Navidad: Dios se hace hombre …mientras los hombres fabricamos ídolos
"Dios nace entre los pobres para que reproduzcamos y compartamos las riquezas que ha distribuido entre los hombres"
Hacemos cada día más leyes e ideologías de superioridades morales pensando que por solo escribirlas, toda la violencia humana cesará. Incluso, en vano bajó Moisés del Sinaí con las tablas de la ley escritas por el dedo de Dios… siempre lo estaremos esperando con becerros de oro.
Tenemos un Papa providencial, un profeta inesperado que ha abierto las ventanas por donde entran vientos frescos de Gracia navideña. Es el Kairós de este siglo. Tenemos que aprovecharlo, durará poco.
Dios no hace justicia como los hombres que intentamos usurpar su deidad… Navidad supera las leyes humanas, es plenitud de las divinas y un salto cualitativo en las relaciones de los hombres con Dios, entre sí y la naturaleza maltrecha… Ningún humano es sacrificado en esta nueva realidad misericordeada.
La estrella de Belén indica dónde nace el Salvador de lo humano: entre los pobres, el lugar donde las idolatrías del mundo dejan sus residuos humanos… hemos de ir allí y no a los palacios de los nuevos Herodes llenos de falsa alegría y fiesta para pocos financiadas con sangre humana.
Él nos invita a una nueva Justicia por la cual dar y cuidar la Vida, -no quitarla- para que los bienaventurados sean los referentes de esta humanidad redimida en Navidad.
Navidad: Dios se hace hombre mientras los hombres hacemos ídolos
“El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo… y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios”. (Jn 1) La tentación idolátrica es hacer de la creatura un Dios y no querer ver al verdadero Dios entre nosotros.
La idolatría es crear dioses funcionales a nuestro ego y soberbia. Vivimos en una sociedad de ídolos. No es una novedad, siempre lo hemos hecho desde el pecado de soberbia de los orígenes.
En vano “construimos casas y vigilamos ciudades” (Sal 126) y hacemos cada día más leyes e ideologías de superioridades morales, pensando que por solo escribirlas burocráticamente, toda la violencia humana cesará. Incluso, en vano bajó Moisés del Sinaí con las tablas de la ley escritas por el dedo de Dios… siempre lo estaremos esperando con becerros de oro. Hacemos el mal aún cuando no queremos. (Rom 7, 19)
Somos impacientes, ansiosos, queremos reducir el infinito a lo finito, el amor eterno de Dios a las mezquinas pasiones de nuestro ego. No se salva nada, ni siquiera la religión que tan a menudo convertimos en un templo de mercaderes con altivos chamanes que “en nombre de dios” manipulan conciencias para sus propios intereses idolátricos y atan cargas pesadas difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. (Mt 23,4) Encabezan idolátricas salvaciones rígidas que terminan en hipocresías y abusos aberrantes como vemos diariamente.
Afortunadamente tenemos un Papa providencial, un profeta inesperado que ha abierto las ventanas por donde entran vientos frescos de Gracia navideña. Es el Kairós de este siglo. Tenemos que aprovecharlo, durará poco.
Sin embargo, leo con asombro como muchos curas obsesionados por conservar el privilegiado status social de superioridad sacral de otros tiempos, están en su contra. Aparecen obispos que, al no encontrar el fetichista aliciente de las otrora lisonjas eclesiales, desanimados, renuncian (y lo bien que hacen para no entorpecer el evangelio). Muchos creen que, a cambio de su célibe estilo de vida, merecen la pleitesía y sumisión del rebaño al que consideran inferior a sus maniqueas alturas espirituales.
La Justicia de Dios es su misericordia navideña
Dios no hace justicia como los hombres que intentamos usurpar su deidad. Él inaugura en Navidad el camino de una Justicia nueva, una justicia que nos hace justos por su amor, una justica inédita llamada… Misericordia. Navidad supera las leyes humanas, es plenitud de las divinas y un salto cualitativo en las relaciones de los hombres con Dios, entre sí y la naturaleza maltrecha.
No es como los ídolos que exigen sacrificios, por ejemplo el mercado idolátrico que exige sacrificios humanos para el culto al progreso de unos pocos y que nunca se “derramará” -por su propia perversa dinámica acumulativa- hacia todos. Un mercado idolátrico que superficializa la navidad sentimentalizándola y reduciéndola a hiper- consumismo para presumir y beneficencia barata que no cambie nada en la vida de los nadies.
La Navidad no pide el sacrificio de nuevas vidas humanas, sino que es Dios que da su Vida en el altar de los sacrificados por los ídolos. Él no viene para quitar la vida sino para darla en abundancia. Es el nuevo Pastor, nacido entre pastores, que da su vida por las ovejas en un mundo llenos de ídolos que roban, matan y destruyen (Jn 10), Tenemos el actual ejemplo de los que lucran con el sacrificio y muerte de miles de esclavos para el circo global futbolero, en desérticos países hacedores de grandes desigualdades con el producto más contaminante de la revolución industrial. El espectáculo debe continuar, no importan los costos humanos que siempre son transferidos a los más pobres y vulnerables, a los que los medios les dedican unos pocos segundos.
Otro ejemplo: inventamos formas ideales de organización social como la democracia y después pasamos el tiempo haciéndoles trampas y tratando de manipularla para los intereses mezquinos de personas y pequeños grupos en nombre de idolátricas ideologías de un signo o del otro. Conviertimos así, la participación, el consenso y el Bien común en palabrerío hueco.
Así actúan los ídolos que rigen nuestros destinos y después disfrazan sus consecuencias. Ante esto, pensamos que nada podemos cambiar. Pero Jesús viene a nosotros para que todo cambie, solo nos falta fe -aunque sea como un grano de mostaza- en su Presencia y unirnos en la comunión de quienes lo seguimos y decimos buscar el Reino de Dios y su Justicia.
Con Jesús nada humano queda postpuesto, sino que es presupuesto, curado y elevado a una nueva plenitud sin dejar de ser ella misma. Ningún humano es descartado y sacrificado en esta nueva realidad misericordeada.
Nacido entre los pobres
La estrella de Belén indica dónde nace este verdadero salvador de lo humano: entre los pobres, el lugar donde las idolatrías del mundo dejan sus residuos humanos. Allí nace el débil niño Dios y si queremos encontrarlo como hombres de buena voluntad, hemos de ir allí y no a los palacios de los nuevos Herodes llenos de falsa alegría y fiesta para pocos, financiadas con sangre.
Así como “qué difícil es que un rico entre en el Reino de los cielos” (Mt 19, 24) también es improbable que alguien que no tenga la experiencia propia o ajena de una vida exclusión y rechazo, tenga la Navidad de Jesús. Están ciegos (sesgos cognitivos se le dice ahora) y no quieren ver. Solo los Bienaventurados que Jesús menciona en el evangelio tienen “competencia” para sintonizar con la Navidad. ¡Lo demás son cuentos… y no de navidad!
En este mundial a las puertas navideñas, me acuerdo de Maradona, Mesi y tantos otros que han salido de la favela, pero la favela no ha salido de ellos, por más dinero que tengan. Cada uno ha resuelto su dolor y resentimiento a su manera. Pero su pasado representa la vida de millones que siempre vivirán y morirán en la cárcel de la miseria. ¡Cómo no quererlos!, hasta los ricos se mimetizan ilegítimamente con los pobres en este sentimiento, por vergüenza y para no quedarse afuera de la marea del pueblo. Lamento lo que escriben con tanto desprecio algunos pensantes privilegiados acerca de estos complejos fenómenos futboleros. Hace rato que han quedado anclados en sus burguesas poltronas y solo pontifican sobre estas «irracionales» pasiones populares desde lejos. Deberían leer algo de sociología o por lo menos escuchar a Francisco, un sociólogo práctico que, desde la fe, vive en contacto en el pueblo.
Al Pesebre, periferia del mundo, fueron en primer lugar los más afines a Jesús: los pastores, mendigos de migajas de la opulencia de este mundo, pero también irán los reyes y sabidurías humanas que han reconocido sus talentos como don de aquel nacido en el portal de Belén y van a ponerlos a su servicio.
Dios nace entre los pobres para que reproduzcamos y compartamos las riquezas que ha distribuido entre los hombres, no para hacer culto de un pauperismo suicida e inhumano basado en falsas renuncias de los talentos que nos ha dado.Eso sería hacerle el juego a este mundo mercantilizado con una espiritualidad intimista cómplice, que consolida la explotación humana de los pobres. Él nos invita a una nueva Justicia por la cual dar y cuidar la Vida, -no quitarla– para que los bienaventurados sean los referentes de una nueva humanidad navideña.-