Trabajos especiales

¡Ha muerto Benedicto XVI!

El pensamiento de Ratzinger se movió en silencio, con calma, consistentemente a una profundidad que no fue cambiada fundamentalmente por la agitación social

Nelson Martínez Rust:

 

Hemos querido recopilar y ofrecer algunos comentarios que se han suscitado ante la muerte de Benedicto XVI. Creemos que son de gran importancia y actualidad para un profundo y venidero estudio – necesario – libre de pasión de la obra escrita y del ejemplo vivido del Papa Ratzinger. Estos son tiempos trascendentales no solo para la Iglesia católica sino también para el mundo entero. De esta manera rendimos un pequeño pero profundo y merecido homenaje de admiración y cariño a quien gobernó la Iglesia con sabiduría poco común, con humildad notable y con una vocación de servicio libre de protagonismo, que no pregonaba a los cuatro vientos, sino que vivió en el silencio de su testimonial servicio. En los momentos actuales oramos al Padre para que podamos seguir el ejemplo de Benedicto y así enfrentar los desafíos con firmeza, coraje, claridad, confianza y caridad.

 

BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

Roberto Real[1]

Esperábamos, por su avanzada edad y avisos del Vaticano, que Benedicto XVI estuviera cerca de su entrada en la eternidad. Pero como siempre sucede cuando alguien muere, y mucho más si es un amado maestro, erudito, pastor y Papa, cuando llega el día, sigue siendo un shock. Y las cosas cambian para siempre.

Joseph Ratzinger hizo aportes tan grandes a la Iglesia y al mundo que su nombre y su legado pasarán ahora a formar parte del gran acervo cultural de la fe católica, materia permanente de reflexión sobre innumerables cosas, humanas y divinas.

Hubo grandes momentos públicos en su vida que marcaron una enorme diferencia en las últimas décadas. Fue acusado en algunos círculos, por ejemplo, de haber sido un progresista en el Vaticano II, pero de haberse “pasado al lado oscuro” durante las protestas estudiantiles de la década de 1960. Un examen serio de los hechos (por ejemplo, “Benedict XVI: a life” de Peter Seewald) muestra que esto es simplemente un error.

El pensamiento de Ratzinger se movió en silencio, con calma, consistentemente a una profundidad que no fue cambiada fundamentalmente por la agitación social. Solo su gran constancia fue un valioso punto de referencia que extrañaremos profundamente.

Sus estudiantes radicales lo respetaron y elogiaron por eso, incluso cuando llegó a reconocer los límites del “dialogo” con cierto tipo radical de la academia, la Iglesia y el mundo en general. Fue una intuición que le sirvió de mucho cuando, como obispo y luego jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tuvo que enfrentarse a disidentes, movimientos como la Teología de la Liberación y lo que más tarde llamaría “el [Segundo Vaticano] Concilio de los media”, que era muy diferente al que él y el joven Karol Wojtyla habían ayudado a formar.

Para mí, un encuentro personal resumió gran parte de su vida y pensamiento. Me pidieron que escribiera una historia de la Guardia Suiza por su 500 aniversario y le di una copia de “The Pope’s Army”, el 6 de mayo del 2006. Había una multitud a nuestro alrededor, pero tomó el libro entre sus manos, casi acariciándolo como lo hace un amante de los libros, comenzó a hojearlo mirando capítulos particulares y dijo: “Esto es maravilloso, ahora puedo leer sobre estos guardias que me protegen”.

Por cierto, aunque todavía necesitamos saber más sobre su renuncia, la Guardia Suiza me dijo en ese momento que, entre otras cosas, estaba físicamente exhausto hasta el punto de ser doloroso el verle.

Siempre pensé que tomar el nombre de Benedicto, uno de los dieciséis de ese nombre, era una señal de muchas cosas en las que creyó a lo largo de toda su vida.  “Benedictus”, “Bendecido” sin duda, por haber nacido quien, y donde estaba, y durante una larga vida. Benedictus, incluso como Papa, porque, a pesar de un gran aprendizaje, solo fue un simple cristiano en la larga línea que se remonta al mismo Jesús.

 

EL MOZART DE LA TEOLOGIA

David G. Bonagura, Jr.[2]

Muchos querrán declarar a Joseph Ratzinger/Benedicto XVI “Doctor de la Iglesia”, es decir, un maestro santo que ha hecho una contribución única a nuestra comprensión de Dios. Ratzinger abrió nuevos caminos en los campos de la revelación, la fe, la cristología y la liturgia, y los unió a todos en un solo hilo conductor: el Dios que se revela es la Palabra, el Logos, que hace su morada entre nosotros para que tengamos vida en Él, y así podamos adorarle en espíritu y en verdad. Ratzinger bien puede ser llamado, en una mezcla de latín y griego, el “Doctor Logou” – “El Doctor del Logos”.

La teología de Ratzinger fue más que pensamientos profundos dirigida a los nerds en el campo teológico. Fue un cuestionador. Durante muchas décadas, este piadoso maestro inspiró a innumerables creyentes y conversos al abordar directamente los desafíos que la modernidad le planteaba a la fe, la cultura y la Iglesia. Como un médico experto, emitió diagnósticos incisivos y ofreció remedios potentes. Ratzinger es médico de la Iglesia porque fue médico de una Iglesia que cojeaba tras su derrumbe post-Vaticano II. Proporcionó curación y esperanza a los fieles que necesitaban desesperadamente un médico heroico y de mente clara no solo para curar, sino también para liderar.

Con honesto candor sobre las dificultades de la Iglesia, Ratzinger dio vida a los fieles asediados por una Iglesia aparentemente colapsada. Ya en 1981 publicó una colección de ensayos, “La fiesta de la fe”, que criticaba aspectos del Misal de Pablo VI, que “fue publicado como si fuera un libro elaborado por profesores, y no como una fase en un proceso de crecimiento continuo”. En 1985 sus francas críticas a la implementación del Concilio Vaticano II se publicaron como “El Informe Ratzinger”. Sus críticas procedían de un profundo amor a la Iglesia y de la esperanza de que aún se pudiera cosechar buenos frutos del Concilio.

Lo que hizo a Ratzinger tan único fue su capacidad para penetrar profundamente en los problemas de la Modernidad y para presentar a Dios de manera convincente como la respuesta a nuestros males actuales. Su primera incursión en este quehacer fue la innovadora “Introducción al cristianismo” de 1968, en donde argumentó que “la fe cristiana vive del descubrimiento de que no solo existe el significado objetivo, sino que este significado me conoce y me ama, y al cual puedo confiarme a mi mismo”.

En los años posteriores, los discursos y ensayos de Ratzinger continuaron en esta línea, para que finalmente se publicaran como “Verdad y tolerancia”, “El cristianismo y la crisis de las culturas”, “Sin raíces”, y “Dialéctica de la secularización”. A través de estas obras, Ratzinger demostró cómo se suponía que debía funcionar el diálogo posterior al Vaticano II: “debemos estar comprometidos en promover la evangelización de las culturas, conscientes de que Cristo mismo es la Verdad para cada hombre y mujer, como también para toda la historia humana”. En su famosa homilía previa al conclave de 2005, Ratzinger sintetizó este trabajo de una manera digna de su apodo “El Mozart de la Teología”.

Para Ratzinger, esta fe “adulta” encuentra su plena expresión en la liturgia. En su Magnum Opus, “El Espíritu de la Liturgia” explica cómo “Logike Latreia” – “El culto divino según el Logos”- se expresa en el sacrificio eucarístico, que es el “medio para entrar en la apertura de una glorificación de Dios que abarca tanto el cielo como la tierra”.

A lo largo de la “Historia de la Salvación”, Dios ha suscitado profetas, maestros y santos para guiar a su pueblo través de las crisis de un momento dado. Joseph Ratzinger/Benedicto XVI fue todo esto para una Iglesia herida que buscaba dirección en medio de la embestida de las ideologías de los siglos XX y XXI que desean marginar a Dios. El doctor Ratzinger sanó al ofrecer la medicina de la verdad divina a una época aprisionada por su negación de la verdad. ¡Que reciba la recompensa del trabajador fiel en la viña del Señor!.-

 

Valencia. Enero 8; 2023

 

[1] Robert Royal es editor en jefe de “The Catholic Thing” y presidente del “Faith & Reason Institute” en Washingon, DC.

[2] David G. Bonagura, Jr. Es profesor en el seminario St. Joseph, Nueva York. Es autor de varias publicaciones y artículos publicados en revista especializadas.

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