Lecturas recomendadas

Mercantilización del cuerpo

Los bienes más excelentes no son comerciables

Rafael María de Balbín:

La actividad mercantil se refiere al intercambio de bienes y servicios, y es una manera honesta y provechosa de trabajar y de contribuir al bien común. Nada tiene de peyorativo el lucro obtenido, en proporciones razonables, por el comercio.

Sin embargo, los bienes más excelentes no son comerciables. Están por encima de la ganancia económica. Tal como decía el Alcalde de Zalamea: <Al Rey la hacienda y la vida se han de dar, más no el honor. Que el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios>>. Los bienes espirituales destacan por su excelencia, no comerciable : <<Ni se compra ni se vende el cariño verdadero>>.

Las personas y los bienes propios de las personas, como el honor o la libertad no han de ser objeto de compraventa. Vender o comprar seres humanos es practicar la esclavitud, la de tiempos antiguos y la de nuestros días.

¿Se podría hablar de un problema de mercantilización del cuerpo?: Para nadie es un secreto que la cultura materialista, imperante en tantos ambientes ha llegado a una degradación del ser humano:  ”La prostitución, la pornografía y sus derivados se han convertido en grandes mercados. Los políticos que no toman las medidas adecuadas para luchar contra la prostitución acaban siendo culpables de un ataque deliberado contra la mujer. La prostitución es, en muchos aspectos, una manifestación contemporánea de la esclavitud. Hoy se practica de forma visible un auténtico tráfico de seres humanos entre unos continentes y otros” (CARD. ROBERT SARAH. Se hace tarde y anochece, cap. v: El odio al hombre).

La degradación materialista se hace más visible en los jóvenes, que son más vulnerables: “También es evidente la erotización de sectores enteros de la sociedad. Pienso concretamente en la pornografía en Internet. Los jóvenes se exponen indefensos a esas violentas agresiones visuales mientras los padres, desorientados, hacen lo que pueden para proteger a sus hijos. ¿Ha habido algún gobierno con el valor suficiente para poner fin al escándalo de la pornografía? ¿Son los intereses financieros que se ocultan tras esas actividades los que explican el silencio de muchos dirigentes? La facilidad con que los niños acceden a imágenes pornográficas en Internet equivale a una violación de las conciencias de los menores” (Ibid.).

Parece obligado denunciar claramente estos hechos: “el comercio de órganos, sobre todo entre los países ricos y los pobres, es una ignominia demasiado poco conocida. Hay bandas mafiosas que asesinan a niños, les extraen los órganos y los venden a pacientes ricos. Y, mientras tanto, las sociedades occidentales reivindican a gritos y por todas partes el respeto de los derechos humanos” (Ibid).

Más aún: “¿Y quién es consciente de que en Occidente se fabrican productos cosméticos con los restos de los fetos abortados? Se han producido varios escándalos relacionados con estas prácticas que afectan a Planificación familiar americana. A veces tengo la sensación de que son las sociedades más amorales y privadas de Dios las que se desgañitan hablando de los derechos del hombre para ocultar mejor su deshonra (Ibid).

Comercio con personas. Actividad criminal disfrazada de negocio honesto. Se trata de un comercio tan inhumano como lucrativo. “El cuerpo humano se ha convertido en un amasijo de células del que pretenden disponer los poderes financieros y políticos. La obsesión por el dinero y la ideología liberal hacen de este mundo un verdadero infierno. Hoy se puede comprar todo: desde órganos y esperma hasta el vientre de las mujeres que gestan para otros” (Ibid).

El menosprecio de la dignidad humana, querida por Dios; del plan divino para el bien del hombre, deriva en terribles consecuencias que afectan a muchos. “¡Qué lejos están ciertas concepciones modernas de comprender profundamente la masculinidad y la femineidad presentadas por la Revelación divina! Esta nos lleva a descubrir en la sexualidad humana una riqueza de la persona, que encuentra su verdadera valoración en la familia y expresa también su vocación profunda en la virginidad y en el celibato por el reino de Dios” (Ibid.).

Sin Dios, la dignidad humana queda en entredicho. «Si Dios no existe, todo está permitido», afirmaba Dostoievski. Sin Dios, acaba ocurriendo lo peor: se acaba despreciando al hombre” (Ibid).-

(rbalbin19@gmail.com)

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