Opinión

El castrismo destructor de quimeras

No obstante, aunque la tragedia continua, la resistencia, iniciada desde el primer día de despotismo, no ha sido quebrada en ninguno de estos países

Pedro Corzo:

Es una verdad, de esas que dejan sin aliento, que el Castrismo con todas sus variantes, incluidas las del titulado Socialismo del Siglo XXI, la ruta para imponer el Socialismo Real Castro-Soviético, como está aconteciendo en Nicaragua y Venezuela, aunque sigue gobernando en varias repúblicas del hemisferio, ha sido desastroso para los países en los cuales se ha instaurado.  

El hacer del régimen cubano ha sido un caudal de experiencias y conocimientos para sus pares latinoamericanos. A los dictadores de estas naciones les ha sido más fácil imponer su voluntad gracias a la asesoría directa del totalitarismo insular que ha enviado a muchos de sus verdugos a enseñar como el terror debe imponerse sistemática e institucionalmente.  

Sin embargo, al menos eso creemos algunos, su pésima gestión ha desalentado a muchos potenciales seguidores, aunque no ha afectado seriamente el pensamiento de ciertos académicos, a pesar, de que una de las afirmaciones más repetidas por el castrismo en los setenta fue, “la responsabilidad ante un hecho, es directamente proporcional al conocimiento”.  

El modelo cubano, como algunos le califican, fue propuesto y desarrollado a la imagen y semejanza de su creador, Fidel Castro. Un sujeto con mentalidad faraónica que se creyó la fantasía de que era un redentor que salvaría al mundo, cuando en realidad casi lo destruye por completo, tal y como ha ocurrido en Cuba, por su obstinación durante la Crisis de los Misiles. 

El cubano, para pesar de los que compartimos el gentilicio, fue simplemente un gran manipulador, un vendedor de promesas capaz de cautivar a muchos ilusos, también, de seducir, a un gran número de las serpientes más venenosas de la fauna humana, tanto cubana como extranjera. 

Al menos en Cuba, parcialmente en Venezuela, conozco la responsabilidad de algunos de los que se plegaron con entusiasmo al mandato fidelista y de Hugo Chávez, comprendida parte de la clase dirigente de ambos países, aunque la cubana fue mucho más delirante en su complicidad con el castrismo. 

Estas dictaduras populistas han contado con numerosos cómplices. Su labor ha sido favorecida por los malos juicios, desidia y complicidad de un amplio sector de sus poblaciones, incluido intelectuales, empresarios, líderes sociales, artistas y profesionales que, al menos en la Isla, desde el primero de enero y concluido el conflicto armado, escuchaban las descargas de fusiles, consecuencia de juicios fraudulentos, o podían leer titulares periodísticos donde se publicaban las listas de los ejecutados, pero, eligieron no ver ni escuchar.  

El control que ejerció Fidel Castro, sobre la sociedad cubana puede catalogarse de absoluto.  Dueño de vidas y haciendas, sin obligación de rendir cuentas a una instancia superior. Un sujeto que ordenaba matar a sus enemigos, a los que exoneraba y liberaba, si un político influyente de Estados Unidos le visitaba y pedía su excarcelación.  

Su doctrina y actuación estuvo siempre orientada a la toma del poder y la perpetuación en el mismo. Por sus proyectos y desempeños, es fácil concluir que siempre se consideró un iluminado, capaz de romper los moldes sociales e instaurar nuevos.   

El castrismo ha sido catastrófico para Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia y una amenaza cierta al progreso y estabilidad del resto de los países del hemisferio. Décadas después de su aparición, las naciones mencionadas se encuentran sumidas en la miseria y padecen de una total ausencia de libertades y derechos, situación que obliga a sus ciudadanos a combatir el oprobio con las trágicas consecuencias de la muerte, cárcel y exilio.  

No obstante, aunque la tragedia continua, la resistencia, iniciada desde el primer día de despotismo, no ha sido quebrada en ninguno de estos países, razón por la cual es importante darle a esos resistentes y contemporáneos, información que les posibilite conocer el pasado, porque como escribiera Cicerón, hace más de dos mil años, “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”, y es muy fácil olvidarla cuando por voluntad oficial el silencio se cierne sobre la misma. 

Los caudillos que imponen la ignominia son los mayores responsables de la desdicha, pero no los únicos. Sus colaboradores y seguidores comparten responsabilidades. José Martí, lo escribió, “Ver con calma un crimen es cometerlo”, por eso se debe actuar contra las tiranías.-

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