Lecturas recomendadas

¿Qué es la esperanza?

¿Son legítimas las ilusiones del caminante?

 

 

Rafael María de Balbín:

 

La única respuesta que corresponde a la situación real de la existencia humana es la esperanza. En ella se entiende y afirma el hombre, no simplemente como insatisfecho sino como criatura de Dios llamada a la plenitud. La esperanza o es una virtud teologal o no es en absoluto virtud  (Cfr. PIEPER, J. Las virtudes fundamentales. 2ª ed. Madrid: Rialp, 1980, pp. 369-413).

¿Qué significa esto? Que hace falta un apoyo para que el hombre se encamine hacia la verdadera realización de sus mejores ilusiones, para que se realice plenamente su ser en el bien. Y ese logro está completamente por encima de nuestras fuerzas, porque procede de la ayuda divina: yo no me he dado el ser a mí mismo ni puedo por mí mismo darle su plenitud. Sólo la Revelación divina nos descorre la cortina del horizonte futuro y nos promete la ayuda para alcanzarlo de una manera satisfactoria. Cada uno de nosotros, con corazón inquieto, busca firmeza y seguridad para sus mejores ilusiones. Necesitamos la magnanimidad, la virtud de los grandes deseos, pese a la real limitación de nuestras fuerzas.

¿Qué significa la esperanza? No una ilusión limitada, ni siquiera el conjunto de todas ellas; tal como aparece en el vocabulario al uso de las promesas políticas. Por ella esperamos una plenitud de felicidad, que es Dios mismo, más allá de esta vida terrena, recibida de la propia mano de Dios. La virtud de la esperanza es infundida por Dios en nuestra alma, junto con la gracia, que nos hace participar de su misma vida aquí en la tierra y nos prepara para una eternidad dichosa. La esperanza sigue a la fe y prepara el amor de caridad hacia Dios.

¿Acaso es mala la esperanza? No tiene por qué serlo, ya que no es malo, sino perfectamente connatural al hombre desear la felicidad.

La esperanza es ya como una anticipación de la meta del caminante. San Pablo escribió a los romanos que somos salvados en esperanza. No sólo seremos, sino que somos ya plenamente dichosos, pero en esperanza. Con la ayuda de Jesucristo Redentor ya está cumplido lo que como promesa esperamos.

Con la oración expresamos y procuramos nuestra esperanza, que participa de la confiada certeza de la fe. No por nuestras fuerzas, sino por las promesas y la ayuda de Dios. Quien pide poco a Dios es señal de que espera poco en Él. Quizás sus ilusiones son menguadas, o por el contrario excesivamente ingenuas.

¿Son legítimas las ilusiones del caminante? Ciertamente, “pero todas nuestras esperanzas naturales aspiran a realizaciones que son como reflejos y sombras confusas de la vida eterna, como sus inconscientes preludios”  (Idem, p. 385).

La virtud sobrenatural de la esperanza no anula las ilusiones naturales del caminante, sino que las asume y las eleva. Éstas, de por sí, son insuficientes. Cuando vivimos de ilusiones pequeñas, lo malo no es que no las alcancemos, sino que las vayamos logrando, y al hacerlo nos demos cuenta de su pequeñez. Cuando una persona pone toda su ilusión en ser una gran deportista, un notable escritor, un ejecutivo exitoso, una vez que alcanza la meta puede exclamar: ¿Y eso era todo? Porque no acaba de llenarle.-

(rbalbin19@gmail.com)

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