Roberto Fermín Bertossi:
En la víspera, diputados de la nación -oficialistas y opositores- se enfrentaron bochornosamente al punto de amagues para llegar a los golpes de puños. Efectivamente, a los gritos, con violencia y hasta con gestos obscenos, -no obstante tener consenso para el tratamiento de la mayoría de los puntos del orden del día-, violando sus propios reglamentos internos se impidió y se levantó la sesión.
Replicando antecedentes negativos de la transición democrática española, evidente y relativamente sufrimos una generación política a la que no le gusta el consenso porque interpreta que, consensuar, es ceder, es entregarse, es perder. Pero nada de eso. Cuando ceden todos, no cede nadie. El consenso es lo que nos abrió la puerta de la democracia y de la república para cuarenta años de derechos y libertades que no habíamos conseguido nunca.
Ayer, señores legisladores diputados de la nación, extraviando su decoro, su prestancia e ilustración propias de las normas sociales legislativas, se prodigaron recíprocos vilipendios y falacias ad hominem ignorando o desautorizando a Voltaire: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, todo un desiderátum del respeto mutuo a la hora de evocar el espíritu de concordia.
También confundieron el consenso con la unanimidad. La democracia es una opción. Tiene que haber distintas opciones, sin menoscabo de acalorados, leales, enriquecedores y respetuosos debates, siempre que fueren necesarios para resolver los conflictos propios de la vida en democracia, así como naturales intereses contrarios de oficialismo y oposición.
Como sabia y lúcidamente nos advierte y aconseja el politólogo español valenciano, Don Antonio Colomer Viadel, “debemos tratar de comprender el enorme valor ético y político de vivir juntos los distintos, y destacar lo que tenemos en común”
Ustedes señores diputados, no son más que servidores representantes y empleados del pueblo; no sus dueños, no sus patrones, menos sus verdugos.
A propósito, Pericles –estratega, político servicial y orador ateniense- tuvo tanta influencia en la sociedad que Tucídides, un historiador coetáneo, lo denominó como “el primer ciudadano de Atenas”
Precisamente, Pericles definió a la democracia como un sistema que protege los intereses de todo el pueblo, no solo de una minoría. Él sólo entendía a los cargos como carga y distinción pública; sus requisitos los resumía en virtudes y bondades; a la postre mucho de lo que carecería también nuestra membresía política legislativa.
Ustedes diputados, cada uno, fue distinguido con semejante investidura para mejorar y transformar la calidad de vida de la gente. Durante cuarenta años en general, ello no aconteció, conforme acreditan los índices oficiales de pobreza, indigencia, inflación, falacias y corrupción.
Urge entonces superar de todos los modos posibles, todos juntos y satisfactoriamente, este enfrentamiento contumaz y feroz entre oficialismo y oposición.
Por último y sean cuales sean nuestras y vuestras ideas, solo deben legislar constructiva y compartidamente, a tiempo completo, en único beneficio, adelanto, progreso y bienestar de nuestra comunidad inmediata, esto es, de un pueblo soberano sin más grietas ni fisuras; porque si no ya será hora de que Dios y la Patria lo demanden como de que “Sepa el pueblo votar”, glosando la inmortal frase de Roque Sáenz Peña.-
Roberto Fermín Bertossi
Experto en Cooperativismo de la Coneau