Entrevistas

Iván Valderrama: “El gobierno debe fomentar el arte, pero el arte no debe ser parte del gobierno”

El director de Danzas Yacambú encuentra en su proyecto, con más de 35 años de trayectoria, la solidez de quien tiene un estilo, lo maneja, lo conoce y, sobre todo, lo disfruta inmensamente bajo la premisa de que la danza es narrar con el cuerpo

Alos 8 años Iván Valderrama descubrió la danza y se volvió su devoto. Al ritmo de Mi burrito sabanero montó su primera coreografía para un baile navideño cuando cursaba segundo grado de primaria en el Colegio Nuestra Señora de Fátima, en San Félix.

La escuela fue escenario para demostrar su fascinación por la coreografía y, por encima de todo, su gran pasión por el espectáculo y la puesta en escena. Fue así como su liderazgo carismático le permitió ser el encargado de montar bailes escolares, actos de promoción y, por supuesto, formar su propia agrupación de baile dentro de la localidad.

Oriundo del estado Bolívar, Iván Valderrama está indisolublemente asociado con Danzas Yacambú, academia que fundó con el nombre de un vocablo indígena que se traduce como conquistar. Y cree que lo ha hecho. Con 35 años de existencia, Danzas Yacambú es patrimonio cultural de Caroní, ha sido reconocido en el ámbito nacional e internacional y sus estudiantes sostienen el legado de ser de los mejores intérpretes culturales de la región.

– ¿Cómo te involucraste en el mundo de la danza? 

– Empieza desde temprana edad. Desde los 8 años tenía la inquietud por la danza, el movimiento y el espectáculo. Mi madre siempre nos mantuvo ocupados en actividades artísticas hasta que logramos determinar lo que nos gustaba: mi hermano gemelo se fue por la música y yo por la danza.

Desde pequeños trabajábamos ambas cosas. A los 8 años ya formaba parte de una agrupación, veía el trabajo coreográfico, me imaginaba espectáculos… aprendí de mis maestros, me perfeccioné y me convertí en coreógrafo. Empecé como todo bailarín: empíricamente. Viendo y copiando, porque la danza se aprende por imitación. También hice parte de Estrellitas de Oriente. Allí di mis primeros pasos como bailarín. Fue una tarea de ir descubriendo los géneros que me gustaban, investigaba, buscaba a los grandes maestros. Empecé como bailarín y después empecé a montar los espectáculos.

– ¿Cuándo creaste tu propio cuerpo de baile? 

– A los 14 años dirigía un grupo de danza, un grupo que nació como iniciativa para desarrollar actos culturales en la localidad donde yo vivía. Siempre me ubicaban para montar los actos de fin de curso de sexto grado en la promoción. Con el último grupo que lo hice, decidí crear mi propio cuerpo de danza integrando a los chicos del barrio y a la comunidad. El que quería bailar, lo jalaba a bailar. Hacíamos presentaciones artísticas en la iglesia y demás.

De proyecto local a cuerpo dancístico de CVG

Para el novel coreógrafo parecía imposible salir de su pequeña localidad y las presentaciones de la iglesia los domingos, que, recuerda, eran aplaudidas y fomentadas por el padre de la congregación. Parecía que el sueño se había circunscrito a un pequeño espacio dentro de la localidad y, pese a ser aclamado, Valderrama aspiraba a que el proyecto saliera de la comunidad y obtuviera más reconocimiento.

“Siempre me ubicaban para montar los actos de fin de curso de sexto grado en la promoción, decidí crear mi propio cuerpo de danza” | Fotos William Urdaneta

Las luces de los escenarios regionales parecieron encender a Guayana tras el auge industrial. La Corporación Venezolana de Guayana (CVG) trajo consigo la instalación de teatros, cuerpos de baile y corales que hacían parecer el estrellato un poco más cercano para los talentos voluntariosos.

En este contexto encontró en los talleres culturales de la empresa Interalúmina, hoy CVG Bauxilum, los reflectores que había estado buscando durante tantos años: la oportunidad de llevar un ínfimo proyecto local al calor de los teatros más importantes de la ciudad.

– Esto inició como un proyecto comunitario, ¿cuándo se convirtió en una iniciativa formal en la ciudad? 

– Comencé en los talleres culturales de la empresa CVG Interalúmina. Mi padre era gerente de seguros en esta empresa y había talleres para los hijos de los trabajadores. Participé en el taller de cerámica a mano hecha con barro. Estuve un año allí y mi hermano pertenecía al taller de cuatro. Nos gustaba la coral que era otro taller, el cual era impartido por Irma Conchita Iorio (profesora local de canto, fundadora de la coral Canticum Merú). Estando en Bauxilum se me ocurre que por qué si había coral, la empresa no tenía unas danzas. Yo tenía 15 años. ¿Quién me iba a oír a mí? Yo tenía una amiga mayor que yo y la preparé para que tocara la puerta y así fue: nos dieron la oportunidad de formar un taller de danza para los hijos de los trabajadores. Así empieza a gestarse lo que hoy conocemos como Danzas Yacambú. En ese entonces, el señor Luis Lárez, gerente de cultura, me abrió las puertas de la empresa y me dio la oportunidad de darle sentido a mi proyecto.

–  ¿Cómo resultó la experiencia en Interalúmina? 

– El proyecto que llega a Interalúmina está en crudo. Luis Lárez era un gran artista, con mucha visión y fue como nuestro mánager. Nos encaminó y orientó. A él no le gustaba la danza nacionalista. Pero nuestros primeros trabajos eran de danza tradicional de proyección. Empezamos con dos coreografías: la parranda de San Pedro y el Tamunangue. Fueron nuestros primeros bailes. Paralelo a esto, seguí haciendo la danza nacionalista y trabajé con maestros de Danzas Venezuela que me ayudaron a pulirme en este género.

Preparación y trayectoria artística

Pero la voluntad y la semilla artística no bastaban. Antes de formar Yacambú, el bailarín tuvo que educarse en los géneros de danza nacionalista, latinoamericana, ballet clásico, jazz, jazz lírico, danza contemporánea y género urbano: todo esto, según explica, para darle cuerpo a las coreografías y desarrollar un estilo ecléctico.

El artista asevera que los estudios y la superación profesional han sido pieza clave de su desarrollo personal. En este sentido, egresó como bachiller en ciencias, como técnico superior universitario en Relaciones Industriales y, para impulsar su pedagogía, obtuvo la licenciatura en Educación mención Desarrollo Cultural en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.

La política debe apoyar al arte por ser parte del desarrollo del ser humano, de la cultura del país. El gobierno debe fomentar el arte, pero el arte no debe ser parte del gobierno”

A su vez, luego de haber tomado clases en la institución, ejerció como profesor de Danza Nacionalista en Danzas Venezuela, academia dirigida por Yolanda Moreno. Allí pulió su técnica dancística y mejoró sus conocimientos sobre la ejecución de la coreografía nacional.

Explica que sobre el coreógrafo recae la versatilidad, la capacidad de mezclar ritmos y elucubrar una coreografía que vaya más allá de todo lo visto: que aporte algo nuevo y, lo más importante, que entregue al espectador con un mensaje diáfano.

Por otra parte, aclara que también es responsabilidad del coreógrafo visualizar hasta la última lentejuela del traje del bailarín principal, idear la significación de cada color elegido y revisar el vestuario hasta que el cuerpo de baile esté en la puesta en escena. Es por ello que ha tomado clases de confección, ornamento y accesorios: no es solo un baile, es un viaje a través del cual el público debe conectar con un relato que el bailarín debe narrar sin palabras, solo con movimiento.

Tres décadas y contando

Tras el éxito de su debut como director de cuerpo de baile, el proyecto creció más allá de la cobertura de Interalúmina, lo que motivó al bailarín a fundar su propia agrupación. De esta forma nace Danzas Yacambú.

La que hoy tiene dos sedes y repisas llenas de reconocimientos, inició como un proyecto derivado de una empresa básica cuya dirección quiso apostar por el sonido venezolano para abrirse paso en el competido mundo artístico.

“Antes de formar Yacambú, el bailarín tuvo que formarse férreamente en los géneros de danza nacionalista, latinoamericana, ballet clásico, jazz, jazz lírico, danza contemporánea y género urbano”

El nombre se lo debe a la madre del fundador, quien lo tomó de un comercial y hace referencia al nombre de una represa que debió ser erigida en Barquisimeto. Por otra parte, Valderrama se decantó, luego de conocer muchos géneros, por una academia de danza nacionalista que, en sus palabras, es tan amplia que permite fusionarse con muchos géneros y potencia el lado histriónico del bailarín.

En cuanto a la diatriba sobre la técnica o la pasión que tienen muchas academias, Valderrama lo tiene claro: la técnica es importante, pero la gesticulación y la capacidad de encarnar al personaje metiéndose en su piel a través de la danza son elementos que solo la pasión interpretativa puede ofrecer.

– ¿Por qué orientarse solo hacia la danza nacionalista? 

– Toda organización debe tener un estilo y decidí ese porque es el que me gustaba. Considero que es uno que permite expresar y recrear. La danza nacionalista es amplia y permite la inclusión de otros géneros y estilos al hacer la puesta en escena. Lo que pasa es que no todo mundo conoce la verdadera danza nacionalista y muchos lo que hacen es cortar y pegar. Somos bailarines integrales y hemos tomado clases en distintos géneros y estilos. En el proceso formativo es obligatorio estudiar la danza académica que es el ballet clásico. Yo fui bailarín de ballet. El jazz me encanta. Hemos cultivado otros estilos, todos los hemos hecho y bailado. Hemos montado infinitas producciones y musicales en distintos estilos para darle amplitud a nuestro estilo. 

“La pandemia no nos detuvo”

La solidez del proyecto se vio turbada ante la imposibilidad de los alumnos para acudir a las sedes durante la pandemia por la COVID-19. ¿Es posible enseñar danza sin presencialidad? El director de Danzas Yacambú no tenía la respuesta; no obstante, decidió apostar por la enseñanza remota como una oportunidad para retar a los alumnos y, cómo no, probar una vez más que el carácter y el buen arte se potencian en la adversidad.

Por otra parte, destaca que el arte no debería servir a ningún partido político. Como consecuencia, la balanza de sus proyectos se inclina siempre hacia la autogestión. Desde su perspectiva, los gobiernos vienen y van, pero Yacambú sigue.

Y sigue hasta este 2022 cuando, tras dos años de pandemia, la compañía retomó las competencias y obtuvo el primer lugar en el Festival Todo por lo Nuestro, oficiado en Caracas.

– ¿Cómo vivió la experiencia de la pandemia siendo el director de la organización? 

– Yo pasé tres años fuera del país. Estuve dos años en Chile y un año en Argentina. Siempre dejé a alguien en Puerto Ordaz encargado de las danzas. Cuando estalla la pandemia, yo estoy en Chile y me vi en la necesidad de implementar una forma de trabajo online. Daba mis clases a través de internet que no es lo mismo, pero funcionó para mantenernos activos.

Me regreso a Venezuela y tuve que aplicar el mismo método. El problema es que aquí la conectividad es muy mala, así que grababa las clases, las enviaba, el alumno las veía y luego los visitaba para evaluar el contenido. Si había un caso muy grave, es decir, que no puede ser visitado o asistir, esta persona debía grabarse y enviarme el video para hacer las correcciones. Esto hizo que el proyecto no se cayera.

– ¿Ha habido apoyo gubernamental para desarrollar este proyecto? ¿Cree que hay suficientes iniciativas artísticas por parte del Estado? 

– La cultura siempre ha sido el último eslabón de los procesos gubernamentales. La gente que se monta en el poder casi siempre tiene desconocimiento y se reúne con un equipo que quizás no llega a buscar las necesidades de las agrupaciones. La verdad, no mezclo mi trabajo con la política, me gusta la autogestión. Sí hemos tenido apoyo gubernamental, en muchas oportunidades y más en el gobierno de Francisco Rangel Gómez. Con los últimos gobernadores no hemos tenido ningún acercamiento porque esto se convirtió en una rosca. Está el amigo del amigo del amigo: se pierde la objetividad y la valoración a las organizaciones que tenemos años en esto. Igualmente, los gobiernos pasan y nosotros seguimos en pie y haciendo nuestro trabajo con o sin apoyo.

– ¿Considera el arte puede o debe servir a intereses políticos? 

– No. Pienso que el arte debe tener su propio espacio. La política debe apoyar al arte por ser parte del desarrollo del ser humano, de la cultura del país. El gobierno debe fomentar el arte, pero el arte no debe ser parte del gobierno.

– ¿Cuál es el legado que busca dejar en sus estudiantes? 

– Más que una agrupación, es una escuela de vida. La misión es formar verdaderos artistas no solo con capacidad histriónica y virtuosismo al momento de la ejecución, sino como seres humanos. Eso es lo que pienso que he sembrado en mis alumnos y los ha fortalecido y permitido sostenerse dentro de su país y fuera. Creamos valores, trabajo bajo presión, disciplina, compromiso, capacidad de respuesta y empatía.-

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