Opinión

José Ignacio Moreno León: A seis décadas de la crisis de octubre

Cuando el mundo estuvo al borde de un apocalipsis nuclear

 

La guerra emprendida por Putin contra Ucrania en un insólito empeño imperialista, ha puesto de manifiesto la valentía de los ucranianos en la defensa de la integridad de su patria. Pero también ha asomado las veladas amenazas del jerarca ruso de recurrir a armamento nuclear para tratar de contrarrestar la indomable resistencia de la pequeña Ucrania y las derrotas que han sufrido las fuerzas invasoras. Esos dramáticos acontecimientos bélicos, iniciados a finales del pasado mes de febrero, nos hace recordar la llamada “Crisis de Octubre”, cuando en su esquizofrénica revolución antiimperialista, Fidel Castro y el Che Guevara estuvieron a punto de provocar un Holocausto nuclear.

Fue ese un crítico episodio integrado en la serie de trascendentales acontecimientos que antecedieron a los eventos que se generaron en una rápida secuencia entre 1989 y 1991, poniendo fin a la conocida como época de la Guerra Fría o del mundo bipolar que se mantuvo durante más de cuatro décadas, caracterizado por recurrentes tensiones entre los dos grandes bloques de poder que se disputaban la hegemonía mundial, URSS y los Estados Unidos y que, en ocasiones estuvieron a punto de arrastrar a la humanidad a conflagraciones bélicas de consecuencias impredecibles, dados los nuevos y letales armamentos disponibles en ambos bandos.

En efecto, la también llamada “crisis de los misiles” pudo haber sido una confrontación de proporciones devastadoras para la humanidad si la Unión Soviética hubiese persistido en su intento de establecer las bases de los misiles balísticos con cabezas nucleares de mediano alcance (4.000 km.), capaces de impactar vastas regiones de los Estados Unidos que, con la anuencia del régimen castrista, había comenzado a instalar sigilosamente en Cuba.

Fue entonces cuando entre el 22 y el 28 de octubre de 1962, el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy conminara al jerarca soviético Nikita Kruschev a desmantelar las primeras bases de lanzamiento de armas termonucleares, las cuales habían sido descubiertas por aviones espías del país del norte, luego de que los servicios de inteligencia de Francia advirtieran a la CIA que los soviéticos estaban instalando en la isla caribeña esas bases con el arsenal bélico referido, todo ello con la complicidad del régimen cubano que en mayo de 1961 había declarado a Cuba como Republica Socialista, como repuesta de Fidel Castro a los planes de invasión por grupos de exiliados cubanos soportados por la CIA.

El drama de los misiles no devino en catástrofe porque el líder soviético, ante la firme presión del presidente Kennedy, con el respaldo de la OEA y la intervención de U. Thant, entonces Secretario General de la ONU, convino en el desmantelamiento de ese arsenal atómico, con el compromiso del gobierno de los Estados Unidos de cesar en los intentos de apoyar la invasión a Cuba.

Se dice que en el diario de Kruschev, este anota que, previo al inicio de las negociaciones, Castro le había sugerido tomar la iniciativa del ataque nuclear, lo que de haberse concretado, hubiera representado la desaparición de la isla caribeña y el primer evento atómico generador de una conflagración nuclear de carácter global. Así se lo hizo saber a Fidel el premier soviético en cable que le enviara el 30 de octubre de 1962 rechazando la diabólica propuesta del jefe cubano, quien con el férreo soporte del Che Guevara, en misiva del 27 de ese mismo mes proponía al jerarca ruso atacar con bombas nucleares el territorio de los Estados Unidos, lo que a juicio de Kruschev hubiera sido desastroso no solo para ese país sino igualmente para Rusia y todo el bloque socialista incluyendo a Cuba.

Según estudiosos del tema se señala que el mismo Kruschev, en conversaciones con el mandatario Checoslovaco de entonces, señalaba que el que más se oponía a desistir del lanzamiento de misiles a USA fue el Che Guevara, quien proponía destruir con ese ataque nuclear la ciudad de Nueva York, a la que consideraba en su paranoia marxista como el icono del imperio capitalista. El rechazo del jefe ruso a esa insólita acción bélica produjo el alejamiento del mítico guerrillero argentino en sus relaciones con la Unión Soviética y alentó su mayor vinculación con el comunismo maoísta, lo que lo convirtió en un amigo incómodo de Fidel para los soviéticos y para los jerarcas del partido comunista de la isla seguidores del régimen de Moscú. Posteriormente el Che viaja al Congo para salir derrotado en su aventura guerrillera africana de siete meses. Años después, en su terco empeño de exportar la revolución cubana a toda Latinoamérica se va a Bolivia enfurecido con la URSS y los partidos comunistas que le negaron el apoyo, a librar lo que sería su última batalla guerrillera cuando, luego de trágicos enfrentamientos con tropas élites del ejército boliviano cae herido y es hecho prisionero el 8 de octubre de 1967 para ser llevado al pueblito de la Higuera, siendo fusilado el día siguiente con varios de sus compañeros por órdenes del Estado Mayor del ejército de ese país.

Culmina así la vida de Ernesto “Che” Guevara, a quien los seguidores de un comunismo trasnochado, en ciega idolatría, se han empeñado en convertir en leyenda revolucionaria, tratando de ocultar el talante de un convencido genocida, quien reafirmando su psicótico fanatismo criminal, en diciembre, a apenas dos meses de superada la crisis de los misiles, en entrevista para London Daily Worker y reseñada por la revista Time, declaró : Si los misiles nucleares se hubieran mantenido (en Cuba) los habríamos disparado contra el corazón de los Estados Unidos, ¡incluyendo la ciudad de Nueva York!.-

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