Familia: revolución sexual y cultural
Plantear la familia y el matrimonio desde la profunda verdad sobre el hombre, desde una antropología adecuada como la llamaba S. Juan Pablo II, el gran Papa de la familia, siempre será un reto
Beatríz Briceño Picón:
En Venezuela, desde hace 32 años, la Iglesia Católica dedica la segunda semana de noviembre a profundizar en la familia como institución esencial de la vida social. Lamentablemente, a pesar de la buena voluntad de muchos, la intención de ese momento ha ido perdiendo su fuerza. En varias ocasiones he comentado esto porque estaba muy cerca del Secretariado de la Conferencia Episcopal.
Considero que no fue acertado cambiar la denominación inicial de Semana de la Familia por Semana del Abrazo en Familia. El entusiasmo pudo más, y así se fue perdiendo el auténtico sentido de ese tiempo que se dedicaría todos los años al estudio, la reflexión y la celebración de la familia. No solo en las Parroquias sino en todos los hogares, colegios e instituciones. Incluso las empresas y centros comerciales podrían unirse esa celebración que no siempre tiene que ser religiosa.
En los años ochenta y noventa empezó a manifestarse claramente el desafío de la familia como una cuestión cultural, debido a la llamada revolución sexual de los años sesenta que ya había hecho crisis en todo el mundo y que nos llevó a la cultura pansexualista. Así nos encontramos en este año 2022 con una atmósfera que asfixia la verdadera antropología cristiana que condujo a la sociedad a reconocer la máxima dignidad de la persona humana, donde se apoya la libertad y su destino trascendente. El matrimonio natural y sacramental debe construir familias que aseguren a sus hijos el ambiente necesario para realizarse en la sociedad civil y en la Iglesia.
Visto a vuelo de pájaro, se evidencia claramente que la perspectiva de género primero, y hoy la ideología de género, han encontrado el campo propicio para su despliegue. La propuesta pansexualista puede identificarse en tres puntos: 1° reduce la sexualidad al sexo, sin más significado que la búsqueda de placer. 2° introduce la sexualidad en una sociedad de consumo, de modo que se comercia con ella y 3° lleva a asumir este enfoque como un progreso social liberador. Por supuesto esto supone un rebajamiento de la dignidad, porque la sexualidad pierde su dimensión trascendente, por medio de la cual las personas se comunican y establecen relaciones firmes que favorecen la estabilidad familiar, social y política.
Plantear la familia y el matrimonio desde la profunda verdad sobre el hombre, desde una antropología adecuada como la llamaba S. Juan Pablo II, el gran Papa de la familia, siempre será un reto. Es importantísimo estudiar sus Catequesis sobre el amor humano. Ella nos trajo la gran luz que puede acabar las tinieblas. Por allí están caminando todos aquellos que se empeñan en construir puentes y marchar sin descanso por un nuevo humanismo, donde la solidaridad, la fraternidad, el trabajo y el Amor se potencian mutuamente.
Amor es la palabra más manoseada e ignorada dentro del pansexualismo contemporáneo. Mucho se habla de hacer el amor pero poco se sabe de verdadero Amor. En esta materia una clave importante es redescubrir el auténtico significado de una palabra que ha perdido su sentido y se la ha separado de su fuente que es Dios.
Cuando oímos este año la convocatoria de la Iglesia a vivir con alegría y santidad la vocación al amor, me pregunté: ¿quién descifrará esas cuatro palabras? Y pienso que la alegría y la paz volverán a la sociedad cuando sepamos realmente qué es el amor como vocación, y qué significa la santidad en la vida de cada día. No dudo ni un momento que Dios nos dará luces para salir de este atolladero cultural, pero esto no se hará solo con oración de petición y adoración, que sería maravilloso, sino también con trabajo y reflexión convertido en generosa entrega.
La familia es la mejor noticia que puede recibir el mundo, pero en este momento su destrucción es el objetivo inmediato de la ideología de género. La Semana de la Familia debe unirnos para subrayar su grandeza y su fuerza transformadora en un mundo que ha visto enloquecer hasta los más cuerdos.
Beatriz Briceño Picón
Periodista UCV|CNP