Iglesia Venezolana

Cardenal Baltazar Porras: Homilía en la Misa Exequial del Padre Dativo Núñez Oar

"Una virtud que hay que resaltar en él, es su vocación misionera y su preocupación primordial por los pobres"

La tarde de este miércoles 21 de septiembre, Cardenal Baltazar Porras presidió la misa de exequias para honrar la memoria de Fray Dativo Núñez junto a su feligresía de la parroquia San Judas Tadeo, en La Pastora.

Le acompañaron el Obispo Auxiliar de Caracas, Mons. Carlos Márquez, el Vicario General de la Arquidiócesis de Caracas, Pbro. Armelim De Sousa, así como también sacerdotes y hermanos de la orden Agustinos Recoletos.

A continuación, desde RCL, compartimos la Homilía en la misa Exequial del Padre Dativo Núñez, a cargo del Administrador Apostólico de Caracas, Cardenal Baltazar Porras:

Muy queridos hermanos de la Orden de Agustinos Recoletos, queridos hermanos que hacen vida en este santuario de San Judas Tadeo, Obispo Auxiliar y sacerdotes, religiosas, amigos y devotos del Padre Dativo.

Celebramos esta misa exequial ante los despojos mortales del querido Padre Dativo en la fiesta del apóstol San Mateo. Aunque las rúbricas prescriben el color morado, el blanco responde mejor a su vida, porque a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo, como nos dice el apóstol Pablo en la carta a los efesios.

Guardo el recuerdo del Padre Dativo desde que llegó a encargarse de la parroquia de San Pío X. Quienes estudiábamos en el Seminario Interdiocesano oíamos hablar de un fraile que tenía alborotado el norte de Caracas con un proyecto que parecía imposible. Todo lo que vemos es fruto de su empuje e ilusión, pues, se hizo fraile agustino para seguir las huellas de su maestro espiritual. Como la leyenda del encuentro del santo con el niño que sacaba agua del mar para vaciarlo en un pequeño hoyo, lo que parecía imposible, así fue el Padre Dativo, contra toda esperanza estuvo al frente de este complejo, orgullo de todos, pues nada es imposible para Dios.

Una virtud que hay que resaltar en él, es su vocación misionera y su preocupación primordial por los pobres. Nativo de un pueblito de la provincia de Burgos, en España, donde vio la luz del día el 2 de diciembre de 1927, cercano ya a los 95 años, conservó siempre su amabilidad, alegría y envidiable lucidez mental y anímica. Sin mezquindades se hizo uno de nuestra tierra.

La vida cristiana que recibió de sus padres, la fraguó en la orden agustiniana recoleta, ingresando a la provincia Santo Tomás de Villanueva, en Monachil, Granada, haciendo su profesión simple el 9 de octubre de 1944. Con apenas 22 años fue ordenado sacerdote en la hermosa ciudad andaluza de Granada en la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, el 29 de junio de 1950. Muy pronto fue enviado a nuestro continente, a varios lugares de Argentina, y a partir de 1960, hizo tienda definitiva en Venezuela en las casas de la Orden en Maracaibo y Caricuao para iniciar su mejor obra, esta parroquia y santuario que nos acoge.

Su sensibilidad por lo social fue parte importante en su trabajo pastoral como parte de la acción evangelizadora. La “olla solidaria” se remonta a aquellos primeros años aprovechando la rica experiencia de la Orden con la red solidaria ARCORES, excelente organización internacional de la Orden Recoleta extendida por el mundo entero.

Lo formativo y educacional queda plasmado en la acción catequética y en los movimientos y cofradías, como en el colegio parroquial donde se han formado generaciones de niños, adolescentes y jóvenes.

Pero lo mejor el testimonio personal de bautizado, sacerdote y religioso a tiempo completo, pensando primero en los demás. Así gastó sus energías que todavía en su ancianidad era ejemplo para propios y extraños. Amor a la Iglesia, a la Orden y a sus feligreses de los que sentía sano orgullo. Por eso su deseo para que sus restos reposaran aquí, en este templo, fruto de sus desvelos.

La Iglesia de Caracas lo cuenta entre los muchos que desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días le han dado el rostro que hoy tiene. Una comunidad creyente pujante, alegre, creativa y comprometida, como iglesia en salida, por el bien del prójimo. Su humanidad más bien pequeña, encerraba un corazón y una mente gigante. No nos queda sino dar gracias a Dios por haber puesto en el camino de nuestras vidas ejemplos reconfortantes e interpelantes para que seamos mejores ciudadanos y cristianos.

No estamos celebrando la muerte, sino el paso de la pasión a la resurrección, a la vida plena. En palabras de San Agustín “en aquella vida por la consecución de cuyo descanso trabajamos, vida que nos promete la verdad para después de la muerte de este cuerpo o también para el final de este mundo, en la resurrección, nunca hemos de dormir, como tampoco nunca moriremos” (sermón 221).

Padre Dativo, gracias por tu vida. Gracias por haberte entregado en cuerpo y alma a la salvación integral de tanta gente que admiró y siguió tus huellas. Gracias por el ejemplo siempre alegre de ser un servidor bueno y fiel, sin buscar prebendas. El mejor regalo que te pueden dar tus hijos es el que hoy te están ofreciendo en sus plegarias para que seas intercesor cercano a Jesús y María, a los santos de tu devoción, para que también haya más santos en esta tierra que quisiste y amaste hasta el final.

En ti, querido Padre Dativo, “creemos y anunciamos ya la resurrección, que esperamos vivir después de esta muerte, no desfallezcamos ni embotemos nuestros corazones, antes bien esperemos solícitos, con los lomos ceñidos y encendidas nuestras lámparas, la llegado de nuestro Señor” (San Agustín sermón 361).

Descansa en paz, y sigue siendo desde la tumba cercano a todos nosotros; aquí vendremos a ofrecerte nuestras cuitas, a traerte unas flores, a encender una vela, a confiarte nuestras vidas. Que María Santísima te cubra con su manto y te conduzca ante el Padre celestial. Amén.

Con información de la Arquidiócesis de Caracas.

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