Vargas Llosa, literatura y política
Ahora que acaba de morir, su ejemplo y compromiso político e ideológico trascenderán al igual que su obra literaria

Gehard Cartay Ramírez:
Comencé a conocer la obra literaria de Mario Vargas Llosa desde mis días de liceísta, interesado desde entonces en temas de la literatura universal en medio de una muy temprana militancia política.
En aquel tiempo, Vargas Llosa no era tan famoso como escritor. Sin embargo, se destacaba desde ya como un activo actor político e ideológico, defensor de la llamada Revolución Cubana y de los demás sistemas comunistas.
Cuenta en sus memorias, tituladas “El pez en el agua” (Seix Barral, 1993), que -luego de una pasantía por la izquierda comunista en Lima- a mediados de la década de los cincuenta había militado en el Partido Demócrata Cristiano del Perú, al cual renunciaría cierto tempo después desde Europa por su tibia posición ante la Revolución Cubana. Entonces volvió a vincularse con la izquierda marxista hasta que, a mediados de los años setenta, se decepcionó y comenzó a denunciar la farsa del castrocomunismo cubano y del comunismo soviético.
Ya para entonces Vargas Llosa se había consagrado como uno de los más notables novelistas del llamado “boom” literario latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, entre otros. Pero, a diferencia de aquellos, su postura ideológica contestataria contra el marxismo se perfilaba cada vez más, frustrado por su tardío descubrimiento de la deriva dictatorial de los regímenes comunistas en general y la de la Revolución Cubana, en particular. Desde entonces no cesaría en sus denuncias al respecto, al tiempo que asumía las tesis liberales de Berlin, Popper, Hayek y otros intelectuales. Así, su ruptura con su pasado marxista se hizo cada vez más notable, lo que le trajo aparejadas campañas de desprestigio y ataques de toda laya desde la acera contraria.
Pero en todo este tiempo, Vargas Llosa pudo realizar una obra monumental y prolífica en el campo de la literatura, ya como novelista o como ensayista. Desde su consagración como autor de “La ciudad y los perros” en 1963, hasta su última obra “Le dedico mi silencio”, no hubo pausa ni descanso en su carrera como escritor y el éxito coronó todas sus numerosas obras, con lo que se labró un enorme prestigio internacional. A partir de entonces obtuvo muy importantes reconocimientos, entre ellos el Premio de Literatura Rómulo Gallegos en 1967 y, finalmente, el Premio Nobel de Literatura en 2010.
En lo personal, debo destacar el valor de su obra como ensayista, profundo y agudo. Porque Vargas Llosa no se contentó con sus novelas como actos creativos, de portentosa imaginación y, al mismo tiempo, como retratos de grandezas y miserias humanas. Fue más allá y allí está su mérito como extraordinario ensayista, al asumir temas actuales y profundos, analizados con brillantez e infinita lucidez. Esta vertiente de su obra fue la que más me impactó, porque lo mostró como un intelectual comprometido con la libertad y la democracia, y como alguien que no se refugió en su novelística para esconder su papel crítico ante tantos temas actuales y dramáticos de nuestra realidad continental y mundial. Tuvo la valentía de asumir sus posiciones políticas e ideológicas con claridad y honestidad.
Así lo hizo también cuando se postuló para la presidencia del Perú en 1990, atendiendo a su conciencia política y a numerosas voces de respaldo. Hizo entonces una campaña signada por la sinceridad y la honestidad como candidato, anunciando las severas medidas que tomaría en caso de ser electo para superar la gravísima crisis peruana, mientras su opositor más importante, Alberto Fujimori, hizo un despliegue gigantesco de demagogia diciendo lo que la gente quería oír y haciendo promesas de todo tipo, lo que le confirió la victoria. Pero el ejemplo del escritor quedó para la historia como un testimonio de autenticidad y respeto por la verdad, aunque sus connacionales no lo supieron entender. Creo que si hubiera sido electo entonces presidente la historia del Perú sería otra.
Siempre admiré su temple para asumir retos y desafíos y defender aquello en lo que creía, alejado de posiciones cómodas y oportunistas. En nuestro caso, los venezolanos tenemos una inmensa deuda de gratitud con Mario Vargas Llosa por su solidaridad permanente con nuestra causa democrática y su denuncia valiente y oportuna contra el régimen chavomadurista desde sus mismos inicios, siempre en consonancia con su combate contra populismos, autoritarismos, caudillismos y militarismos de cualquier tipo.
Ahora que acaba de morir, su ejemplo y compromiso político e ideológico trascenderán al igual que su obra literaria.-
Martes, 15 de abril de 2025.
Publicado por lapatilla.com