Los tiempos mesiánicos
Esta semana, como tantas otras en las últimas de los setecientos días precedentes, hay alguna noticia esperanzadora que por regla general queda en eso, una esperanza perdida. El presidente Donald Trump anuncia que está haciendo un último esfuerzo de negociación

Elías Farache:
En un par de semanas los judíos celebrarán el Año Nuevo 5786. Diez días después, el conocido Yom Kipur, Día del Perdón. Este período se conoce como “Los Días Terribles”. El Creador juzga a la humanidad entera y emite un veredicto de lo que ha de ser el año que comienza. Constituye un periodo de profunda reflexión y toma de conciencia. Una forma muy particular de celebrar un nuevo año, distinta en esencia a la de otras culturas.
Siendo que estamos tan cerca de estas fechas, y cumplidos setecientos días de la larga guerra de Israel con Hamas, vienen a la mente los análisis de algunas circunstancias cuando se trata de culminaciones e inicios. Uno de ellos es el tema del mesianismo y los tiempos mesiánicos. Algo muy enraizado en el judaísmo.
El estado de Israel representa para muchos el inicio de los tiempos mesiánicos. Los detractores de esta idea la rechazan por lo poco pacíficos y distantes que se ven respecto a tiempos de paz y concordia. Pero para muchos, la venida del mesías será precedida por días de convulsiones no vistas, de situaciones muy desagradables, de conductas que riñen con lo establecido como correcto. Un gran enfrentamiento entre Og y Magog, se presagia como muy violento.
Las profecías del Viejo Testamento son complicadas de descifrar. A veces, a posteriori, se pueden identificar ciertos eventos. Es cuestión de interpretación y buena voluntad. En la actualidad, algunos ven cumplidas algunas profecías, algunos módulos de ellas.
Para muchos, la existencia de un Estado Judío luego de dos mil años de exilio es un milagro. Que se haya declarado eso en la ONU, que Israel haya enfrentado y superado tantos inconvenientes, que el centro del judaísmo se ubique precisamente en la Tierra Prometida donde hoy día existe la mayor población judía del mundo, son los indicadores del inicio de la redención para el pueblo judío y para toda la humanidad.
Si nos atenemos a los hechos y situaciones que deben verse como extrañas y convulsionadas, tenemos varias para que sirven de antecedente inmediato.
El mundo entero vive en una gran zozobra. A pesar de los avances tecnológicos, hay hambre y guerra en muchas partes. Sufrimiento. Las costumbres, el viejo decir de sanas costumbres y buenas maneras, muchas veces bajo la excusa o amparo de un liberalismo decadente, se han relajado hasta límites antes insospechados. El liderazgo institucional de muchas organizaciones e instancias se ha debilitado a niveles que promueven la anarquía. Líderes emblemáticos e irreverentes dirigen países y centros de poder con capacidades letales. ¿Es esto el escenario de Og y Magog?
A la hora de ver situaciones grotescas y poco justificables o entendibles, podemos dirigir nuestra mirada a lo que pasa en Israel y sus alrededores. Empezando en Israel, un país pequeño y especie de oasis en un entorno plagado de regímenes no democráticos ni tampoco muy respetuosos de los derechos humanos. Un país que ha sido víctima de la matanza de mil quinientos ciudadanos y el secuestro de doscientos cincuenta se percibe a los ojos del exterior y del propio interior como victimaria y no víctima. Los ciudadanos de Israel, unos más y otros algo menos, se sienten los responsables de los secuestrados antes que los secuestradores, y no tienen limitaciones para exigir la liberación y vuelta a casa de los cuarenta y ocho rehenes restantes, vivos o muertos, al gobierno de turno y sus autoridades. El futuro de los secuestradores, su acción luego de esto, su impunidad o castigo, están en un segundo y lejano plano.
Un país que vive con entera normalidad los cohetes que le son lanzados desde distintas partes, ahora desde el lejano Yemen, en una solidaridad incomprensible de los hutíes con la causa de Hamas, que les cuesta la propia destrucción y ante la cual son impasibles, como lo es el mundo entero ante la inexplicable situación que se vive todos los días en Israel con esto de detectar, tratar de detener, detener o recibir misiles balísticos como si de un fenómeno natural se tratase.
En los tiempos pre mesiánicos, si de desorden se trata, nada más evidente que la fala de lógica de los grandes del mundo quienes en vez de exigir la liberación de rehenes y poner fin a la situación de guerra, culpan al secuestrado y ofrecen como solución la creación de un estado ya creado y que funciona, salvo en aquellos esquemas que significarían más poder de fuego contra Israel. ¿Es esta la materialización de la profecía de que vivirá el lobo con el cordero? ¿Será que el cordero pequeño será devorado y el grande convivirá con un lobo que debe ser apaciguado y aplacado para que no muerda más?
Esta semana, como tantas otras en las últimas de los setecientos días precedentes, hay alguna noticia esperanzadora que por regla general queda en eso, una esperanza perdida. El presidente Donald Trump anuncia que está haciendo un último esfuerzo de negociación. El mismo que de ser exitoso se le atribuirá a él, de fracasar se le atribuirá ello al primer ministro israelí. Quizás también en los tiempos antes del mesías la verdad y la mentira se confunden la una con la otra, así como el bien con el mal.
De algo estamos seguros: esperamos los tiempos mesiánicos y siempre estos estarán precedidos, precisamente, de los tiempos pre-mesiánicos.
Ojalá que priven pronto la paz, la verdad y la justicia. Incluso en lo ya eternos tiempos pre-mesiánicos.-
Elías Farache S.
7 de septiembre de 2025