Hay que luchar sinceramente por Venezuela
Y eso demanda consenso, unidad y despartidización electoral
Egildo Luján Nava:
La historia no sólo enseña, también produce recuerdos y advierte qué puede esperar la sociedad, teniendo en cuenta lo ya acontecido en similares situaciones. Eso se denomina experiencia, y ésta sólo se puede adquirir de dos maneras; haberlo vivido o escudriñando y estudiando lo que ya ha acontecido, y/o haciendo uso de la información obtenida, para reducir errores y desdicha. No obstante, hay dos dichos muy sabios que rezan: » EL HOMBRE ES EL ÚNICO ANIMAL QUE TROPIEZA DOS VECES CON LA MISMA PIEDRA,» y «NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER».
Al analizar lo que sucede en el Continente Latinoamericano, y haciendo un moderado estudio histórico-analítico sobre la situación sociopolítica de cada uno de los países de dicha región, se encuentra que lo dicho anteriormente, es una enorme verdad. Y lo cierto radica en que se ha visto -y continuaremos viendo- una repetición de errores, vicios, ignorancia y negligencia que no le ha permitido a ninguno de ellos despegarse del tercermundismo, atraso y subdesarrollo. Contraria, y desafortunadamente, en la mayoría de los casos han prevalecido los egos, la ignorancia, la corrupción y el «pandillismo corrupto», lo que, equivocadamente, induce a desvirtuar lo que debe ser y hacer un partido político. ¿Resultado?: la conversión en una auténtica «FRANQUICIA» de privilegios y beneficios económicos para sus integrantes, olvidándose de objetivos, ideologías, honorabilidad y compromisos con la Patria y sus ciudadanos.
En relación a Venezuela, esta lamentable y repetida distorsión es la que ha conducido a la ruina del país, que alguna vez fue próspero y encaminado a alcanzar su pleno desarrollo. A partir de la década de los años 50, hasta la de los 80, el país logró salir del ruralismo y del atraso, y construir una época durante la cual coloquialmente decían: «Al salir de Caracas, el resto es monte y culebras». En el transcurso de esos 30 años, Venezuela, de hecho, logró convertirse en un país pujante, próspero y democrático; el más electrificado de Latinoamérica, con las mejores vías de comunicación, eficientes programas de alfabetización, fantástico plan de becas de estudios universitarios en el exterior, gran expansión industrial y agroproductora, entre otros tantos adelantos, financiado por una eficiente e importante industria petrolera, que hoy está arruinada.
A partir de la década de los 80, los partidos y sus dirigentes comenzaron a «franquiciarse». Se acentuaron la corrupción, el individualismo y las ambiciones personales, llegando a cometer un error político, al separar de su cargo el 21 de mayo de 1993 al Presidente Carlos Andrés Pérez. Entonces, se cercenó el hilo constitucional y se inició un debilitamiento de los partidos democráticos, además de un descontrol ciudadano y la paralización destructiva del crecimiento económico del país. Adicionalmente, surgió la desconfianza, escasez, inflación y el descontento ciudadano, dejando puerta franca para darle entrada al «Socialismo del Siglo XXI», con sus falsas promesas populistas, corrupción desmedida e inevitable destrucción del país.
Lamentablemente, no se ha querido aprender de la historia. De hecho, hoy se continúan cometiendo los mismos errores, tanto en el seno del régimen, como entre sus líderes y partidos aliados, al igual que los cuestionados partidos y líderes de la oposición. Ambos bandos han perdido credibilidad y aprobación de la gran mayoría ciudadana que clama, exige y quiere un cambio con la salida del régimen. Y todo como consecuencia de no creer en los ya desgastados y desprestigiados LIDERES de la oposición, quienes, tercamente, insisten en no querer entender que sólo con el respaldo ciudadano, es posible generar soluciones, siempre y cuando se apoye en las ventajas que garantice la presentación del respaldo fundamentado en la conducción experimentada de honorables hombres de experiencia y conocimientos comprobados y SIN RABO DE PAJA.
Por supuesto, todo se traduce en el entendido de que es indispensable consolidar la UNIDAD, escogiendo por CONSENSO, entre todos los sectores de la vida nacional, a un candidato acompañado por un equipo de expertos profesionales y técnicos que logren ganarse el respaldo, la confianza y la credibilidad de todos. Pero, además, despartidizando la contienda electoral y uniéndose todos contra un único contendor. Obviamente, antes de la celebración de las elecciones, debe formalizarse un juramento fundamentado en un proyecto o programa de gobierno que saque al país de esta ruina y letargo. Porque así, y únicamente así, es como se lograría el respaldo de ese previsto 80% de la población, que estaría hoy dispuesto a derrotar cualquier trampa, ventaja o fraude que se intente.