San Grátulo
Con razón Ciro Alegría escribió su famoso libro El mundo es ancho y ajeno
Alicia Álamo Bartolomé:
Grátulo de Aosta es un santo -cuya fiesta es hoy 7 de septiembre- para nosotros anónimo, pero patrón de esa ciudad italiana, para nosotros también un tanto anónima. Sabemos de Roma, capital del catolicismo; de Florencia, capital del arte; de Venecia, capital de los canales que en diminutivo da nombre a nuestra patria; y de varias otras, largo de enumerar. Me suena Aosta, claro que sí, pero en algún episodio que no logro precisar, me suena el Valle de Aosta. ¡Claro!, ese valle, que linda con Suiza y Francia, es parte de los Alpes italianos, famoso por sus sitios invernales para esquiar, la capital es la ciudad de Aosta. Hasta aquí vale informar. Sirva este ejemplo para darnos cuenta de nuestra ignorancia. Para la mayoría de nosotros el mundo es anónimo.
Con razón Ciro Alegría escribió su famoso libro El mundo es ancho y ajeno. Todo nos es ajeno. Nos enteramos de lugares y seres remotos cuando son azotados por catástrofes naturales -si es que puede ser natural una catástrofe- o se agitan en guerras. Sus buenas noticias no llegan nunca a nosotros. Incluso nos pasa con sitios de nuestro propio continente, ¡qué será de lo que sucede en Asia u Oceanía! Y sin embargo, aquí y allá hay seres con los mismos problemas, afanes, dolores y alegrías. Porque todos somos simplemente humanidad. Debemos insistir en desarrollar ese sentido de pertenencia a una sola comunidad, una sola raza: la humana. Dejémonos ya de tanta discriminación demoledora.
No es tarea para nosotros los mayores. Ya estamos enquistados en nuestros prejuicios. Vencidos. Es una cuestión para las generaciones del futuro. Lo que nos toca ahora es la planificación de una revolución de la educación. Hay que educar para ser ciudadanos del mundo y no de una nación. Educar no sólo para tener conocimientos sino para saber ser. En su sentido más amplio: ser hombre o mujer como hijos del planeta Tierra. Por ahora no tenemos otro. La casa común de la cual tanto habla de Papa Francisco. Que las generaciones próximas aprendan a respetar, amar y convivir en esta hermosa casa. Porque es bella la Creación.
Esta nueva educación empieza en el jardín de infancia -cuidado si antes- y va hasta el postgrado universitario. Escribí “cuidado si antes” porque a lo mejor habría que llevarla desde el maternal, ¡qué digo!, el vientre materno. Porque el feto oye. Hay que hablarle a toda la población futura, sin distinción de clases, sobre los valores de comprensión y solidaridad universales. Que los manejen como lenguaje y práctica cotidianos. Sólo así lograremos cambiar el mundo. De nada sirve una teoría si los hombres no la hacen vida. La armonía y la convivencia en el planeta deben dejar de ser palabras para convertirse en una realidad, en el fértil terreno de la paz. No es obra de un día ni de una generación. En una debe comenzar la transformación, ojalá sea la actual, con un cambio total en cómo se ha educado hasta hoy y la próxima empezará a recoger los frutos que resembrará y hará crecer.
Hay que desterrar del corazón, de la idiosincrasia del ser humano actual, toda esa caterva de discriminación y odios. ¡Que no la hereden las nuevas generaciones! El trabajo es largo y arduo, hay que empezarlo ya. Cambiemos todos los planes educacionales, todos los programas donde las materias divididas en estancos no enseñan a amar sino a diferenciar. Borrón y cuenta nueva. Todo esfuerzo en este sentido tiene su valor y proyección. No perdamos la coherencia de educar, amar y respetar.
Y a todas estas ¿adónde queda el título de este artículo, San Grátulo? Vamos a decir quién es. Fue obispo de Aosta entre los años 450 y 470. No hay mucha información, salvo de su casi segura participación en un concilio provincial convocado por el obispo de Milán. Fue muy amado por sus fieles y la Iglesia de Aosta. En el siglo XIII se escribió su biografía basada más que todo en hechos legendarios. Se le invoca contra rayos, tempestades, animales dañinos para los campos, por eso y propiciar la lluvia, quizás se le tiene como Protector de los viñedos. Su nombre, proveniente del latín, significa querido, agradecido. Pero soy yo la que debe estar agradecida, porque el Santo de Aosta me dio pie para escribir sobre el anonimato mundial y la revolución educacional. Gracias, San Grátulo.-
Publicado originalmente en El Impulso