier ciudadano, en convocar a la sociedad civil y con ella, realizar las primarias mas inclusivas y prístinas que se puedan hacer, pero, el mensaje insisto, tiene que generar confianza.

Algunos me tratarán de romántico, otros de ingenuo, y si eso me permitiera evidenciar nuestras falencias y carencias, no me molestaría. Me angustiaría que no veamos o asumamos la trampa que nos preparan; la celada del régimen con sus inhabilitaciones, con sus arácnidos, con los que no advierten que, en la desunión, en la división, en la fragmentación obra la derrota.

El candidato para promover, postular, conquistar para ganar, es el pueblo y es el que se ha ausentado, y créanme que no es una verdad de Perogrullo a la que hay que ponderar, sin embargo, en nuestro contexto circunstancial.

¿Cómo reencontrar al extraviado pueblo? Al timado, birlado, manipulado y enajenado pueblo, hay que sacarle del trance. Yendo a su presencia como compatriota, para apoyarle, comprenderle y soliviantarle eventualmente.

El editorial de El Nacional del lunes pasado se refirió a la cruzada de las organizaciones de los trabajadores, y el martes, los maestros tomaron calle protestando por el mísero e irrespetuoso trato que reciben. Fueron miles de rostros signados por la fatiga y la amargura.

El régimen se apresuró a mostrar sus verdugos para amedrentar, disuadir, ahuyentar, pero, lo más grave fue para mí, no ver ni en la retaguardia de la marcha magisterial, a ninguno de los que se autoproclaman candidatos.

Vuelvo a Machado: “Caminante son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar.…”

 

Nelson Chitty La Roche, @nchittylaroche, nchittylaroche@hotmail.com

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