Trabajos especiales

Colón y los descendientes de Adán

El inédito encuentro con los pobladores del Nuevo Mundo suscitó teorías sobre su origen en las que se mezclaban la teología, la lingüística y la utopía

Edgar Cherubini Lecuna:

La primera palabra indígena que Cristóbal Colón anotó en su diario de abordo fue “Canoa”, al escuchar a los indígenas exclamarla asombrados al verlo sobre el puente de su barco acercarse a la costa. “Canoah” que en hebreo significa “como Noah”, “como Noé” (Génesis VI-X). Colón toma nota en su cuaderno de abordo de la primera palabra de la voz Caribe que, desde ese momento, pasará a formar parte de la lengua castellana.

En su diccionario de 1.495 Nebrija cita la palabra “Canoa” como el primer indigenismo recogido por Colón.  Atraído por ésta y otras expresiones provenientes del Nuevo Mundo, Sebastián de Covarrubias escribe y publica en 1611 su ambiciosa obra Tesoro de la lengua castellana.[1] Covarrubias, compartía la idea de que América fue poblada por descendientes de Adán y de Noé, de allí que en su investigación realizada un siglo después del descubrimiento encontrara palabras hebreas: “(…) Y presupuesto que los que poblaron el mundo después del diluvio, dividiéndose en la confusión de las lenguas al fabricar la torre de Babel o Babilonia, cada nación de las que se apartaron llevaron consigo algún rastro de la lengua primera, en la qual avían todos hablado. (…) y assi digo que este nombre mexicano cazique puede traer origen del verbo hebreo (…), chezechfortitudo et fortis, de donde se pudo dezir caziquehamaca que en hebreo es hha- mak y otra, el nombre canoa”. Este último, hace alusión a la primera expresión en lengua Caribe recogida por Colón en su primer viaje.

El historiador Paolo Emilio Taviani[2] utiliza los argumentos de Hernando Colón, hijo del descubridor y su biógrafo, en la que relata que el Almirante de la Mar Oceana, ungido de un profundo misticismo,  buscaba afanosamente la ubicación del Paraíso Terrenal, de allí que esa palabra hebrea fuera para él uno de los tantos indicios que confirmaban su creencia: “Ya dixe lo que yo hallaba d’este hemispherio y de la hechura, y creo que si yo passara por debaxo de la línea equinoçial, que en llegando allí en esto más alto, que fallara muy mayor temperançia y diversidad en las estrellas y en las aguas, no porque yo crea que allí, adonde es el altura del estremo sea navegable, ni (a) agua, ni que se pueda subir allá; porque creo que allí es el Paraíso Terrenal, adonde no puede llegar nadie salvo por voluntad divina. Y creo qu’esta tierra que agora mandaron descubrir Vuestras Altezas sea grandíssima y aya otras muchas en el Austro, de que jamás se ovo noticia”[3]

En sus dos viajes anteriores el Almirante de La Mar Océana solo había descubierto islas, era como si se hubiese tropezado con los fragmentos de un inmenso archipiélago sideral en su navegación en el Mare Tenebrosum más allá de los límites del mundo conocido hasta entonces. En su tercer viaje (1498), el Almirante al recorrer en cabotaje la costa de Paria y arribar a la desembocadura del Orinoco, escribe en su diario: “Grandes indicios son estos del Paraíso Terrenal, porqu’el sitio es conforme a la opinión d’estos sanctos e sacros theólogos. Y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás leí ni oí con tanta cantidad de agua dulçe fuese así adentro e vezina con la salada; y en ello ayuda asimismo la suavissima temperançia. Y si de allí del Paraíso no sale, pareçe aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo”.[4]

El inédito encuentro con humanos diferentes a los europeos en aspecto, lenguas y costumbres dio pie a disimiles respuestas sobre el origen de los indios americanos. Entre las teorías, en las que se mezcla la teología, la lingüística y la utopía, encontramos la tesis del poblamiento judío antes de la llegada de Colón. En su libro En búsqueda de la lengua perfecta, Humberto Eco documenta las fuentes de los padres de la Iglesia, desde Orígenes a San Agustín, así como una constelación de autores renacentistas, entre éstos al erudito y lingüista Guillaume Postel (1510-1581) que “admitieron como dato irrebatible que el hebreo había sido la lengua primordial de la humanidad ya que esta procedía de la descendencia de Adán y Noé”.[5]

El libro de Ana Bolbot de Alfon (1930-2009), “Col Ibri voz hebrea. Raíces del idioma hebreo en los nombres autóctonos de Venezuela”, [6] revive la tesis de un poblamiento judío en esta parte de América, mezclándose con los aborígenes mucho tiempo antes de la llegada del Almirante. Antes comentar los hallazgos etimológicos de esta lingüista, repasemos algunas ideas y suposiciones que sostienen la tesis del poblamiento de América por navegantes judíos y las fuentes de una protolengua hebrea en relación con las coincidencias y rasgos comunes con las lenguas indígenas del Nuevo Mundo.

En el prólogo, Vinicio Romero Martínez, cita algunos autores que se hacen eco de estas indagaciones: “Esta tesis la presenta por primera vez Arias Montanus, autor en 1571de la Biblia Políglota. “Después de la conquista del reino de Israel por los asirios en el año 721 a.d.C, las diez tribus que componían dicho reino desaparecen de la historia”. En Paul Rivet (Los orígenes del hombre americano) encontramos la relación de esta tesis judía al mencionar el tratado escrito en 1607 por Gregorio García Origen de los hombres del Nuevo Mundo[7], en el que intenta demostrar las afinidades morales y lingüísticas que existen entre los judíos y los indios americanos. El caso es que, según la Biblia, Salomón recibía anualmente cientos de talentos de oro provenientes de Orphir (I Reyes X, 14). En el Libro de los reyes se dice que las flotas traían el metal precioso utilizando naves de larga singladura (aptas para largas travesías oceánicas) y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, monos y pavos reales (I Reyes, X, 21). Onffroy de Thoron (Siglo XIX) y otros autores señalan que Orphir se refiere al Amazonas.

El libro de Anna Bolbot de Alfon (1930-2009), “Col Ibri voz hebrea. Raíces del idioma hebreo en los nombres autóctonos de Venezuela”, Italgráfica S.A., 1998.
Colibrí es “voz hebrea”

En ese paraíso terrenal o Tierra de Gracia, en medio de su exuberante naturaleza vive un ave polinizadora de pequeñas dimensiones y plumaje tornasolado que, en su coreografía ante las flores, bate sus alas 80 veces por segundo produciendo un zumbido muy particularel Colibrí. Su nombre llamó poderosamente la atención de Ana Botbol, motivándola a iniciar un estudio comparativo entre el hebreo y las voces autóctonas venezolanas. Según la investigadora, Colibrí proviene de “Col Ibri” y significa “voz hebrea”. Durante treinta años exploró las voces de las diferentes regiones del país en busca de las claves que forman parte de esta reveladora investigación de lingüística comparada.

Sobre este compendio de nombres indígenas en estrecha relación con el idioma hebreo, la autora descubre que, al traducirlos, la mayoría de los vocablos tienen una relación directa con los significados que ellos expresan o cuando se trata de lugares geográficos están acordes con la ubicación de éstos. Por ejemplo, vemos que Quíbor quiere decir “enterrado”, “sepultado”, lo que coincide con el yacimiento encontrado en el centro de esa ciudad que contiene enterramientos de cientos de adultos e infantes que fueron amortajados en cestos o fardos funerarios, siendo los restos humanos más antiguos de nuestra geografía. Otro descubrimiento es el de Imataca: “HI”: ella; “MATACA”: metal. “Ella es metal”. En el complejo de la sierra de Imataca se encuentran los grandes yacimientos de hierro de la Guayana Venezolana.

En este sentido, Fray Cesáreo de Armellada (1908-1996), autor de gramáticas y diccionarios de lenguas indígenas venezolanas, coincide con la autora, al afirmar que “el nombre “guajiro” viene del hebreo “guachir” que significa “rico”; “gu”: el; “achir”: rico. Sobre estas similitudes, el misionero sostiene que “es muy creíble que con la dispersión de las tribus de Israel del año 3283 de la creación del mundo llegasen muchas familias hebreas, de quienes los antiguos moradores de América tomaron ciertas ceremonias y costumbres judaicas”.

A continuación, comparto algunos de los hallazgos comparativos entre el hebreo y los vocablos autóctonos estudiados por Anna Botbol, no sin antes agradecer a mi apreciada amiga Lena Soffer, quien tuvo la paciencia de escanear las 683 páginas del libro de su biblioteca en París para que yo pudiera reseñar esta interesante investigación.

Autana: El Autana es un tepuy situado en el estado Amazonas y es considerado por los indígenas que habitan la región “El árbol de los frutos del mundo” o «árbol de la vida». El nombre “Autana”, según la autora, posee una serie de significados sagrados. “Tana” o “Tanaj”:“La Torá, los Profetas y los escritos forman en hebreo el término “Tanaj” o la siembra de la semilla moral para la humanidad. El “Tanaj” es “Libro de vida”.“Y será, cuando entres al país que el eterno, tu Dios, da a ti por heredad y lo heredarás, y morarás en él (Deuteronomio. Tavo XXVI-I). “Tomarás primicias de todo “fruto del suelo”, que traerás a tu tierra que el Eterno, tu Dios da a ti, y las pondrás en el cesto “Au-Tena” e irás al lugar que eligió, tu Dios, para hacer morar su nombre allí” (Deuteronomio. Tavo XXVI-2).

Caura: “Como un fulgor”.

Churuata: “Tus muros, tus linderos”.

Casiquiare: “Que corta los montes” (este río produce una divisoria de aguas y tierras)

Orinoco: “Mi río limpio”.

Duida: “Doble eternidad”. También significa “Tizón, brasa”, “caldero ardiente”, “fuego sacrificial”. El Duida es una extensa meseta que alcanza los 2.398 m de altitud y fue descrito por Humboldt como un volcán “(…) que solo daba llamas en los meses de diciembre y enero”.[8]

Mavaca: “Nublado de lágrimas” (selva nublada o bosque pluvial)

Parima: “Pari”: se multiplicó; “Ima”: madre. “Pare la madre”. En la sierra Parima se encuentran las fuentes donde nace el Orinoco.

Tepuy: “Altos muros de espejos”, “Destilarán gotas”

Yanomami: Para Ana Botbol, fue esclarecedor leer el libro de Napoleón Chagnon: YanomamoThe Fierce People. La autora descubre correspondencias importantes señaladas por el antropólogo. Aparte del significado Yanom: “los jóvenes”, “palomas”; Amo: “de su pueblo”, “Jóvenes de su pueblo”.  Botbol se asombra al encontrar en el glosario del libro de Chagnon, el término “Levirato”, ya que los Yanomamis desposan a la viuda de su hermano. La autora señala que en el precepto 216 de Maimónedes, aparece la “Ley del Levirato” o “Ibum” vigente hoy en día.

Yeküana: Yehu: “Rey ungido de Israel” “Ana: “está aquí”. “(…) Derrama aceite sobre su cabeza y di así dijo Dios, yo te he ungido por Rey” (II Reyes N° 9,1).  Sobre el pueblo Yekûana o Makiritare, la autora atina a descubrir otra asombrosa correspondencia al enterarse que, en una de las ceremonias de los Yeküanas, el Chamán es embadurnado de aceite, ungido en aceite, que en hebreo es “Chemen”.

Porque “hablar es crear un pedazo del mundo” [9] los cientos de nombres y términos autóctonos que Ana Botbol estudió, son revelaciones de la riqueza y los enigmas que atesoran las culturas ancestrales de Venezuela.-

Imagen referencial: Theodore de Bry (1528-1598), Desembarco de Colón en Guanahaní. Grabado, 1594. Biblioteca nacional de París.

edgar.cherubini@gmail.com

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