El Papa

Francisco invita al Minuto por la Paz que unirá a creyentes de distintas religiones el jueves 8 de junio

El Papa anuncia una carta apostólica sobre Santa Teresita del Niño Jesús

Francisco finalizó su intervención invitando a unirse al Minuto por la Paz que ha convocado para mañana, jueves, 8 de junio, a las 13:00 horas, la Acción Católica internacional

 

«Los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios», señaló en su catequesis

 

«Este es el celo apostólico que, recordemos siempre, no funciona nunca por proselitismo o por constricción, sino por atracción: uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, sino porque es tocado por el amor», indicó el Pontífice

 

«La Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios»

 

Ante las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona universal de las misiones, de cuyo nacimiento este año se cumple el 150º aniversario, el Papa anunció su intención de dedicarle una Carta Apostólica porque, aunque «de salud frágil, murió con tan solo 24 años» y «su cuerpo estaba enfermo, su corazón era vibrante, misionero», según señaló en la audiencia general de este miércoles, 7 de junio, apenas una hora antes de que se anunciase desde la Oficina de Prensa vaticana que esta tarde ingresaría en el Policlínico Gemelli para someterse a una laparotomía.

«A menudo no fue entendida por las hermanas monjas: obtuvo de ellas ‘más espinas que rosas’, pero aceptó todo con amor», prosiguió Francisco la lectura de su catequesis -en la que en todo momento se le vio tranquilo y relajado-, subrayando el celo apostólico y misionero que dejó tras de sí en su corta vida, porque, «los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración su intercesión, Jesús pase».

Francisco bendice a un bebé durante su recorrido por las de San Pedro

Francisco bendice a un bebé durante su recorrido por las de San Pedro RD/Captura

 

«Este es el celo apostólico que, recordemos siempre, no funciona nunca por proselitismo o por constricción, sino por atracción: uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, sino porque es tocado por el amor», indicó el Pontífice.

En este sentido, indicó que «a la Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios».

Fieles en la plaza de San Pedro

Fieles en la plaza de San Pedro RD/Captura

En su saludo a los peregrinos polacos, les invitó a «perseverar en la caridad cristiana y en el apoyo a los ucranianos», petición esta última que siempre suele realizar Francisco ante la delegación de peregrinos polacos, cuyo país fue de los primeros en mostrar su solidaridad con Ucrania tras la invasión rusa en febrero de 2022.

En este sentido, Francisco finalizó su intervención invitando a unirse al Minuto por la Paz que ha convocado para mañana, jueves, 8 de junio, a las 13:00 horas, la Acción Católica internacional, que «sugiere a los creyentes de diversas confesiones y religiones que se reúnan en oración, aceptemos este invitación y recemos por el fin de las guerras en el mundo, especialmente por la querida y martirizada Ucrania».

Francisco, durante la audiencia

Francisco, durante la audiencia RD/Captura

Audiencia general

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Están aquí delante de nosotros las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona universal de  las misiones. Es hermoso que esto suceda mientras estamos reflexionando sobre la pasión por la evangelización, sobre el celo apostólico. Hoy, por tanto, dejémonos ayudar por el testimonio de Santa Teresita. Ella nació hace 150 años, y en este aniversario tengo intención de dedicarle una Carta Apostólica.  

Es patrona de las misiones, pero nunca estuvo en misión. Era una monja carmelita y su vida estuvo bajo el signo de la pequeñez y la debilidad: ella misma se definía “un pequeño grano de arena”. De salud frágil murió con tan solo 24 años. Pero, aunque su cuerpo estaba enfermo, su corazón era vibrante, misionero. En su “diario” cuenta que ser misionera era su deseo y que quería serlo no solo por algunos  años sino durante toda la vida, es más, hasta el fin del mundo. Teresa fue “hermana espiritual” de diversos  misioneros: desde el monasterio los acompañaba con sus cartas, con la oración y ofreciendo por ellos continuos sacrificios. Sin aparecer intercedía por las misiones, como un motor que, escondido, da a un vehículo la fuerza para ir adelante. Sin embargo, a menudo no fue entendida por las hermanas monjas: obtuvo de ellas “más espinas que rosas”, pero aceptó todo con amor, con paciencia, ofreciendo junto a la enfermedad, también los juicios y las incomprensiones. Y lo hizo con alegría, por las necesidades de la  Iglesia, para que, como decía, se esparcieran “rosas sobre todos”, sobre todo sobre los más alejados.  

Ahora, me pregunto, todo este celo, esta fuerza misionera y esta alegría de interceder ¿de dónde llegan? Nos ayudan a entenderlo dos episodios que sucedieron antes de que Teresa entrara en el monasterio. El primero se refiere al día que le cambió la vida, la Navidad de 1886, cuando Dios obró un milagro en su  corazón. A Teresa le quedaba poco para cumplir catorce años. 

Siendo la hija más pequeña, en casa era mimada por todos. Al volver de la Misa de medianoche, el  padre, muy cansado, no tenía ganas de asistir a la apertura de los regalos de la hija y dijo: «¡Menos mal que es el último año!». Teresa, de carácter muy sensible y propensa a las lágrimas, se sintió mal, subió a su habitación y lloró. Pero rápido se repuso de las lágrimas, bajó y llena de alegría, fue ella la que animó al padre. ¿Qué había pasado? Que, en esa noche, en la que Jesús se había hecho débil por amor, ella se volvió fuerte de ánimo: en pocos instantes había salido de la prisión de su egoísmo y de su lamento; empezó a sentir que “la caridad le entraba en el corazón, con la necesidad de olvidarse de sí misma (cfr  Manuscrito A, 133-134). Desde entonces dirigió su celo a los otros, para que encontraran a Dios y en vez de buscar consolación para sí se propuso «consolar a Jesús, hacerlo amar por las almas», porque –anotó  Teresa, doctora de la Iglesia– «Jesús está enfermo de amor y […] la enfermedad del amor sólo se cura con amor» (Carta Marie Guérin, julio 1890). Este es el propósito de todas sus jornadas: «hacer amar a Jesús» (Carta a Céline, 15 octubre de 1889), interceder por los otros. Escribió: «Quisiera salvar las almas y olvidarme por ellos: quisiera salvarles también después de mi muerte» (Carta al P. Roullan, 19 marzo  1897). En más de una ocasión dijo: «Pasaré mi cielo a hacer el bien en la tierra».

Su celo, en el ejemplo de Jesús buen Pastor, estaba dirigido sobre todo a los pecadores, a los “alejados”. Lo revela el segundo episodio. Teresa supo de un criminal condenado a muerte por crímenes horribles, Enrico Pranzini: considerado culpable del brutal homicidio de tres personas, estaba destinado a la guillotina, pero no quiso recibir el consuelo de la fe. Teresa lo tomó muy en serio e hizo todo lo que pudo: reza de todas las formas por su conversión, para que el que, con compasión fraterna, llama «pobre desgraciado Pranzini», tenga un pequeño signo de arrepentimiento y haga espacio a la misericordia de Dios, en la que Teresa confía ciegamente. Tuvo lugar la ejecución. Al día siguiente Teresa leyó en el  periódico que Pranzini, poco antes de apoyar la cabeza en el patíbulo «se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas!». La santa comenta: «Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Manuscrito A,  135). 

Esta es la fuerza de la intercesión movida por la caridad, este es el motor de la misión. De hecho, los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración su intercesión, Jesús pase. Este es el celo apostólico que, recordemos siempre, no funciona nunca por proselitismo o por constricción, sino por atracción: uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, sino porque es tocado por el amor. A la Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios. Pidamos a la santa la gracia de superar nuestro egoísmo y la pasión de interceder para que Jesús sea conocido y amado. –

 José Lorenzo/RD

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