Iglesia Venezolana

Fiesta centenaria de la Diócesis de San Cristóbal

La Diócesis de San Cristóbal celebra el próximo 12 de octubre de 2022 cien años de creada. Le ha correspondido al obispo, monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez, presidir la fiesta religiosa, que ya se ha festejado en muchas parroquias de la entidad. El acto central, es el Gimnasio de Fútbol Sala, en Pueblo Nuevo, a las 9:00 de la mañana.

Moronta estima la presencia de unas 6 mil personas venidas de las 94 parroquias de los 29 municipios del estado Táchira, entre 20 y 30 obispos, varios de ellos de Colombia; unos 200 sacerdotes, las autoridades de gobierno e invitados especiales de la Conferencia Episcopal Venezolana y del departamento Norte de Santander. Todo ya está listo. En el altar estarán las réplicas de las imágenes de la Virgen de la Consolación y del Santo Cristo de La Grita.

Desde RCL, compartimos la entrevista que realizaran los periodistas Omaira Labrador y José Luis Guerrero para el diario venezolano La Nación.

— Los 100 años de la Diócesis de San Cristóbal, ¿qué significado tienen para usted que es el rector?

— En estos días pensaba precisamente un poquito en alguna idea que nos pueda ayudar. Cuando uno va a Europa, uno ve catedrales, templos, 800, 900, 1.000 años de historia, Diócesis de 2 mil años como la de Jerusalén. 100 años para ellos no es nada, pero para nosotros que tenemos 500 años de evangelización, 100 años es bastante.

Monseñor, en su respuesta, destaca dos cosas: “primero que es un camino que se ha hecho conjuntamente con los obispos, sacerdotes, laicos, y muchas otras personas, incluso no católicas, que han caminado juntos, anunciando el evangelio, edificando el reino de Dios. Segundo, no es una simple efemérides es un momento para revisar lo que hemos podido heredar y realizar, para revisar de cara al futuro qué es lo que debemos seguir haciendo o innovando porque también nos toca fortalecernos en la renovación de la iglesia y de la sociedad”.

— Cinco obispos han pasado por esta Diócesis, todos importantes. ¿Qué destacar de cada uno de ellos?

— Me anteceden cuatro obispos, cada uno con sus características personales, hay elementos comunes, los cuatro han sido pastores entregados al Táchira y han apostado desde la iglesia al crecimiento espiritual y al desarrollo integral del estado. Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel (1922/1937) llega desde Valencia, estado Carabobo, en medio de la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Táchira en ese momento juega papel importante porque se prepara para la revolución Restauradora, está aislado del resto del país. Él llega con espíritu visionario, funda Diario Católico como instrumento de comunicación, luego el Seminario. Es un hombre de visión, supo suavizar la dureza de Eustoquio Gómez para hacer sentir la fuerza de la gente. Un hombre santo supo hacer el puente para darle confianza a la gente y enrumbarla por los caminos de la nacionalidad.

El obispo Moronta tiene 73 años y nació en Caracas.

Sobre monseñor Rafael Arias Blanco (1939/1952), el segundo obispo, dijo que él llega con la carretera Trasandina. “Es un hombre que viene desde Cumaná a una tierra desconocida para muchos en Venezuela y da el toque de evangelización, además es promotor de la catequesis y ayuda a fortalecer la obra de Sanmiguel”.

En relación a monseñor Alejandro Fernández Feo (1952/1984) recordó que viene de Caracas en avión y es recibido en San Antonio del Táchira. Son días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. “Espíritu visionario. Fortalece el seminario con la construcción de la nueva sede, trae la Universidad Católica Andrés Bello ahora autónoma, creó parroquias en Coloncito, La Fría, El Piñal y funda esa ciudad al sur del estado”.

De Marco Tulio Ramírez Roa (1984/1998), nacido en Cordero, municipio Andrés Bello, único obispo tachirense, recordado por su sencillez, resumió que crea nuevas parroquias, fortalece la pastoral vocacional, y termina de abrir las puertas de la Diócesis en el proceso de renovación.

— En una persona 100 años es el término de la vida, pero en una institución por lo general no. ¿Qué le cambiaria a la Diócesis?

-— El 12 de octubre, día del centenario, vamos a convocar el III sínodo de San Cristóbal -el primero fue en 2006- que tenía la finalidad de renovar la iglesia en espíritu y verdad. Este tercer sínodo pretende fortalecer la cultura vocacional del Táchira, es una tierra de muchas vocaciones sacerdotales, y de personas dedicadas a la iglesia en muchos campos, como la comunicación con católicos comprometidos; la segunda tarea es la formación del pueblo de Dios, reto de cara a futuro, y como cosa nueva seguir abriendo nuestra iglesia a las enseñanzas de Dios. Cuando yo vine a esta ciudad hace 23 años o antes no teníamos muchos problemas que hoy sí tenemos: un reto es la migración, la revalorización del Táchira.

—¿Qué significa revalorizar al Táchira?

— Hay que fortalecer, recuperar, renovar la importancia que tiene el Táchira para Venezuela, porque ocupó un lugar muy importante en la historia. No solo en lo económico, político, social, sino en lo religioso, eclesiástico. Una de las cosas que se debe recuperar es la importancia de esta región. En el centro no se preocupan de la frontera, muchos la ven solo para ir a Cúcuta a comprar mercancía, zona de contrabando, de atentados. La frontera no es solo una línea, es una cultura, se debe repotenciar. Un tema vigente la integración entre Táchira y Norte de Santander puede ser considerado sociológicamente como una nación, como un estado, sin intereses separatistas, sino como un elemento cultural a desarrollar en pro de la mejor integración.

Puntual y de sotana blanca

Monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez, llegó puntual a Diario La Nación para la entrevista en La Nación Radio en el programa Foro La Nación. Vestía sotana blanca, el cleriman y en su cuello colgaba una cadena con un crucifijo de plata, el pectoral.

Moronta es el quinto obispo de San Cristóbal desde el 14 de abril de 1999 cuando recibe el nombramiento por parte de la Santa Sede. Asume funciones el 16 de junio de ese año. Desde ese día han transcurrido 23 años de trabajo espiritual.

Vino del centro del país donde en 1990 asume como obispo auxiliar de Caracas y en 1995 como obispo de Los Teques, estado Miranda. Siempre polémico en sus declaraciones de prensa o intervenciones religiosas.

Nació en Caracas el 10 de febrero de 1949. Tiene 73 años. Actualmente es vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.

Lo más difícil en 23 años

-—En estos 23 años de usted como obispo, ¿cuál es el hecho más difícil al frente de la Diócesis?

— Un hecho personal el tener que dejar un poco mi terruño, Caracas. Yo conocía al Táchira, pero no estaba dentro de mis planes como sacerdote venir a esta tierra. A los dos meses de asumir como obispo muere mi madre, aquí en San Cristóbal, luego, al año y medio muere mi padre. Son dos momentos personales difíciles. He asumido algunas situaciones delicadas en la iglesia como enfrentar con sentido eclesial el asesinato de dos sacerdotes rodeados de una situación negativa y atender algunos escándalos de algunos sacerdotes y miembros de la iglesia sin que eso perjudique la credibilidad de la iglesia.
Moronta destaca el reto asumido por la Diócesis “todo lo relativo al cierre de frontera porque eso cambió toda la dinámica fronteriza”.

— Eso cambió la faz tanto del comercio, las relaciones con Colombia, todo el tema político, el tema de asistencia humanitaria… fue un gran reto que tuvimos que enfrentar sin tener experiencia en ese campo. Nadie en la zona tenía experiencia en esto. Siempre habíamos tenido una frontera muy abierta incluyendo, hace muchos años, cuando el contrabando era de otro tipo, pero era una frontera muy abierta, y es que nunca se cerró a pesar de las trancas oficiales, pues la gente buscó la manera de no perder su vinculación económica, familiar, religiosa. Desde el punto de vista eclesial surgió la estrecha cooperación de la Diócesis de Cúcuta y de otras Diócesis para atender a los venezolanos que estaban pasando por el proceso migratorio.

-— Ese trabajo no ha cesado, sigue en muchas parroquias, apoyando a los migrantes que siguen su camino a otros destinos.

—-Hemos aprendido mucho, no solo de Colombia, sino de otros países y hemos aprendido porque el Espíritu Santo nos ha puesto a pensar. Muy agradecido a los obispos de Cúcuta, porque hemos fortalecido la fraternidad, la atención a los más necesitados. Cuando yo llegué al Táchira, hace 23 años, nos tocó atender a muchos migrantes que eran más que todo desplazados que venían huyendo de la guerrilla y de las autodefensas y los tuvimos que atender. Todo ha sido una gran experiencia para nosotros. La frontera estaba trancada, más no cerrada.

“Porque haya fallado un sacerdote, no todos los sacerdotes son malos”

En 1990 fue ordenado obispo Mario del Valle Moronta Rodríguez. De esos 32 años, ha ejercido el ministerio episcopal por 23 años en la Diócesis de San Cristóbal. Responsabilidad que comparte a la par de la primera vicepresidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV).

El tema central que ocupa a la Iglesia del Táchira son los cien años de la Diócesis. Su máximo representante en este estado, no dejó de responder todas las inquietudes periodísticas planteadas, aunque algunas reconoció no se las esperaba.

—A Usted siempre se le ha caracterizado por denunciar situaciones críticas, como la existencia de abortos y tráfico de órganos. ¿Ha tenido, respuesta oficial a estas denuncias?

—Uno va descubriendo situaciones, a medida que va caminando. Yo he visitado todas las comunidades, me faltan quizás algunas ideas. En el primer año de mi estadía aquí en el Táchira le di cinco veces la vuelta a todos los municipios y la finalidad era animar a la Iglesia, aprender y conocer la cultura y empecé a escuchar situaciones un poco difíciles y duras que vivía la gente. Algunas de ellas se las tramitaba a los alcaldes y a los gobernadores. Y comencé a descubrir problemas serios, no solamente en el caso del aborto, sino por ejemplo el tráfico de órganos, que se hizo muy fuerte en algunos años y que había mucho miedo en denunciarlo, porque detrás de todo ello hay una mafia inmensa que está muy vinculada al narcotráfico.

Explica el Obispo de San Cristóbal, que él desde hace más de 20 años viene hablando del tema, tan delicado como espinoso.

— Mucha gente me planteó esta situación, diciendo me pasa esto, me obligaron a esto y que todo ese material orgánico de los abortos a través de algunas mafias, era comprado para medicinas, cosméticos y en algún caso nos tocó actuar porque secuestraron a una niña, sobrina de un sacerdote, que le fue arrebatada de los brazos a su mamá. La niña tenía cierta discapacidad. Apareció en Cúcuta gracias a la denuncia del sacerdote y a la intervención directa y rápida de las autoridades. La tenían en una pensión donde había más de 10 niños secuestrados, para quitarles los órganos… Las autoridades hacen una investigación en el caso de los abortos. Y espero que pronto se dé una solución a este tipo de problema.

—¿La Iglesia del Táchira esperaba que la reapertura de la frontera fuera más rápida? — el día de la entrevista, aún no tenía fecha la reapertura, pero sí el cierre: 7 años.

—Yo lo que he esperado y deseado es que se diera… Los obispos de Venezuela y Colombia, siempre mantuvimos que no era necesario cerrar la frontera, se pudieran tener dificultades, pero los dos presidentes que cerraron la frontera lo hicieron sin pensar en la gente, lamentablemente. Yo sí he visto que todos los involucrados han hecho su trabajo por la reapertura. Perdonen si esto es una falta de humildad, pero la única institución que en este momento está preparada, porque nunca se cerró, fue la Iglesia. Claro al haber una apertura habrá mucha más comunicación. La apertura si bien tiene dificultades es una necesidad.

—¿Qué ha pasado con el caso del sacerdote de La Ermita, detenido y procesado en tribunales por conductas impropias?

—Eso nos ha dolido a todos y en este momento está en proceso de investigación. Yo saqué un comunicado, que fue enviado a la Santa Sede, porque tenemos la obligación de hacerlo y es un hecho que nos duele a todos y está en proceso de investigación. Lamentablemente a través de redes llegan muchos mensajes ya condenatorios. Nadie está condenado, siempre se presume la inocencia hasta que haya una condena. Yo no estoy emitiendo ningún juicio y así se lo hice saber al Gobernador, al Fiscal. La Iglesia no se va a oponer, todo lo contrario, ayuda en la investigación. Porque haya fallado un sacerdote no todos los sacerdotes son malos. Este hecho no empaña la labor de la Iglesia ni el trabajo que haya realizado ese u otro sacerdote. Hasta el sol tiene manchas. Si una persona tiene una denuncia concreta, sobre cualquier acto y que sea verídico, y seria, puede acudir a la Curia.

Recalca que todas las denuncias que han existido sobre escándalos, se han llevado a un proceso.

Mario del Valle, el humano

Mario Moronta tiene 73 años. No oculta que es caraqueño y magallanero. De esa cuenta tiene 23 años siendo tachirense.

Al preguntarle por los gustos de Mario del Valle Moronta Rodríguez, el hombre, no el sacerdote, responde entre risas y despacio.

Uno de sus platos preferidos es el plátano frito, herencia desde niño, pero igualmente entre sus favoritos está el sancocho, aunque los médicos se lo limiten un poco. Como buen caraqueño le encanta la chicha, la hallaca y la mejor “es la de mi mamá”, ataja.

Del Táchira ha aprendido a saborear con gran gusto los pastelitos de carne con arroz. El morcón de La Llanada, Lobatera, “es peligroso pero muy sabroso”.

“Estoy releyendo Cien Años de Soledad”.

—Del Táchira vivido durante 23 años, ¿cuál es la zona que más le gusta? — Lo piensa unos segundos y responde seriamente.

—Puedo decir algo, que al Táchira lo único que le falta para ser perfecto es la playa. Yo extraño la playa, ya que una vez cada 15 días mi padre me llevaba a Macuto, luego siendo párroco estuve en un zona cerca al mar. Es de las cosas que más añoro. Puedo decir que todo el Táchira es muy bonito y dependen de lo que uno quiera calor o frío. Lo sitios que considero más bonito son el páramo El Rosal de La Grita, la carretera que va de El Zumbador a Michelena, incluso a veces me voy a caminar por allí. Quizás lo más bonito que tiene el Táchira es lo menos conocido por los tachirenses que es la zona de Betania. Pero lo que hace bello al Táchira no son sus paisajes sino su gente.

— ¿Cuándo le dio el covid-19 tuvo miedo de morir?

—Tuve mucha confianza en Dios. No voy a decir que en algún momento lo pensé. Alforjudamente me dio empezando. Cuando di positivo hice dos cosas, llamé al médico, me dijo vaya a tal sitio. Pero antes me fui a la capilla y dije Señor estoy en tus manos… Me costó más la recuperación. En otros momentos he sentido miedo a la muerte, pero ya cuando uno va caminando a la vida uno se da cuenta que la muerte no es algo trágico, porque uno sabe que es el momento que uno pasa a la eternidad.

Actualmente además de las lecturas de teología y filosofía, relee “Cien años de Soledad”.
—¿Hay algo que Mario Moronta no haya hecho y añora hacerlo?

–Añoro ser fiel a lo que yo prometí. Me gustaría seguir caminando hacia la santidad. Ya a estas alturas del partido con 73 años, lo que estoy pensando es cómo voy a organizar un poco mi archivo, para que los demás no tengan que sufrir mucho.

Si no hubiese sido sacerdote, le hubiese gustado ser sociólogo o aviador. Ese era un deseo. Y de los viajes le gusta aprender y compartir.

Lleva la cuenta de los 300 crucifijos, que adornan las paredes de uno de su despacho en la Casa Episcopal. Ya sabe a quién se los dejará.

¿Qué es el fanatismo religioso?

—Es un término muy complejo. Lo he escuchado por una situación creada en La Grita –el día de la entrevista no había sido aún clarificada —. No me atrevo a decir que se dé ese caso en esta situación. El fanatismo es una postura de sin razón, de pensar que yo soy el único que sabe o rechazo a los demás. Hay fanatismo religioso en muchas partes, incluso en algunos sitios cristianos, y se trata de que, si otra persona no piensa como yo, la desprecio, lo manipuló, lo asesinó. Una cosa es la devoción, el conservadurismo, otra es que la postura se a frontal. Pero el fanatismo es un fenómeno mucho más complejo.


Así lo dijo

  • “Soy caraqueño y no dejo de querer a esta ciudad. Allí aprendí a ser cristiano, ser humano y venezolano. Pero desde que llegué al Táchira, una de las cosas no solamente por recomendación de buenos amigos y de mis padres, sino porque siempre ha sido mi mentalidad, dije déjame meterme de lleno en el Táchira y querer mucho este estado”.
  • “También he denunciado todo lo que le sucede a los feriaros y transportistas, que viajan por Venezuela y eso me costó más de un problema. Uno lo denuncia no para buscar centímetraje, sino para ver si se abre la investigación”.
  • “El sínodo va a tener dos cosas importantes. La primera de ella es que va a haber sesiones, con representantes de cada parroquia además de los sacerdotes. Pero esos representantes no van a decir solo lo que ellos piensan, sino que unos días antes en todas las parroquias se va a abrir un espacio que llamamos asambleas parroquiales, para que respondan algunas preguntas y opinen lo que creen y todos puedan ofrecer su aporte. Y en el mes de junio va a ver espacios más abiertos a familias y niños”.
  • “Hay dos cosas que siempre le digo a los sacerdotes: no pierdan lo que más caracteriza al tachirense que es la vinculación a la tierra, el trabajo, el progreso. Es muy fácil dejarse llevar por el consumismo y tantas cosas”.

Artículo publicado en LaNaciónweb.com

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba