Rafael Luciani: “América Latina abre vías para la renovación de la colegialidad a la luz de la sinodalidad”
Diplomado en actualización teológica a los discípulos misioneros desde Perspectivas Latinoamericanas
«La sinodalidad como práctica ambiental no es nueva en América Latina. La eclesiología del Pueblo de Dios ha sido el eje de recepción fundamental del Concilio Vaticano II en nuestro continente»
«Con una recepción situada del Vaticano II en el Continente, se dio forma a lo que en el Concilio había sido un tema marginal: la Iglesia de los pobres, una institución comprometida con la liberación y la promoción humana, en lucha contra la pobreza»
«Hoy en día, por ejemplo, se reconoce el aporte que está haciendo América Latina a otros continentes abriendo vías para la renovación de la colegialidad a la luz de la sinodalidad»
Las muy buenas propuestas en materia de actualización teológica ya son un clásico de la oferta educativa del Cebitepal – Centro de Formación del Celam. Este 22 de agosto (NUEVA FECHA) se inicia el Diplomado en actualización teológica a los discípulos misioneros desde Perspectivas Latinoamericanas. Para adentrarnos en la temática entrevistamos para ADN Celam al Dr. Rafael Luciani, laico venezolano, Doctor en Teología, Experto de la Comisión Teológica de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos y profesor de este Diplomado.
¿Por qué es importante la dimensión de la sinodalidad en la teología latinoamericana?
La sinodalidad como práctica ambiental no es nueva en América Latina. La eclesiología del Pueblo de Dios ha sido el eje de recepción fundamental del Concilio Vaticano II en nuestro continente. Esto ha facilitado que, a diferencia de otros continentes, se considere hoy a la sinodalidad como una profundización de esta eclesiología que parte de la centralidad del capítulo II de la Lumen gentium. Podemos decir que en América Latina se ha ido desarrollando una eclesialidad sinodal a partir de la Conferencia de Medellín que produjo una nueva forma eclesial de proceder en el continente.
Traemos el ejemplo de Medellín porque ahí se comprenden las relaciones entre los fieles a partir de una diferenciación no jerárquica, sino horizontal y recíproca, fundada sobre la “triple función profética, sacerdotal y real de Cristo” en todo bautizado. Así se reconoce y expresa en el documento Iglesia visible (n. 8). Este es un principio fundamental de la sinodalidad. En el Documento Final del Sínodo para la Amazonia se recoge este sentir de un modo claro al decir que «la sinodalidad caracteriza también la Iglesia del Vaticano II, entendida como Pueblo de Dios, en igualdad y común dignidad frente a la diversidad de ministerios, carismas y servicios» (87).
Pero, para que esto sea efectivo en la vida ordinaria de la Iglesia, la Conferencia llamó a una “revisión de las estructuras eclesiales en lo que tienen de reformable (…) con los ojos puestos en la naturaleza de la Iglesia” (Pastoral de Conjunto 5) comprendida como Pueblo de Dios que camina en un lugar y en un tiempo. En la teología latinoamericana será Ronaldo Muñoz, con su obra Nueva conciencia de la Iglesia en América Latina, el primero en captar esta necesidad y llamar a «reformar las relaciones e instituciones internas» como vía para superar el clericalismo heredado del preconcilio.
A partir de entonces se fue dando una hermosa convergencia entre la recepción de la Iglesia Pueblo de Dios de Lumen gentium y las grandes interrogantes de Gaudium et spes. Podemos decir que se fueron desarrollando de modo ambiental y experiencial las dos definiciones que ofrece hoy en día el Documento Preparatorio del Sínodo de la sinodalidad sobre lo que significa la sinodalidad, es decir, el modo como caminan juntos todos los fieles entre sí (28) y la Iglesia entera con el mundo (29).
Latinoamérica ha transitado caminos teológicos pastorales bien identificables y con enorme personalidad. Podría darnos algunas pistas imprescindibles para entender este trayecto y dónde están sus riquezas y sus frutos.
Comprender la identidad y la misión de la Iglesia en América Latina pasa por el cambio cualitativo que surge en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín en 1968. Jorge Mejía bautizó a este evento como “el pequeño Concilio” en alusión a su forma continental y colegiada. La novedad de su método de trabajo sentó las bases para el espíritu que dará nacimiento a una identidad eclesial latinoamericana propia.
Con una recepción situada del Vaticano II en el Continente, se dio forma a lo que en el Concilio había sido un tema marginal: la Iglesia de los pobres, una institución comprometida con la liberación y la promoción humana, en lucha contra la pobreza. Este horizonte, desde donde se comenzará a hacer teología y a vivir la eclesialidad, se convertirá en el gran aporte a la catolicidad más amplia por parte de la Iglesia latinoamericana en tanto Iglesiafuente —como la denominó De Lima Vaz SJ en 1968.
El magisterio latinoamericano ha querido ser fiel a esa opción por los pobres que nace en Medellín profundizándola a lo largo de todas las Conferencias generales del Episcopado. Puebla agregará que se trata de una opción preferencial y Santo Domingo recuerda que dicha opción pasa por una «conversión pastoral» de las relaciones y las estructuras eclesiales. Este sentir encuentra su recepción más cercana en Aparecida donde se habla de la «conversión pastoral» en una Iglesia «discipular-misionera» que camina junto a los excluidos y descartados. El Papa Francisco acoge este llamado en Evangelii Gaudium y lo profundiza haciendo de esta opción una «opción estructural» que debe expresarse en todos los niveles y personas en la Iglesia.
Pero también encontramos otro camino en la recepción del Concilio a través del desarrollo teológico-pastoral con sus distintas formas. Desde la teología del pueblo en la Argentina, con exponentes como Lucio Gera y Rafael Tello; pasando por la teología de la liberación fundada por Gustavo Gutiérrez en Perú, o por su encarnación en la realidad brasilera con figuras como los hermanos Boff y Comblin. A su vez, esto también se aprecia en Venezuela con Pedro Trigo o en El Salvador con Jon Sobrino e Ignacio Ellacuría. Esto sólo por nombrar a algunas corrientes y autores de primera generación de la teología en nuestro continente. En todas estas líneas de un mismo quehacer teológico-pastoral se entiende que el camino de la salvación pasa por la liberación, al menos desde dos premisas, entre otras: a) la promoción del ser humano que resulte en el incremento económico y la participación sociopolítica, y b) el desarrollo de los pueblos que conduzca a liberarse de cualquier forma de colonialismo. Pero todo esto, no como una mera respuesta sociológica, sino como fidelidad al seguimiento de Jesús quien optó toda su vida por los pobres y excluidos, a quienes les comunicó la buena noticia de la liberación como lo narra Lucas 4 en el episodio de la sinagoga de Nazareth. De ahí la importancia inicial que se dio a la cristología entendida como seguimiento de Jesús. Hoy, ese seguimiento interroga si el modo institucional actual de ser Iglesia, es fiel a ese seguimiento o se ha convertido en un obstáculo para el Evangelio, como dijo Ronaldo Muñoz en 1972.
¿Cómo cree que ha sido la relación entre la Iglesia en América Latina y Roma?
Quisiera detenerme en un ejemplo que marcó un paradigma en el modo como se dieron relaciones de complementariedad entre América Latina y Roma. Un hecho que sólo se volvió a repetir de este modo con la llegada de Bergoglio al pontificado. Podemos describirlo diciendo que América Latina hace una recepción situada de la Populorum Progressio, del mismo modo en que Pablo VI incorpora la relación entre evangelización y liberación de Medellín en el magisterio universal. Este paso se dio en 1971, en la Declaración de la II Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre la Justicia en el Mundo. Allí se asume que la Iglesia debe responder a los nuevos signos de los tiempos en la línea de la Gaudium et Spes: “predicando la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los oprimidos y la alegría a los afligidos”.
En la III Asamblea General del Sínodo de Obispos (1974) hay otro ejemplo de esta relación. Bajo el lema La evangelización del mundo contemporáneo, los obispos del mundo trataron el tema de la liberación como función propia de la obra evangelizadora de la Iglesia en cada cultura. Monseñor Pironio expuso la necesidad de una nueva evangelización con base en tres pilares: a) el anuncio de la praxis de Jesús, b) la proclamación de la fuerza transformadora del Reino, y c) el llamado a la conversión eclesial. El Sínodo asumió entonces que con ello la Iglesia se juega su credibilidad porque “si el mensaje cristiano por el amor y la justicia no manifiesta su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente obtendrá credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo”.
Las conclusiones sobre el tema fueron incorporadas por Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi (n. 29), donde se refiere a una liberación sostenida en tres órdenes: antropológico (reconocimiento de los problemas sociales y económicos concretos de cada sujeto), teológico (pues no hay redención sin justicia) y evangélico (el amor al prójimo implica un crecimiento en humanidad). Dice el Papa Pablo VI que “no es posible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo” (EN 31). No existe salvación sin la liberación integral de todo aquello que oprime e impide el desarrollo (EN 9). Con este ejemplo he querido compartir esta hermosa reciprocidad que ha existido y que hoy se repite bajo el actual pontificado de Francisco entre la Conferencia de Aparecida y la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.
¿Cómo interpreta que nos ven desde otros continentes?
Creo que en otros contextos eclesiales se conoce poco nuestra cultura y esto dificulta la comprensión del modo como ha sido la recepción Concilio en el continente, que es tan peculiar y propia que ha generado un método capaz de dar vida a un nuevo modo eclesial de proceder. Sin embargo, últimamente ha crecido el interés global por conocernos tras la elección de Francisco. Hoy en día, por ejemplo, se reconoce el aporte que está haciendo América Latina a otros continentes abriendo vías para la renovación de la colegialidad a la luz de la sinodalidad. Esto se aprecia en la creación de nuevas instituciones sinodales como la Conferencia Eclesial para la Amazonia y la reciente Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Esta última está siendo adoptada por otras Iglesias regionales como modelo para la realización de la fase continental del Sínodo de la sinodalidad.
Pero esto no es reciente porque tenemos experiencias previas como el Concilio Plenario Venezolano, celebrado en mi país, que logró crear un espíritu y un modo de proceder sinodal que parte de consultas nacionales, discernidas entre todos los fieles, con la finalidad de elaborar decisiones pastorales en conjunto. Acaba de celebrarse la II Asamblea Nacional de Pastoral de Venezuela donde laicos, laicas, religiosos, religiosas, presbíteros y obispos se sentaron juntos a discutir entre ellos, sin distinción, qué modelo de parroquia necesitamos. También hay experiencias de consulta y escucha en la Arquidiócesis de Lima, el Sínodo Arquidiocesano de Buenos Aires y los programas pastorales de la Diócesis de Ipiales en Colombia. Estas y muchas otras experiencias de elaborar pastorales en conjunto han sido propias en muchos lugares de nuestro continente.
Esto no quita el hecho de que exista un fuerte clericalismo. No podemos caer en un falso triunfalismo. Pero sí dice de un modo de proceder y un método eclesial que ha dado muchas sorpresas, aún sin haber clara conciencia de ello, porque siempre se parte de experiencias ambientales vividas que luego se institucionalizan y teologizan con el pasar del tiempo.
¿Qué aspectos del Diplomado toma usted en sus clases?
He participado en este Diplomado en otras oportunidades y siempre lo voy actualizando a la luz de los nuevos retos que van apareciendo en el quehacer de la vida eclesial. En esta oportunidad estudiaremos la eclesiología del Concilio Vaticano II a partir de los elementos más importantes que se destacan en la actual fase de su recepción. Por ello, profundizaremos en la eclesiología del Pueblo de Dios de Lumen Gentium, estudiaremos el sensus fidei y sus implicaciones en los procesos de re-definición de las identidades, las dinámicas comunicativas y las relaciones entre los distintos sujetos eclesiales. Además, presentaremos el actual estado de la teología del sensus fidei hoy y lo que esto implica para los procesos de constitución de una Iglesia sinodal.
En este contexto, analizaremos los elementos que dan forma a una Iglesia en clave sinodal, como son los estilos de vida, las prácticas de discernimiento, y la elaboración y toma de decisiones en conjunto. La construcción de este nuevo modo de ser Iglesia propuesto para el tercer milenio dependerá de los procesos que se emprendan, no sólo en relación a la conversión de las mentalidades, sino también a la reforma de las estructuras actuales y la creación de otras nuevas.
Este Diplomado se llevará a cabo del 22 de agosto al 16 de septiembre, lunes, miércoles y viernes de 11:00 am a 12:30 pm Hora de Colombia.-
| Virginia Bonard, ADN Celam
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