Trabajos especiales

Recordando a Mario Briceño-Iragorry, el angustiado

Mensaje sin destino (1952) es, sin lugar a dudas, el libro más reconocido de Mario Briceño-Iragorry. En él puede encontrarse todo su proyecto ideológico

 

Valmore Muñoz Arteaga*:

Profesor y escritor

Maracaibo – Venezuela

 

El 18 de octubre de 1945, cuando es derrocado por un golpe militar el gobierno de Medina Angarita, supuso un golpe muy duro para el carácter civilista y cristiano de Mario Briceño-Iragorry. La tolerancia y el respeto pregonado por él en sus libros anteriores son vilipendiados por el régimen naciente. La venganza y la retaliación se transformaron en el modo de hacer política y justicia en Venezuela, en este sentido no se ha avanzado mucho desde entonces. Su familia transita por una dolorosa crisis económica. Al punto de que el sostén económico de la familia resultó siendo una fábrica de mermeladas improvisada por su esposa y sus hijas. Curiosamente el régimen de Betancourt le ofrece la oportunidad de participar en el gobierno a través de algún cargo burocrático, cosa que rechazó para solidarizarse con quienes lo acompañaron en el gobierno de Medina, entre ellos Arturo Uslar Pietri, de quien se quejaría luego por no haber dado muestras de solidaridad con él durante el exilio.

Briceño-Iragorry inicia en 1945 un largo proceso de angustia y amargura que lo acompañará hasta su muerte trece años después. En este último periplo de la vida de Briceño-Iragorry lo vemos asumiendo una postura política y religiosa más radical, hecho que le garantizará el destierro en 1952. De estos años son dos sus libros más intensos y apasionados: Mensaje sin destino y Aviso a los navegantes.

Mensaje sin destino (1952) es, sin lugar a dudas, el libro más reconocido de Mario Briceño-Iragorry. En él puede encontrarse todo su proyecto ideológico. Es el libro en donde explica, según él, la crisis de pueblo por la cual atraviesa Venezuela y que no le permite anclarse en el desarrollo anhelado por los intelectuales del siglo XX. La imagen de Cristo aparece como punto de partida para el servicio de la causa pacífica. En este libro ataca apasionadamente los regímenes totalitarios de América Latina, en especial el venezolano. Ante ellos impone la presencia de Cristo como camino para vencer estas sobras abandonadas en el camino por Barrabás.

Señala tajantemente la crisis de valores humanos y cristianos como causa de los males por los cuales atraviesa la humanidad. Una humanidad que construyó sus esperanzas de espaldas a Dios, una humanidad desahuciada, sin propósito de trascendencia, vacía y sin sentido. La humanidad que despertó luego de un sueño intranquilo, al igual que el kafkiano Gregorio Samsa, transformada en bicho, en un repulsivo insecto. Todavía daban gritos desesperados en la conciencia de los hombres de cultura los recuerdos de aquellos que eran conducidos sin reparos a los campos de exterminio. Cristo mantiene su agónica respiración desde la pluma del trujillano, quien a su vez, teje desde su discurso literario la angustia como manera de exorcizar los demonios acumulados en las fauces de una modernidad mal concebida. Los ojos de Briceño-Iragorry se abren hacia América Latina.

Aviso a los Navegantes (1953) es un libro que tiene como columna vertebral examinar los problemas del nacionalismo en relación con la historia patria, con la tradición del pueblo y con el sentido y trascendencia habitual del nacionalismo latinoamericano. El incesante tesón de Briceño-Iragorry por avivar en el país la conciencia defensiva de la propia personalidad de la nación se encuentra trabajado a la luz de su concepción de Cristo. El libro es escrito en el exilio de Madrid, y desde allí a través de la evocación de figuras fundamentales de su juventud hace un llamado a la unidad latinoamericana en defensa material y moral de la dignidad humana del hombre americano.

Contempla cómo los dirigentes del primer mundo autoproclamados defensores del hombre y del orden, pactan con los verdugos de los pueblos, los saqueadores de toda esperanza. Asoma como respuesta el despertar de una revolución amparada por la palabra ductora de Cristo, una revolución que viera al hombre desde los ojos del Dios vivo. La decepción por el mundo moderno ha llegado a tal punto en Briceño-Iragorry que considera la posibilidad de que, si Cristo volviese físicamente a la tierra, sería prohibido por la sociedad laxa y genuflexa por el consumismo.

Las mismas bocas que hablan de Cristo son las mismas que proclaman la muerte del hombre, los mismos que alzan sus voces destempladas contra quienes azotaron a Jesús son los mismos que proponen la violencia como única alternativa para salir de la crisis. Los mismos que imploran por el pan de la vida amasado con el cuerpo inmolado del Señor son los mismos que niegan el pan de trigo al hambriento. La risa del festín en donde el alma del hombre fue el primer bocado, no permitieron escuchar la atronadora voz de Cristo que gritaba desesperada desde el corazón de la humanidad su palabra de esperanza. Ni siquiera el látigo espantador de mercaderes parecía suficiente en el propósito de vida del hombre moderno. Para Mario Briceño-Iragorry parecía llegar el fin de toda esperanza, ni siquiera su gran conciencia utópica daba crédito a los nuevos valores establecidos. En la actualidad, pareciera seguir privando en el corazón de los hombres aquella voz que gritó ¡Barrabás! Conduciendo a Cristo a inmolarse por amor a aquellos que lo mataban. Quizás de eso se trate. Quizás por eso, Briceño-Iragorry, vivió sus últimos años desde la desgarradura. Paz y Bien.-

*Profesor y escritor

Maracaibo – Venezuela

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