Encuentros 43
La Constitución dogmática sobre la Sagrada Liturgia no fue una constitución traída por los cabellos...
Nelson Martínez Rust:
IV
¡Bienvenidos!
II.- “Constitución dogmática Sacrosactum Concilium”
Se ha dicho, con mucha razón, que “La liturgia es el corazón de la Iglesia” (Walter Kasper). De ahí que no es de extrañar que la aplicación de las reformas exigidas por el Concilio se iniciase por la “Liturgia” y que fuera ésta la de mayores consecuencias. Es indudable que la reforma litúrgica ha marcado de manera indeleble a la Iglesia. Era de esperar. Sin embargo, es necesario admitir, que también ha causado, como ninguna otra renovación, la acerba crítica tanto de los círculos mal llamados “tradicionales” o “conservadores” como también de los “vanguardistas”, ambos bandos existentes dentro de la Iglesia. Por tal motivo, se impone una reflexión en profundidad sobre la naturaleza y fines de “La Liturgia”.
A.- Generalidades
La Constitución dogmática sobre la Sagrada Liturgia no fue una constitución traída por los cabellos. Fue el resultado de un movimiento de renovación litúrgico que se inició a mediados del siglo XIX y que se consolidó en el período entre guerras del siglo XX. Los centros en donde se originaron los estudios y reflexiones fueron los monasterios benedictinos de Solesmes con el P. Prosper Guéranger; Beuron con el P. Anselm Schott y Maria Laach con los P.P. Odo Casel e Indefons Herwegen en el campo de la teología litúrgica; pero también hubo pensadores que desde la teología dogmática coadyuvaron en el desarrollo de los estudios litúrgicos. Los principales son: Romano Guardini, Johannes Pinsk, Pius Parsch y Josef Andreas Jungmann. No se puede olvidar que junto a estos movimientos el desarrollo adquirido por los estudios bíblicos favoreció en gran manera la comprensión del “Misterio de la Liturgia”. El incipiente movimiento de reforma litúrgica iniciado encontró una primera acogida y respaldo bajo los pontificados de Pío X y más tarde de Pío XII. Es por estas razones que la Constitución “Sacrosactum Concilio” califica este camino de la reforma litúrgica con las siguientes palabras: es como “…un signo de las disposiciones providenciales de Dios sobre nuestro tiempo, como el paso del Espíritu Santo por su Iglesia…”
El objetivo que el Concilio se había trazado era plural: a.- La profundización y el fortalecimiento de la fe de los fieles cristianos b.- La adaptación a las necesidades de los tiempos modernos de los ritos e instituciones sujetas a cambio c.- El fomento en la búsqueda de la unidad de los cristianos y d.- El fortalecimiento de todo aquello que pudiera favorecer el crecimiento de la Iglesia (SC 1).
Teniendo estos principios conciliares como norma de su quehacer, se dio inicio a los trabajos de restructuración litúrgica (Cf. BUGNINI, Annibale; La reforma de la liturgia. (1948-1975) [BAC 1999]). Al querer ser fiel a estos principios antes señalados, la reforma litúrgica fomentó: a.- La lectura y la predicación de la “Palabra de Dios” en las celebraciones litúrgicas b.- La Activia participación de los fieles en la celebración de los Sagrados Misterios c.- El uso de las lenguas vernáculas y d.- La celebración sacramental de vista al pueblo.
No cabe duda de que la reforma litúrgica ha dado frutos positivos. Sin embargo, tristemente se comprueba un hecho: las Iglesias están más vacías, hoy en día, y se escuchan quejas por los abusos que se han cometido y aún se cometen. Todo ello conduce a la comprobación lamentable de que la liturgia ya no parece significar nada o muy poco en la vida de fe para mucho de nuestros fieles cristianos. Por consiguiente, cabe la siguiente pregunta ¿acaso la meta fijada por el Vaticano II no ha sido alcanzada?
B.- Un punto de partida
A lo largo de toda la historia ha habido y habrá renovaciones en la liturgia, pero lo que tenemos que tener presente y nunca olvidar en el proceso de renovación son los siguientes elementos: a.- La forma concreta con la cual se celebran los “Misterios Divinos” en cada momento de la historia es el resultado de un largo y reflexionado proceso histórico. No hay improvisación ni atropello. Esta afirmación la podemos comprobar con claridad en las llamadas “Liturgia Tridentina” como también en la “Liturgia del Vaticano II” o “Reforma de Pablo VI” b.- La rememoración y, por consiguiente, la repetición son leyes fundamentales de la teología litúrgica. Cuando hacemos esta afirmación no queremos insinuar un continuo cambio o adaptación litúrgico para obedecer a los caprichos de la gente o de la época o a la arbitrariedad de la sociedad cambiante, ¡NO! Nunca se puede olvidar que La Liturgia no es solo ni en primer lugar actuación – pura ceremonia – de la Iglesia, es mucho más, es expresión de lo que ella es, es expresión de su esencia más íntima, mira a su mismo ser, es cumplimiento de su primera y más sublime vocación: es el reconocimiento y la alabanza del Dios trino revelado en Jesucristo. Por lo tanto, la Liturgia debe considerársela, porque así lo es, de institución divina. Por consiguiente, es “memoria”, “memorial”, “actualización” de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios vivo – Misterio Pascual – que se entrega como salvación para el creyente de hoy. Por lo tanto, la Liturgia está constituida por elementos muy humanos, pero cuya institución es de origen divina. En ella se realiza el “memorial” de los hechos salvíficos que, llevados a cabo de una vez para siempre por la persona de Jesucristo, se actualizan en la celebración litúrgica sin cesar, “hasta que Cristo vuelva”. De ahí que la rememoración y la repetición sean leyes fundamentales del acontecer litúrgico (Lc 22,19; 1Cor 11,25) c.- La Liturgia no está disponible para los cambios caprichosos del celebrante, de la comunidad que celebra, de las comisiones de litúrgica, ni de la Iglesia, ni del Papa d.- Toda renovación que deba llevarse a cabo debe partir de la reflexión sobre el sentido y la esencia de la Liturgia e.- Las respuestas que se puedan generar en torno a la interrogante sobre la actualización litúrgica no puede nacer de la ruptura con “la Revelación” y “la Tradición” sino que debe efectuarse desde “el espíritu de la Liturgia”, “la Revelación” y “la Tradición” y f.- Si la renovación litúrgica se hace de esta manera, ella también representa y presupone una necesaria y urgente renovación de la Iglesia porque la celebración Liturgia es un acontecimiento eclesial en cuanto que manifiesta la razón de ser de la Iglesia.
La Liturgia, desde el mismo inicio, aspiraba y continúa aspirando a crear una integra renovación cultural y social de toda la sociedad por medio de y partiendo de la Iglesia. Es lo que propone y enseña el prólogo – himno – de San Juan (Jn 1,3) al hablar de una “nueva creación” en contraposición a Gn 1,1-28, creación que había sido dañada por el pecado y cuya total renovación ha sido anunciada en el Apocalipsis: “El que estaba sentado en el trono dijo: Mira, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
Valencia. Octubre 30; 2022